En Realidad y Categorías se establecían las categorías de Real, Posible y Necesario como categorias modales. Las categorías modales se pueden considerar categorías lógicas, epistemológicas y ontológicas.
Aristóteles fue el primero que introdujo la consideración de la modalidad, aplicándola a los principios, en un sentido lógico, aunque revestido de cierto alcance ontológico indudable. Parte de cuatro tipos de modalidad: posibilidad, imposibilidad, contingencia y necesidad. Para los griegos la realidad no era una categoría modal, sólo será considerada en el ámbito de la modalidad a partir de Kant.
Aristóteles no confunde contingencia con posibilidad. Ser posible y lo posible es lo que no es necesario y cuya existencia podemos suponer que no entraña imposibilidad. Por extensión, también se dice de lo necesario que es posible.
Kneale afirma que fueron razones de tipo metafísico las que llevaron a Aristóteles a dar más importancia a la noción de contingencia que a la posibilidad, ya que la distinción entre lo necesario y lo imposible por un lado, y lo fáctico por otro es clave en su ontología. Lo contingente sería aquello que es posible y no es necesario a la vez. Distinción clave también en la lógica y en la metafísica de tipo creacionista medieval, para poder afirmar la realidad no necesaria del mundo, sino meramente contingente.
Aristóteles diferencia entre la necesidad absoluta y la relativa y la posibilidad absoluta y relativa. Lo existente existe necesariamente en tanto que existe, pero podría no haber existido, cosa que no sucede con lo necesario. La necesidad y posibilidad relativa nos recuerda el hecho de que enunciados necesarios en relación a otros enunciados no tienen por qué serlo absolutamente.
Una de las dificultades con las que se topa la lógica modal aristotélica es la carencia de una teoría de las proposiciones sin analizar que es la base requerida para una lógica modal y que fue desarrollada por los estoicos.
La explicación del movimiento de Aristóteles es de gran importancia para aclarar la categoría de posibilidad ontológica. En el análisis del mismo aparecen dos formas distintas de ser: en acto y en potencia. El ser en potencia no es tanto una presencia como aquello en cuya virtud es posible en general una presencia. El ser en acto en cambio sería el que se muestra en la presencia como presente. En la Metafísica la potencia aparece desde un punto de vista físico como un principio del movimiento y en un sentido metafísico como materia. Según Reale, el sentido metafísico de la potencia lo relaciona con la substancia, mientras que su sentido cinético lo relaciona con las otras categorías. Vemos una relación entre materia y posibilidad, explotada posteriormente por Bloch que hace depender su teoría de la posibilidad de una teoría de la materia que concibe a ésta como un sustrato dinámico preñado de potencialidades que se despliegan sucesivamente a lo largo del tiempo.
Para los megáricos lo que no es actualmente sería imposible. Para Aristóteles no existe sólo lo que está en acto, sino también lo que está en potencia, que es posible no sólo en un sentido puramente lógico sino ontológico y real. La posibilidad real de una cosa no se puede separar de su actualización o realización. Lo imposible y lo falso no coinciden, lo que actualmente es falso y por lo tanto no se está realizando puede realizarse posteriormente y por tanto es posible en este momento.
Aristóteles restringe la verdad o falsedad de las proposiciones a aquellas que se refieren a algo en acto, con lo que da pie a la introducción de una lógica trivalente que a verdadero y falso añade el valor indefinido y además abre camino a una lógica temporal que incluye la posibilidad de cambio de los valores de verdad de las proposiciones según el tiempo en que se emitan éstas.
Los estoicos desarrollan una teoría de la modalidad que continúa la de los megáricos, según la cual es posible lo que resulta susceptible de ser afirmado con verdad cuando las cosas que, aunque externas, acontecen en conjunción con ello no lo impiden y es necesario aquello que cuando es verdadero no admite en ningún caso ser objeto de una afirmación falsa.
En la modernidad Kant desarrolla la teoría modal más completa, sin embargo, es más epistemológica que lógica u ontológica y se refiere no a la materia de los juicios, sino al valor que muestra la cópula en su relación con el pensamiento en general. Los juicios modales son:
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asertóricos, afirman la realidad de algo. Categorías modales de existencia/no existencia
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problemáticos, afirman la posibilidad. Categorías morales de posibilidad/imposibilidad
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apodícticos, afirman la necesidad. Categorías modales de necesidad/contingencia
La cuestión epistemológica de la realidad se refiere a las condiciones de posibilidad de la existencia de los objetos reales, es una cuestión trascendental. Tenemos en la realidad un polo subjetivo ligado con la síntesis de lo diverso y un polo objetivo ligado con la cognoscibilidad de los objetos en una experiencia posible. La cuestión epistemológica se encuentra relacionada directamente con las cuestiones ontológicas de la constitución del sujeto y del objeto que hacen posible el conocimiento.
La cuestión de la realidad nos exige el planteamiento de una teoría del objeto y una teoría de la constitución trascendental del sujeto. Respecto a la teoría general del objeto y de su clasificación, podemos distinguir:
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Müller distingue objetos reales (físicos y psíquicos), objetos ideales, valores y objetos metafísicos que unifican en tanto que contenidos de la ontología general los otros objetos analizados por las ontologías particulares.
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La teoría del objeto de Meinong dice que dentro de los objetos en general se distingue entre los objetos en sentido estricto y lo que denomina objetivos. Si los objetos existen, los objetivos subsisten. Tanto unos como otros son objetos del pensar, pero sólo los objetos existen en sentido estricto. El pensar abarca una función tética por lo que capta un ser y una función sintética en la que capta un ser-así. Los objetivos son lo significado en las significaciones, son lo que se alude en los juicios, mientras que los objetos son lo representado en la representación. La teoría del objeto de Meinong abarca pues a los seres que existen y los seres que subsisten en el marco de un cuasi-ser general que va más allá del ser propiamente dicho. Lo dado abarca más que el ser real, y la teoría del objeto es más amplia, pues que la metafísica o teoría de la realidad.
En cuanto a la teoría de la realidad trascendental del sujeto, concluimos a partir de la interpretación lingüística que, tanto Apel (siguiendo a Peirce) como Habermas, han dado de la noción de sujeto trascendental tomada de Kant y de Husserl, que este sujeto no puede ser individual, es decir, no coincide con el sujeto empírico concreto, y además que dicho sujeto está mediado por el lenguaje. La subjetividad trascendental es pues intersubjetiva y lingüística. Es real aquello objeto de un consenso libre de coerción y no persuasivo por parte de una comunidad ilimitada de comunicación. La noción de realidad por su polo subjetivo, exige una noción dialógica de la racionalidad, ya que ésta no logra escapar al peligro del solipsismo, y por su polo objetivo, una noción de objeto como captable a la larga por la comunidad humana considerada como comunidad cognoscente y experimentadora.
La realidad es, pues, la categoría central de las categorías modales. No se puede identificar la realidad con la efectividad o actualidad. En Aristóteles tan real es el ser en acto como el ser en potencia. Tampoco se reduce a la mera facticidad, ni a la mera existencia, ya que tan real es la esencia como la existencia. La realidad no está ligada a la plenitud del ser.
La realidad para Hegel está estructurada en tres niveles metafísicos distintos, pero unitariamente articulados que dan paso a la posibilidad abstracta o a la realidad posible:
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Como simplicidad abstracta, en sí
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Como realidad negativo-dialéctica, determinada
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Como realidad totalizada y multideterminada, para sí
La realidad es la unión de la esencia y la existencia. La esencia se concreta en el fenómeno, la existencia es la unidad inmediata del ser y la reflexión. Posibilidad y contingencia son momentos de la realidad que constituyen la exterioridad de lo real y afectan al contenido porque en la realidad se reúne esta exterioridad, con la interioridad, en un movimiento único, y se convierte en necesidad.
El carácter central de la categoría de realidad es claramente visible en la lógica de Hegel, donde dicha categoría surge de la mera posibilidad y pasa de la contingencia a la necesidad. La posibilidad es la realidad formal, la pura contingencia que se hace posibilidad real cuando se da la multiplicidad de circunstancias que van a permitir el surgimiento de la realidad como efectividad. Cuando las condiciones de una cosa se hallan completamente presentes, entonces ella entra en la realidad. Esta posibilidad real, por tener en sí el otro momento, el de la realidad, es ya por sí misma la necesidad: lo que es realmente posible ya no puede ser de otra manera; en estas determinadas condiciones y circunstancias no puede acontecer algo diferente. La necesidad real contiene en sí misma la contingencia. Frente a la necesidad real surge la necesidad absoluta como el devenir propio de aquélla. Para Hegel el movimiento dialéctico va de la posibilidad a la necesidad, pivotando sobre la realidad.
Según la interpretación de Marcuse, la realidad es para Hegel la consumación del ser, y contiene en sí misma el carácter de la posibilidad que impide que se clausure en la mera existencia. Lo real es siempre más que sus determinaciones inmediatas, es presencia y al mismo tiempo no es mera presencialidad, sino paso dinámico y dialéctico a otra realidad.
Esta concepción hegeliana de la realidad está en la base de las teorías tanto de Hartmann como de Bloch, a pesar de que éste pone el acento en la categoría de posibilidad más que en la de realidad. Bloch parte de una concepción dialéctica y procesual de la realidad en que la contingencia de dicha realidad se muestra grávida de posibilidades latentes, aún no desarrolladas. No hay relación mecánica entre el ser y la conciencia, la realidad nunca se da completamente, no coincide nunca completamente consigo misma, porque está esencialmente abierta a la posibilidad y en esta apertura se enraíza la esperanza. La dimensión utópica es esencial para toda la realidad determinada y asegura que nunca se podrá clausurar completamente. El mundo en sí mismo es el laboratorio en el que se forja la posibilidad de la salvación.
La utopía blochiana no es irracional, sino que se basa en una teoría de la materia que sirve de base a su teoría de la historia. La materia se concibe de forma dinámica, como conteniendo en germen las formas futuras. Es la acción humana quien va extrayendo las formas de la materia. La tensión entre realidad y posibilidad se resuelve en una gradación del ser que presenta siempre una dimensión de apertura hacia la utopía.
La relación esencial entre la categoría de posibilidad y una concepción del ser humano como proyecto pertenece también a los existencialistas y especialmente a Heidegger y Sartre, que hacen hincapié en esta dimensión de apertura esencial del ser humano a la posibilidad.
La constitución existenciaria del ser-ahí se muestra como temporalidad e historicidad, como apertura por tanto a la posibilidad, cuyo horizonte final es la muerte. Es precisamente la necesidad ineludible de la muerte lo que otorga valor a una vida que se vive como proyecto finito y limitado en el marco del mundo. El origen de la angustia y la náusea es a la vez el fundamento del valor último de la vida.
Sartre en El ser y la nada plantea a su vez cómo la libertad, en tanto que elección en un mundo de posibilidades es lo que constituye esencialmente al Para-Sí frente a la necesidad absoluta del En-Sí. La realidad humana es libertad. El En-Sí se limita a ser simplemente, el Para-Sí tiene que ser, su ser es tarea, proyecto, porque se determina a sí mismo. En el para-sí hay siempre una carencia,una falta por lo que se abre, por un lado a los valores y por otro a la posibilidad.
Cada Para-sí concreto tiene su propia posibilidad que se da como sus potencias concretas en el sentido aristotélico, como propiedades concretas de realidad ya existentes. Para Sartre la posibilidad está ya contenida en la realidad, no es algo que se añada a ésta desde fuera; pero esta realidad a la que pertenece la posibilidad es la del único ser dinámico y abierto, es la posibilidad del Para-Sí. Lo posible es lo que falta al Para-sí para colmarse y convertirse en un ser En-sí, y por lo tanto es lo que lo mantiene en su estado esencial de creencia y apertura.
La pluralidad (aparente) ligada al concepto de posibilidad es claramente perceptible en la obra de Leibniz, el cual pasa de la posibilidad lógica (no contradicción) a la posibilidad real que exige la componibilidad de los determinados posibles, que deben ser componibles en un mundo posible. Dios elige entre estos diferentes mundos posibles, entendidos como conjuntos parciales componibles entre sí, aplicando un cálculo maximal que conjuga los valores de orden y riqueza para dar origen al mundo real. El optimismo leibniziano reside en la seguridad de que Dios ha elegido el mejor de los mundos posibles de manera necesaria. Como dice Lovejoy, Leibniz es un ejemplo paradigmático de una concepción que ve al Universo como la Cadena del Ser, con sus principios de plenitud, continuidad y gradación lineal, de manera que se maximice la riqueza ontológica del Universo.
La necesidad aparece como una supramodalidad que sobrevuela a la posibilidad y a la realidad. Lo que es posible es necesariamente posible, ya que si no sería imposible. La necesidad de la posibilidad y de la realidad supone un mundo rigurosamente determinista en el que sólo cuentan las posibilidades que se convierten en realidades de manera necesaria.
El camino va de Parménides, con su ser estático y necesario a la noción de potencia aristotélica como exigencia para explicar el movimiento, debe ser recorrido a la inversa si se rechaza la idea de un ser dinámico. Pero no sólo desde una posición estática como la de Severino se rechaza la posibilidad, también desde una concepción dinamicista extrema como la de Bergson se rechaza este concepto. Lo posible no es más que lo real al que se ha añadido un acto del espíritu que proyecta su imagen en el pasado, una vez que se ha cumplido. La realidad se crea continuamente de manera nueva e imprevisible, y al reflejarse en el pasado indefinido, parece haber sido posible en cada momento de este pasado. Lo posible es el espejismo del presente en el pasado. Lo preexistente nunca es un mero posible sino una virtualidad real que sólo espera su momento para actualizarse. Lo real se hace posible al proyectarlo hacia el pasado. Severino prima la necesidad, Bergson prima la libertad y la impredictibilidad, ambos rechazan por igual la posibilidad.
La teoría de la necesidad que ha elaborado Hartmann en el contexto de su análisis de las categorías modales establece:
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necesidad lógica, la establecida en los razonamiento de tipo condicional y que nos permite pasar necesariamente de la condición al condicionado
necesidad esencial, en el reino del ser ideal en el que se opone lo esencial a lo accidental -
necesidad cognoscitiva, que aunque depende de la lógica no se reduce a ella, es la intelección de la necesidad más que la necesidad de la intelección
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necesidad real, conexión real entre objetos físicos que no se agota en la necesidad causal, aunque este tipo es su principal forma de presentarse. Desde el punto de vista ontológico este tipo de necesidad real y la necesidad esencial son los fundamentos, una porque analiza las conexiones reales entre los objetos físicos y la otra porque establece las características esenciales, ideales de dichos objetos.
Las categorías de necesidad y posibilidad están relacionadas con la cuestión del determinismo en las ciencias. El pensamiento clásico estaba presidido por la idea de necesidad: el destino y la justicia controlaban con férrea mano todo lo que sucedía en la naturaleza y entre los hombres, incluso los mismos dioses estaban sometidos a dicha necesidad. El pensamiento cristiano introdujo la noción de un Dios voluntarista que rige el devenir del universo. En la Edad Media se enfrentan dos concepciones sobre la relación de la voluntad de Dios con las leyes naturales y morales: por un lado el intelectualismo, que tendía a conceder una validez absoluta a las leyes que dependían necesariamente del propio Dios y el voluntarismo que ponía el acento en la voluntad soberana de Dios que podía cambiar en cualquier momento dichas leyes. Una se basaba en la necesidad y la otra en su contingencia. Curioso que tanto Ockham como Descartes, creyesen en un Dios voluntarista.
La ciencia moderna de la naturaleza surge con una concepción determinista rigurosa de las leyes naturales. Para Laplace: todos los acontecimientos son una secuencia tan necesaria como las revoluciones del sol. Al ignorar los lazos que los unen al sistema total del universo, se los ha hecho depender de causas finales o del azar, según que ocurriese o se sucedieran con regularidad o sin orden aparente, pero estas causas imaginarias han ido siendo descartadas a medida que se han ido ampliando las fronteras de nuestro conocimiento y desaparecen por completo ante la seria filosofía, que no ve en ellos más que la expresión de nuestra ignorancia de las verdaderas causas. Esta concepción rigurosamente determinista se ha cuestionado debido a los descubrimientos de la mecánica cuántica y al papel que el azar desempeña en la termodinámica de los sistemas complejos. Todo esto nos lleva a la concepción de un mundo abierto en el que no todo está previsto y en el que azar y necesidad se combinan de forma creadora.
No todos los científicos se adhieren a esta concepción indeterminista y azarosa del mundo: Einstein y Thom, en polémica con Prigogine, afirman el determinismo frente al indeterminismo cuántico y el ligado a los sistemas complejos. Thom recupera la noción de causalidad, no se puede prescindir de ella porque impregna nuestro lenguaje y nuestra visión del mundo, defiende por tanto una visión local del determinismo. Su causalidad busca más el rigor cualitativo en su modelización de la realidad que la precisión cuantitativa de las medidas. Piensa que hasta el indeterminismo de la mecánica cuántica se podría eliminar mediante la introducción de parámetros ocultos en número finito. El problema es que, hoy por hoy, no disponemos de una teoría local que elimine el determinismo y por ello es más realista aceptarlo.
La actitud determinista de la ciencia se encuentra una y otra vez ante la necesidad de admitir el indeterminismo efectivo de la realidad. Prigogine opone un universo cuyas leyes básicas serían la inestabilidad, el azar y la irreversibilidad, un universo evolutivo cuya realidad no puede ser devuelta a la identidad.
Como conclusión provisional, independientemente de que el azar sea constituyente ontológico de la realidad o una consecuencia de la pobreza de nuestros medios de predicción, parece que en los sistemas complejos no es fácil librarse de él. El estado actual y el previsible de nuestra ciencia nos exige tenerlo en consideración como un elemento esencial del universo y explorar sus potencialidades que, como nos indica la obra de Prigogine y Atlan entre otros, no son sólo destructivas, sino también generadoras de orden en ciertas condiciones.