Archivos para abril, 2012

Históricamente, la condición de ciudadano ha venido siendo concebida como relativa a la pertenencia a un cuerpo colectivo en un territorio dado. Las fronteras de la ciudadanía pueden ser internas y excluir a residentes en el territorio de la sociedad política. Pero, en las sociedades actuales, la ciudadanía es (casi) universalmente inclusiva y sus fronteras son sobre todo externas.

Las relaciones de comunicación e intercambio entre individuos, sociedades y organizaciones públicas y privadas han creado una red mundial de interdependencia que pone en cuestión el marco de entidades soberanas e independientes (con ciudadanías exclusivas) que ha caracterizado al mundo desde la paz de Westfalia (1648). Las fronteras se hacen permeables y la ciudadanía parece abocada a abrirse en una dirección cosmopolita.

Ciudadanía e identidad nacional.

En su sentido moderno, la ciudadanía es un estatus jurídico y político que remite al Estado, a la asociación política de ciudadanos en un territorio. Lo cierto es que el acuerdo de asociación que funda idealmente el cuerpo político presupone un grupo previo, una comunidad de pertenencia preexistente, que es la que permite a sus integrantes reconocerse como conciudadanos de una entidad política común, delimitada frente al exterior.

Es preciso determinar quienes son los constituyentes del demos. Pero esto es algo que no puede decidirse a su vez mediante un pacto que determine quienes pactarán. Se funda en otras bases. Este demos ha sido concebido durante los dos últimos siglos como una Nación, una comunidad forjada por vínculos étnicos, históricos y culturales, que la dotan de una entidad colectiva propia y distinta de la mera agregación de individuos. La importancia de la identidad nacional ha sido sostenida tanto sobre argumentos ontológicos, que sostienen que la identidad personal y colectiva se forjan y desarrollan necesariamente en un espacio comunitario de tradiciones y valores como el nacional, sobre argumentos funcionales. La identidad nacional compartida es un prerrequisito de la solidaridad, así como de la democracia.

En cambio, la interpretación cívico-republicana considera que la ciudadanía es esencialmente una condición política establecida por la decisión conjunta de los ciudadanos sobre la forma y condiciones de su asociación para obtener objetivos comunes y constituir derechos. Son los ciudadanos, tomados de uno en uno, quienes deciden sobre la forma, la continuidad y los cambios de su asociación, su estructura económica e institucional y los criterios de pertenencia y admisión a la comunidad política.

La identidad política es una identidad construida y, por tanto, contingente y flexible. Esta concepción de la identidad colectiva parece más adecuada a la complejidad de las sociedades modernas. La integración política no necesita basarse en una homogeneidad cultural previa, que ya no es posible a no ser mediante la coacción en las actuales sociedades, complejas y plurales, sino en la participación en los procesos políticos de formación de opinión y de voluntad común que estructuran el autogobierno democrático y los derechos ciudadanos de quienes conviven y cooperan en una sociedad.

La identidad cívica parecería más adecuada a los principios universalistas de la conciencia contemporánea (los derechos humanos), y tener mayor capacidad de inclusión, al desvincular la ciudadanía de rasgos étnicos y culturales que no se pueden adquirir a voluntad. Ha de enfrentarse, sin embargo, a las críticas de abstracción (los ciudadanos reales viven en marcos propios y específicos de tradición y cultura) y de incapacidad de proporcionar un criterio de identificación de las entidades políticas.

Ciudadanos, extranjeros e inmigrantes.

Hay una tensión constitutiva en el concepto moderno de ciudadanía. Por una parte, la ciudadanía es una condición particular, relativa a la comunidad. Por otra, los presupuestos axiológicos de la figura misma de la ciudadanía, de los derechos y las instituciones políticas, son universalistas: prescriben igual consideración y respeto para los humanos en cuanto tales.

Las grandes migraciones transnacionales de nuestra época son un fenómeno crucial para comprender y abordar esa tensión. Ponen a prueba la posibilidad de conjugar las formas de vida e intereses de los ciudadanos de las sociedades de acogida y sus convicciones universalistas con las demandas de acceso de los inmigrantes. Desde una perspectiva normativa se ha sostenido que la única posición moralmente coherente es la de las fronteras abiertas. Una sociedad democrática liberal no puede rechazar justificadamente las demandas de admisión y ciudadanía de los venidos de fuera, puesto que reconoce el igual valor moral de los individuos y la prioridad moral de los individuos y sus derechos, así como la contingencia de las fronteras.

Los defensores de la justicia global sostienen que, en la medida en que los estados no satisfacen su obligación moral de garantizar los derechos humanos a la seguridad y la subsistencia por medio de políticas redistributivas, tienen obligación moral de admitir a quienes desean entrar. La pobreza de los países del Sur no se debe solo a factores endógenos, sino que está ligada a un orden político y económico global que produce una distribución injusta de recursos y poder. De manera que regular la inmigración para preservar la integridad de la comunidad política es una meta legítima solo si los deberes de justicia distributiva internacional están satisfechos.

Pero también se aducen argumentos para defender la necesidad y el valor de una ciudadanía particular, con relaciones preferentes entre sus miembros y al menos no ilimitadamente abierta, ya que no cerrada. La ciudadanía se levanta sobre rasgos de pertenencia que implican necesariamente criterios de restricción, porque no pueden ser compartidos por cualquiera. Por eso, una comunidad independiente ha de tener una cierta capacidad de autodeterminación respecto a la pertenencia.

Además, dar derechos de ciudadanía a todos los llegados es arriesgarse a minar las condiciones de confianza y seguridad mutua que hacen posible la ciudadanía responsable. Las migraciones están creando de nuevo, en las opulentas sociedades desarrolladas, una estratificación de la pertenencia en función del tiempo y condiciones de residencia de los inmigrantes, sometidos a políticas de admisión y permanencia dictadas por criterios de oportunidad cambiantes y los que se les conceden algunos derechos civiles y sociales reconocidos, pero no la plena ciudadanía.

Benhabib piensa que hay que conciliar el derecho de los estados a definir políticas de inmigración e incorporación con las exigencias normativas de una membresía justa. Esto implica fronteras porosas, normas restrictivas de la desnacionalización y la pérdida de los derechos de ciudadanía, exclusión de la extranjería permanente y prácticas no discriminatorias.

Hoy se plantea con fuerza renovada la demanda de repensarla desde una perspectiva cosmopolita. A favor de esto se aducen dos argumentos:

  • A) Las exigencias de la realidad. Un conjunto de fenómenos que suelen designase con el término “globalización”. La relación e interdependencia efectiva de las actividades sociales a escala mundial torna irreal una visión de la política y de la ciudadanía encerrada en el Estado. La autodeterminación real de los ciudadanos exige crear instituciones transnacionales de ciudadanía.
  • B) Razones normativas. Si aceptamos que tenemos deberes y derechos respecto a aquellos que nos afectan y son afectados por nuestras acciones, hoy más que nunca formamos parte de un solo mundo, puesto que la interacciones directas e indirectas entre los humanos son constantes y generalizadas. En consecuencia, las demandas sobre los bienes y las cargas de la justicia se dirigen a todos los humanos como responsables y se refieren también a todos ellos como destinatarios.

Así pues, las condiciones del mundo actual y la conciencia moral contemporánea impulsan una ciudadanía cosmopolita. Parece razonable pensar que el ámbito de poder y jurisdicción de las instituciones políticas ha de estar en correspondencia con el ámbito de los problemas y de las interacciones sociales, para que sea posible su control político. La solución de los problemas de la justicia y de los derechos, o el control democrático de la vida social y económica no pueden plantearse ya como una suma de respuestas estatales o locales a los problemas.

Incluso los problemas y demandas locales han de entenderse y abordarse también en un marco global: no se puede pensar el problema de la construcción de un orden social interno justo sin un sistema de justicia cosmopolita. No obstante, se suele descartar la hipótesis de una Estado (federal) mundial, que sería peligroso por establecer un poder sin límite, e ineficaz por la extensión y complejidad de su ámbito de acción.

Hay un acuerdo generalizado en sostener que el espacio político actual es y debe seguir siendo plural, y que la política cosmopolita ha de desarrollarse en diversos niveles, que van de lo estrictamente local a lo global, con diversos modos y ámbitos de acción y responsabilidad. Y en que esta pluralidad de espacios políticos ha de corresponderle lógicamente una transformación de la noción y la realidad de la ciudadanía que ahora habrá de hacerse múltiple y plural.

Sobre como puede articularse este espacio político global y plural. Suele apelarse a un criterio de subsidiariedad, pero subsiste el problema de la delimitación de competencias en caso de conflicto. La propuesta de una ciudadanía cosmopolita suscita, sin embargo, fuertes objeciones. Podemos hablar de una objeción estatal-comunitarista, que sostiene que la ciudadanía robusta solo es posible en el nivel nacional. Y la política es “vernácula”, requiere un medio lingüístico y cultural que haga posible la comunicación.

Puesto que no existe una comunidad cultural de la Humanidad, ni instituciones mundiales responsables y sostenidas por los ciudadanos, la ciudadanía mundial es utópica o metafórica. Por otra parte, se objeta que la ciudadanía mundial sería un estatus universal de derechos cuya dimensión democrática se desvanecería. Frente a estas objeciones los cosmopolitas apelan a la realidad del desarrollo de redes de agentes transnacionales, organizadas en torno a intereses compartidos, así como la existencia de instituciones de integración supranacional y transnacional. La dificultad de la propuesta cosmopolita se hace patente al comprobar los obstáculos con que topan los más pequeños pasos en la apertura de fronteras y en la integración entre estados o lo difícil que resulta la convivencia intercultural.

Basado en La actualidad de la ciudadanía, de Fernando Quesada.

Capítulo 10 de Ciudad y Ciudadanía. Senderos contemporáneos de la Filosofía Política. Ed. de Fernando Quesada

Ligero como un soufflé, que se dice. Delicioso y suave.

No lleva nata, casi nada de harina, una cucharada pequeña y el queso fresco puede ser desnatado. Así obtenemos un soufflé realmente ligero y muy muy rico. El único inconveniente es que hay que prepararlo, cocinarlo y comerlo en el momento.

Es importante para los soufflés que los ingredientes no estén recién salidos de la nevera, si los incorporas demasiado fríos bajarán antes. También es importante, clave, que las claras estén bien  bien montadas, que vuelques el recipiente boca abajo y ni se inmuten.

Con estos dos pasos el éxito está casi asegurado. Además, añadimos una cucharadita de maizena para darle cuerpo y evitar que caiga demasiado pronto. No hay que ser un profesional para hacer un buen soufflé.

Para unos 4 soufflés  usaremos unos 200 gramos de salmón ahumado, que cortaremos en tiras no demasiado pequeñas. Por otra parte, batimos un par de huevos con un poco de sal.

Montamos 4 claras a punto de nieve, bien montadas, que no caiga ni un milímetro al volcar el recipiente. Con una espátula y a base de movimientos envolventes y muy delicados vamos incorporando, los dos huevos batidos, la cucharada pequeña de maizena bien colmada, el salmón ahumado en tiras y un poco de sal y pimienta negra.

A continuación añadimos el queso fesco batido y seguimos moviendo delicadamente la mezcla, con cuidado de que no caiga. Cuando todo esté bien homogéneo, vertemos el soufflé en moldes individuales. El horno debe estar precalentado, a unos 180 grados y con calor solo por abajo. Introducimos los moldes y prohibido abrir el horno durante los primeros 15 minutos.

Tardará entre 15 o 2o minutos, tiene que quedar doradito en la superficie y crecer un poco. Si ponemos los moldes a punto de rebosar, al crecer quedarán un poco por fuera, dando un bonito efecto.

Hay que comerlos recién salidos del horno. Lo puedes acompañar con unos pequeños picatostes y es un entrante estupendo, o una cena ligera y de lujo. Dime que no estás deseando probarlo ;)…¡Buen provecho!

INGREDIENTES

  • 200 gramos de salmón ahumado
  • 1 cucharada de maizena
  • 4 claras de huevo
  • 2 huevos
  • 200 gramos de queso fresco batido desnatado
  • Sal, pimienta

MANUFACTURA

  • Levantar las 4 claras a punto de nieve con un punto de sal
  • Añadir poco a poco, con movimientos envolventes los dos huevos previamente batidos, el queso fresco y el salmón troceado en tiras medianas y la cucharada de maizena
  • Añadir sal y pimienta
  • Verter en moldes
  • Horno a 180 grados calor solo abajo, unos 15 20 minutos hasta que esté dorado.
  • Servir inmediatamente

Funcionalismo y filosofía de la mente

En la anterior entrada relacionada con el funcionalismo, tratamos de dejar constancia de que el funcionalismo no sólo es antropología. También la Filosofía de la Mente utiliza los conceptos y herramientas asociadas a esta forma de pensamiento.

En la filosofía de la mente, el Funcionalismo es una doctrina metodológica que propone que los estados mentales sean definidos por el papel que desempeñan en la generación de la conducta dado el entorno en que se encuentra el organismo. También se dice en el Funcionalismo que los estados mentales son descripciones funcionales de los estados del cerebro, pero que esas descripciones son satisfechas no sólo por cerebros, sino que se pueden concebir otros sistemas materiales de los cuales sean verdaderas.

Se dice también que la solución del viejo problema metafísico de la relación entre mente y cuerpo es que la mente es el cerebro bajo cierta descripción funcional, aunque algunos funcionalistas no se comprometen en absoluto con qué sea lo que instancia o satisface una descripción funcional de estados mentales que sea capaz de explicar la conducta.

En la metodología de esta clase de funcionalismo tenemos algo manifiesto y corriente, que es la conducta y el problema es cómo explicarla. Se sabe que los factores clave de la explicación son el sistema nervioso y el entorno, incluyendo en el entorno elementos del propio organismo. De manera que el camino evidente es determinar cuáles son las funciones nerviosas relevantes, en el sentido biológico de cuáles son los procesos que tienen lugar sobre todo en el cerebro y que desempeñan un papel en la producción de la conducta.

El problema es que la conducta de muchos organismos, en especial los humanos, es muy variada y no se sabe bastante del cerebro como para explicarla. El método que propone el funcionalismo consiste en identificar los estados internos por la conducta que es generada dado cierto estímulo y cierto entorno. Muchos términos de uso legítimo en ciencia son definidos de esta manera.

 El Conductismo Lógico ha sugerido que los términos mentales del lenguaje ordinario se entiendan como términos que designan disposiciones a conducirse de ciertas maneras dados ciertos estímulos. Dejando aparte de momento el problema del lenguaje ordinario, la metodología de individualizar estados internos como disposiciones de producir conductas no destaca algo sobre lo que muchos funcionalistas han llamado la atención: que parece necesario involucrar en esas definiciones a otros estados internos.

Si no se hace esto, por un lado pasamos del viejo recurso que algunos conductistas emplearon cuando vieron que era en exceso complicado encontrar correlaciones entre estímulos y conductas y propusieron recurrir a lo que llamaban “variables intervinientes”. Introducir en las leyes que explican la conducta variables intervinientes implica introducir términos que no se referían ni a la conducta ni a los estímulos. Algunos conductistas proponían que esas variables fueran definidas en términos de los estímulos y las conductas, que son los aspectos observables del problema de la conducta, dejando aparte las funciones cerebrales.

Cuando Hempel se ocupa del problema de los términos teóricos parece que está guiado en especial por el problema de las variables intervinientes, y decide que son necesarias, que son ineliminables a favor de términos que designen conductas y estímulos, y que una cuestión aparte es si designan algo o son meros constructos teóricos.

Esta última postura es la del Instrumentalismo, que es la posición para la cual se plantea el problema de la eliminabilidad de los términos teóricos, puesto que para el realista la cuestión es saber qué designan esos términos y sustituirlos por términos que designen en caso de que los propuestos sean vacuos.

La principal objeción al Conductismo en Psicología partió de que se hizo necesario suponer que los estados internos del organismo interaccionan entre sí, no solo median entre la conducta y los estímulos. Pero esa interacción no se podía representar como causal por desconocimiento de los estados del sistema nervioso, que efectivamente intervienen en la generación de la conducta.

Así, pues, el Funcionalismo se encontró con la necesidad de postular estados internos, de tener que definirlos por su papel en la generación de la conducta y de describir las interacciones entre los estados. Desde luego los estados mentales parecen tener un papel en la generación de la conducta e interaccionan entre sí, el problema es que los estados mentales que se invocan como causas de una conducta se encontraban desde antiguo sometidos a una grave objeción, que es la circularidad en la que se incurre cuando se explica una conducta aludiendo a un estado que se define o se identifica por su capacidad para producir una conducta cuando ambas conductas son la misma.

Conductistas y Máquinas de Turing

Los conductistas habían objetado a la Psicología mentalista que explicaran una conducta, como, por ejemplo, ir al cine, por el deseo de ir al cine, cuando la única manera que tenemos de atestiguar ese deseo es precisamente por la conducta. Un método que satisfacía todas estas necesidades y además encajaba muy bien con las modas, pero también con las esperanzas puestas en los recursos tecnológicos del momento fue proponer que los estados internos son estados de Máquinas de Turing.

Las máquinas de Turing son instanciables, pero es de suponer que las propuestas no sean instanciables por cualquier cosa. Sus estados internos interaccionan entre sí, no solo con sus entradas y salidas. El modo de la interacción no tiene por qué ser causal.

Sea lo que fuere de esta clase de mecanicismo, se puede decir que los estados cerebrales que son identificados como estados de Máquinas de Turing son identificados funcionalmente, puesto que se les identifica por el papel que desempeñan en un sistema dado ciertas entradas en la producción de ciertas salidas. Aunque aquí no hay ninguna alusión interesante al papel que desempeñan en el mantenimiento del sistema, sino que ellos mismos son parte del sistema por definición.

Se pueden considerar, de todas formas, equivalentes Máquinas de Turing que computen las mismas funciones aunque esas máquinas no posean los mismos estados y se pueda decir, por lo tanto, que cierto estado desempeña un papel en la constitución de una máquina.

Inteligencia Artificial y Psicología Cognitiva

El Funcionalismo Mecanicista estaba especialmente habilitado para advertir un problema que tiene una enorme generalidad y un enorme rendimiento en la Filosofía de la Ciencia. Podemos idear una Máquina de Turing cuyas entradas y salidas sean instanciadas por la conducta de un individuo en sus comportamientos por así decir acertados o competentes.

Por ejemplo, la Inteligencia Artificial y la Psicología Cognitiva durante un tiempo marcharon juntas en la tarea de diseñar máquinas reconocedoras de formas, en particular de caracteres escritos. Pero uno de los puntos en que se produce la divergencia entre la Inteligencia Artificial y la Psicología es el tratamiento del error. En la Inteligencia Artificial el problema que hay que resolver es crear un reconocedor de formas eficaz, sea como sea. En la Psicología hay que crear un reconocedor de formas que emule el reconocimiento de formas que tenemos los seres humanos.

El primer indicio de que los humanos no reconocen formas como las máquinas que eventualmente han llegado a ser usadas en la industria, incluida la militar, son las pautas de error. Una máquina confunde caracteres de maneras distintas a como los confunde un ser humano, y un ser humano confunde caracteres de diferente manera en la lectura que en la dactilografía. La Psicología Cognitiva y la Inteligencia Artificial tomaron caminos divergentes, incluso dentro de las teorías cognitivas también ha habido caminos divergentes.

Uno de los caminos conduce a distinguir entre competencia y actuación. Hay una descripción simple formal de la mayor parte del comportamiento verbal de una persona e incluso del comportamiento verbal de la mayor parte de las personas que hablan una lengua y la teoría formal que es instanciada en gran parte por la mayoría de los hablantes se denomina “teoría de la competencia”.

Los lingüistas generativistas han discutido sobre el tipo de sistema que describe la competencia, y algunos han tratado de mostrar que las propiedades de ese sistema son tales que no las puede satisfacer una teoría conductista del comportamiento lingüístico.

Por ello han escrito artículos que trataban de excluir los autómatas que con mayor facilidad podían ser descritos en términos de entradas, salidas y algún mecanismo muy simple, semejante a la asociación o a la iteración que hubiera sido señalado por conductistas o empiristas. En general además han propuesto que la teoría de la competencia era asunto de la Lingüística, y la teoría del comportamiento verbal, que no se ajusta a la competencia, era asunto de la Psicología.

 

Si te ha interesado el tema…se continúa en homúnculos y cerebros en bañeras, disponible en el tiempo que tarda un homúnculo en sacar al cerebro de la bañera y engrasar todas sus sinapsis 😉

El concepto de ciudadanía está en el centro de la filosofía política. La estabilidad e integración de las sociedades democráticas depende no solo de sus instituciones, sino de las disposiciones y actitudes de sus miembros respecto a lo público y de la convivencia y cooperación entre ellos.

Antes que nada hay que preguntar que es un ciudadano. Podemos fijar la aparición del concepto moderno de ciudadanía en el período de la Revolución Francesa. Es entonces cuando el significado de ciudadano deja de ser el de un súbdito libre de un soberano, situado bajo su obediencia y protección, y adquiere un nuevo sentido que en lo esencial es el actual. Podemos distinguir tres aspectos en esta nueva ciudadanía:

  • Los ciudadanos son sujetos considerados iguales legalmente, y ya no diferenciados por privilegios derivados del lugar, corporación o estamento en el que se ubican.
  • La ciudadanía tiene una dimensión política: el ciudadano es un sujeto político que participa, siquiera sea a través de sus representantes, en la creación de normas y el gobierno de asuntos públicos.
  • Es una condición nacional-estatal. El ciudadano forma parte de una entidad colectiva, la Nación o el Estado, que comprende al conjunto de los ciudadanos y tiene una identidad propia.

Muchos estudiosos distinguen tres dimensiones de la ciudadanía actual:

  1. La de los derechos. Es un estatus legal. Ser ciudadano es ser titular de ciertos derechos con los deberes correspondientes.
  2. La de la participación. Es una condición política. Lo que define al ciudadano es su capacidad de intervenir en los procesos políticos y formar parte de las instituciones públicas de gobierno de la sociedad.
  3. La de la identidad o pertenencia. La ciudadanía se entiende como pertenencia a una comunidad singular, ordinariamente identificada por una historia y unos rasgos étnicos o culturales propios.

Estos tres aspectos solo son separables analíticamente, hay relaciones complejas entre ellos. Por ejemplo, la atribución de los derechos puede ser determinada por la definición que se adopte de la identidad nacional y el tipo y la extensión de los derechos atribuidos al ciudadano configuran el significado y alcance político de la ciudadanía.

Entre las cuestiones que se plantean hoy respecto de la ciudadanía podemos destacar tres: Las relacionadas con la complejidad, estratificación y pluralidad de la ciudadanía. Es problemática la apertura de la ciudadanía tanto hacia adentro (admisión y exclusión del espacio cívico) como hacia afuera (ampliación en una dirección cosmopolita). Importa la calidad de la ciudadanía como condición de la estabilidad y el bienestar de las sociedades democráticas.

Ciudadanía, igualdad e identidad plural

El modelo unitario y universalista de ciudadanía nacido de las revoluciones del siglo XVIII define a ésta como un estatus de igualdad. El principio básico de la ciudadanía contemporánea es que en el ámbito de la comunidad política todos los sujetos que tienen la condición de ciudadanos son iguales ante la ley, con independencia de su estatus y circunstancias en otros ámbitos y niveles no políticos, como el sexo, linaje, domicilio, etc.. Y esa abstracción respecto a las condiciones que diferencia a los individuos en la vida social garantiza la igualdad en el plano jurídico y político.

Por eso la ciudadanía moderna es homogénea: nada diferencia entre sí a los ciudadanos en cuanto tales. Sin embargo, no sólo han sido excluidos históricamente de la ciudadanía muchos de los residentes en cada sociedad, sino que dentro del espacio cívico formalmente igual y homogéneo hay desigualdades de estatus. Hay una estratificación social real que convive con la igualdad formal de la ciudadanía y una diversidad que no es atendida por la concepción homogénea de la ciudadanía.

Fraser ha denominado demandas de redistribución a las que reclaman una igualdad social que haga real la igualdad formal de la ciudadanía. Estas demandas han movido las luchas políticas y sociales de los dos pasados siglos, y fruto de ellas es el desarrollo de la ciudadanía social. Pero aunque hoy los problemas de la justicia social han pasado a segundo plano en los debates de la ciudadanía, han pasado en cambio a tener el protagonismo en la teoría política actual las demandas de reconocimiento de la diversidad de identidades de colectivos y grupos sociales, y en particular de las identidades culturales.

Se reclama una rectificación del concepto de ciudadanía que se haga cargo de la diversidad sustancial de condiciones que se engloban bajo la figura unitaria del ciudadano. Las demandas de justicia social se orientan en la dirección de hacer real la igualdad de los ciudadanos, mientras que las demandas de reconocimiento requieren disolver la homogeneidad de la ciudadanía y abrir paso a la diferencia.

Ciudadanía social

La idea de una ciudadanía social tiene como presupuesto la tensión entre la igualdad y reciprocidad que entraña la ciudadanía en el plano legal y político, y la desigualdad material existente entre los ciudadanos. Es el ensayo Ciudadanía y clase social del sociólogo británico Marshall el que desarrolla el concepto de ciudadanía social. Pretende explicar como es posible que conviva la ciudadanía, que es un estatus de igualdad, con el capitalismo, que se rige por la lógica desigualitaria del mercado. Para ello representa el desarrollo histórico de la ciudadanía moderna como un progreso en el reconocimiento de los derechos inherentes al estatus de ciudadano.

Así, la ciudadanía civil comprende los derechos necesarios para la libertad individual, como la libertad personal y de movimiento, de pensamiento, etc., y la social abarca todo el espectro, desde el derecho de seguridad y a un mínimo bienestar económico al de compartir plenamente la herencia social y vivir la vida de un ser civilizado conforme a los estándares predominantes en la sociedad.

La ciudadanía social se realiza en el siglo XX, con el Estado del bienestar, desarrollado en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Las políticas sociales del Estado del bienestar mostraron que es necesario actuar sobre la estructura social para garantizar eficazmente la autonomía individual frente a los límites del contexto social. Es verdad que la ciudadanía social no garantiza la igualdad material, pero, según Marshall, proporciona una igualación de estatus, en tanto que universaliza ciertas condiciones de “vida civilizada” por la vía de los derechos.

Desde la derecha se ha criticado la ciudadanía social porque los costosos derechos sociales requieren recursos fiscales que se detraen de otras posibles inversiones privadas y sobrecargan al Estado. Como alternativa, neoconservadores y neoliberales proponen la deprivatización de la asistencia social, así como la promoción de la iniciativa espontánea de la sociedad civil y de la responsabilidad y competitividad de los individuos. En cualquier caso, la ciudadanía social del Estado del bienestar no puede se considerada en nuestros días como un logro ya definitivo, más bien un espejismo.

La corriente dominante neoliberal, afianzada por los procesos de globalización económica la pone en riesgo. La solidaridad queda confiada a las organizaciones de la sociedad civil y los servicios asistenciales retornan a la iniciativa privada; en consecuencia, la ciudadanía social es vinculada al humanitarismo, cuando no al mercado. Además, los derechos sociales no han llegado a ser genuinamente incondicionales, como los demás derechos fundamentales. Para ser auténticos derechos inherentes a la ciudadanía, deberían ser universalmente garantizados, con independencia de la coyuntura económica. Su realización es problemática, ya que esta garantía requiere interferir en el libre funcionamiento del mercado.Y ya sabemos cómo se las gasta.

Por otra parte, la ciudadanía social ha estado ligada a la participación del mercado de trabajo. El Estado del bienestar se convirtió en canalizador de la distribución de la renta a través del pleno empleo y la regulación de los mercados de trabajo, y la redistribución de los recursos gracias al sistema de transferencias fiscales y a la emancipación relativa de los ingresos mercantiles en sanidad, educación, etc.. Hoy se abre camino la idea postproductivista de una ciudadanía no ligada al contrato y a la producción, sino a actividades guiadas por la solidaridad y la reciprocidad. En esta dirección se mueve la idea de una renta básica de la ciudadanía, basada en la reivindicación del “derecho a la existencia”. La renta mínima de ciudadanía podría reforzar los principios de la ciudadanía social, la universalidad de la ciudadanía y, sobre todo, desvincular la renta del trabajo retribuido.

Ciudadanía y diversidad cultural.

Del mismo modo que la desigualdad material desmiente la igualdad formal de la ciudadanía es hoy puesta en cuestión la concepción unitaria, homogénea de la ciudadanía, porque pasa por alto las diferencias de género, étnicas y culturales que subyacen a la esfera política. La demanda de reconocimiento de las identidades diferenciadas y, en particular, de la pluralidad cultural, ocupa hoy el primer plano: la perspectiva de la identidad cultural domina no solo en la teoría política, sino incluso en el diseño de las políticas públicas.

Ciudadanía y género

La situación de las mujeres en el espacio público muestra con especial claridad la insuficiencia del modelo universal abstracto de ciudadanía, y la necesidad de tener en cuenta la realidad particular y situada de los ciudadanos. La igualdad formal de la ciudadanía de las democracias liberales no ha impedido que las mujeres continúen siendo en la práctica ciudadanas de segunda, que votan, pero que ocupan un lugar secundario en la vida política.

Aunque el acceso a la ciudadanía sitúa a las mujeres en un plano de igualdad, esta será puramente nominal si no cambia su situación en la esfera doméstica o laboral: su presencia en el mundo público seguirá marcada por su situación subordinada en el privado.

La crítica apunta también a la homogeneidad del concepto de ciudadanía. En la comunidad democrática liberal caben las diferencias de opinión, pero no las diferencias culturales o de género, que son relegadas al ámbito privado. Esto tiene como consecuencia que los grupos excluidos o escasamente representados en la arena pública no pueden manifestar sus intereses y aspiraciones desde su propia perspectiva.

Por último, la esfera pública está construida sobre categorías específicamente masculinas, y definida en oposición (y a la vez sobre) la esfera doméstica en la que se confina a las mujeres. El mundo público está basado en la igualdad y el doméstico en la subordinación. El ciudadano es concebido prescindiendo de sus relaciones familiares y particulares, considerándose políticamente irrelevante en la vida doméstica. La supuesta ciudadanía universal es en realidad una ciudadanía masculina, que impone sus rasgos particulares como universales; y la dominación política y económica sobre las mujeres tiene sus raíces en este hecho.

Estas críticas apuntan a la necesidad de redefinir la ciudadanía en el sentido del reconocimiento y equiparación de los géneros. Pero se suelen distinguir dos propuestas al respecto:

  • Subraya la diferencia de características, capacidades e intereses de las mujeres, que se traduciría, en las propuestas más radicales, en la búsqueda de una manera específicamente femenina de situarse y actuar en la esfera pública.
  • Se propone alcanzar una situación de igualdad entre varones y mujeres que haga realmente irrelevante la diferencia sexual. La perspectiva de la igualdad propone remover los obstáculos que se oponen a la plena inclusión e igualdad que implica el concepto moderno de ciudadanía, hacer efectivas sus promesas incumplidas y lograr una auténtica ciudadanía común, haciendo irrelevantes las diferencias en las que se ha apoyado en el pasado la subordinación y exclusión de las mujeres.

Se ha esforzado por alcanzar la participación en igualdad de condiciones de hombres y mujeres tanto en el ámbito político como en el laboral, así como en el espacio doméstico. El enfoque de la igualdad dejó claro que no se puede avanzar en la equidad de género sin un objetivo de participación y distribución de recursos más justa y, para ello, como se defiende desde la diferencia, se requiere transformar los valores culturales que rigen el androcentrismo.

Basado en La actualidad de la ciudadanía, de Fernando Quesada.

Capítulo 10 de Ciudad y Ciudadanía. Senderos contemporáneos de la Filosofía Política. Ed. de Fernando Quesada

The life and Death of Marina Abramovic

Creación de Robert Wilson, Marina Abramovic y Antony

Teatro Real , 17 de Abril 2012

No sé porqué esta obra se encuentra incluída dentro del abono de ópera del Real. Porque ópera, lo que se dice ópera, no es. Ni de lejos. Puede que sea que Abramovic tiene la pasta suficiente para hacer lo que le de la gana. Puede ser que intenten abrir las mentes al público normalmente rancio y reaccionario que suele acudir a este recinto, apuesta cuanto menos arriesgada. Quien lo sepa que me ilumine. Por curiosidad morbosa.

En cualquier caso, no es ópera. Pero cuando Maimónides escribió su Guía de Perplejos, permitidme el chiste por el título que no el contenido, estaba anticipándose al arte postmoderno, ese que Duchamp inauguró con su obra La fuente y originó el concepto de ready mades. Esta nueva forma de hacer arte, ante la cual la mayoría de los mortales nos sentimos ignorantes, por no decir perplejos y en ocasiones estafado, fue el pistoletazo de salida hacia el todo vale y las performances. Pero no voy a hablaros del arte postmoderno, aunque bien se merecería una paja mental, porque desde luego levanta pasiones, al menos las mías, de todo tipo. Lo que yo presencié es un espectáculo al que no sabría ponerle nombre, o como le ha puesto Francisco Calvo Serraller en el díptico informativo que te esperaba en tu asiento,  una obra de arte del futuro. Entiendo que en el sentido del potencial que tiene para servir de germen a un nuevo concepto de expresión artística, porque lo que yo presencié desde luego que fue una obra de arte, pero del presente.

Abramovic es una de las más famosas performers del planeta, según ella la abuela del arte performance. Y sigue viva, aunque el título de la obra lleve a engaño. Vivita y coleando, con más vitalidad y ganas de comerse al mundo y al público que nunca. El recorrido y las performances de Abramovic, cuyo acento agudo en la c no es permitido por este editor de texto, son extensas, atrevidas, extravagantes hasta el punto de la inconsciencia, con la que ha jugado en algunas de sus obras, y con el dolor, y con la mente y su relación con el cuerpo. Desde luego no deja indiferente.

Esta obra en cuestión fue encargo del Manchester International Festival, Theater Basel, Art Basel, Holland Festival, Salford City Council, deSingle de Amberes y  Teatro Real de Madrid. Y en ella han confluido un número importante de artistas reputados y reconocidos.

El creador y director de escena es Robert Wilson, Marina Abramovic hace de cocreadora. Wilson es una figura clave en la renovación de las artes escénicas, y un artista multidisciplinar con un registro increiblemente amplio. Marina le ofreció a Robert el relato de su vida para su recreación dramática, entregándose en cuerpo y alma como material melodramático. Este intercambio marca un hito en la evolución de la artista serbia, cuya trayectoria como performer fue cambiando de lo corporal a lo psíquico, llegando ahora a un bucle donde la introversión y la extroversión se entrelazan hasta confundirse. Wilson recompone los fragmentos de una vida que se despieza en múltiples voces y máscaras, armando una pieza dramática sobre la vida mortal de Abramovic y sobre el anhelo humano de la ingravidez. En definitiva, sobre el deseo humano de aligerar el peso muerto de la vida.

Wilson ha utilizado todos los recursos artísticos disponibles, obteniendo una fusión de géneros a partir de la sinergia creativa de los diversos especialistas que han formado parte del proyecto.

El compositor de la parte musical es William Basinski, junto con Antony que también hace de compositor y director musical. Antony Hegarty tiene un currículum impresionante, desde su propia banda Antony and the Johnsons hasta colaboraciones con músicos tan dispares como Lou Reed, Björk o Franco Battiato. Este curriculum y este vagaje yo no lo ví por ninguna parte. Su actuación me pareció al borde de lo patético, no estaba para nada a la altura del resto de la obra. Las canciones que interpretó eran tipo El Rey León, y con una sosez inaudita. Una decepción, grande. Claro que siempre te queda la duda de…no capté su arte, el enfoque que aportaba desde la emotividad y la sensibilidad me parecieron ñoñerias comparadas con el tono de la obra salvaje, rápido y en ocasiones brutal. En cambio la música de Basinski (y la parte que le toque a Antony de esa composición) me pareció transgresora  y muy adecuada. Momentos de industrial al estilo de los viejos Neubauten, momentos de desarmonía y estilo compositivo al más puro estilo de la Escuela de Viena, y electrónica experimental aderezando el conjunto. Por supuesto el cantro tradicional serbio también tuvo su papel hipnótico. Muy apropiada, muy bien pensada, muy bien sonada. Me encantó.

Willem Dafoe para mí es el alma mater de este montaje. Soberbio. Dicción al más puro estilo clásico de un gran actor de teatro. Papel desarrollado y evolucionado como sólo el podría haberlo hecho él. Narraba de manera histriónica y exuberante la historia. Actor como la copa de un pino. Realmente fue un honor verlo en acción durante más de dos horas.

En conjunto disfruté mucho, me mantuvo todo el tiempo pendiente y emocionada, en ocasiones perpleja y en ocasiones entusiasmada. Me gustó. Un auténtico honor y placer ver a tantos monstruos del arte trabajando juntos. Un lujazo haber presenciado algo que puede marcar un antes y un después.

Cuando los principales ingredientes son de color naranja…está claro el color del que saldrá la crema. Me encanta el naranja, como se ve, como huele y como sabe 😉

¿Cuantos ingredientes naranjas, que no sean las naranjas conoces? Seguro que estos dos: calabaza y zanahoria. Luego lleva otros dos ingredientes, blanco y rojo, que al mezclarlos obtenemos un rosa anaranjado…vengaaaaa admite pulpoooo 🙂

Cogemos pues una calabaza tipo violín, de esas con forma de botellita, porque tienen el tamaño adecuado. Si no cualquier otro tipo de calabaza, pero un pedazo de algo menos del kilo. Se pela, se le quitan las pipas y se parte en cuadrados medianos.

Se coge una zanahoria hermosa, o dos pequeñas, se le quita la piel y el tallo y se pela en rodajas.

Una cebolla mediana y un tomate maduro mediano. Se les quita la piel y se parten en trozos pequeños.

En una cazuela con el fondo de AOVE se echa la cebolla y se empieza a rehogar a fuego bajo. A los 3 minutos más o menos se añade la calabaza y la zanahoria, y se sigue rehogando otros 5 minutos. Añadimos el tomate y seguimos rehogando siempre a fuego lento hasta que el tomate empiece a freírse.

Entonces añadimos las hojas del tomillo fresco, un buen ramillete, pero sólo las hojas, así que un poco de paciencia para quitar toda las ramitas, sal y pimienta. Imprescindible tomillo fresco, con seco no da el mismo resultado. Damos unas cuantas vueltas y cubrimos de agua, pero justo justo cubrir, a menos que te guste más sopa que crema, en cuyo caso un poco más de agua. Subimos a fuego muy fuerte y esperamos a que empiece a hervir, en ese momento tapamos la olla y bajamos a fuego medio. Cocinar hasta que la calabaza esté tierna, que serán unos 20 minutos más o menos.

Cuando todo esté tierno se añaden dos quesitos desnatados y se pasa por la procesadora, y a continuación por el chino, para que quede muy muy fina.

Presentar la crema es bien sencillo, sólo hay que espolvorear con alguna semilla oscura, por ejemplo unas cuantas semillas de sésamo negro. Caliente, tibia…incluso fría. El tomillo fresco da un aroma y un sabor que te sorprenderá. Pruébalo, ya estás tardando. ¡Bueno provecho!

INGREDIENTES

  • 2 calabaza pequeña, tipo violín
  • 1 zanahoria grande
  • 1 cebolla mediana
  • 1 tomate mediano maduro
  • un ramillete de tomillo fresco
  • un par de quesitos desnatados
  • semillas de sésamo negra
  • Sal, pimienta y AOVE

MANUFACTURA

  • Pelamos la calabaza y la cortamos en cuadros
  • Pelamos la zanahoria y la cortamos en rodaja
  • Pelamos la cebolla y el tomate y los cortamos en trozos medianos
  • Sofreímos en un poco de AOVE la cebolla, a fuego lento
  • Añadimos la calabaza y la zanahoria, dejamos unos minutos
  • Añadimos el tomate y seguimos pochando unos minutos
  • Añadimos las hojas del tomillo fresco, sal y pimienta
  • Cubrimos de agua y subimos a fuego fuerte para que empiece a hervir
  • En ese momento lo tapamos, bajamos el fuego y dejar unos 20 minutos
  • Añadir un par de quesitos y triturar
  • Pasar por el chino
  • Servir y espolvorear con sésamo negro

La Antropología da explicaciones funcionales

Durante el siglo pasado, en especial hasta los años sesenta, estuvo muy extendido el rechazo del concepto de causa en las ciencias sociales y de la exigencia de que las explicaciones propias de ellas fueran causales. Uno de los argumentos contra la idea de causa procedía de un clima de general de descrédito que esta noción tenía en la Ciencia, especialmente en la Física donde, según se decía, la indeterminación de algunas parejas de propiedades contradecía la posibilidad de encontrar explicaciones causales de la evolución de los sistemas físicos.

En las Ciencias Sociales se rechazaba también el tipo de explicaciones históricas de los rasgos de los sistemas sociales que ofrecían el difusionismo y el evolucionismo, complementadas las explicaciones evolucionistas por algunas leyes o patrones generales del cambio de las sociedades humanas. Las teorías llamadas “evolucionistas”, tales como la de Tylor, Frazer o Comte, no tienen mucho que ver con la teoría biológica que comúnmente llamamos “teoría de la evolución”, salvo una remota analogía. Las objeciones al evolucionismo y al difusionismo convenían con una doctrina de la explicación y también de la constitución de los grupos sociales que fue el Funcionalismo.

 Radcliffe Brown y Malinowski fueron los más afortunados practicantes y defensores del Funcionalismo. Sostenían que todo rasgo de un sistema social desempeña un papel en el mantenimiento del sistema, y que la explicación de su presencia consiste en mostrar cuál es ese papel. Esta posición, como era necesario, se ocupó de rechazar la idea de que en los sistemas sociales existen vestigios (o “survivals”, como los llamaban), bien de épocas pretéritas en la evolución de un sistema, bien de importaciones culturales.

 Pero a Hempel no le parecen las más acertadas

Hempel, filósofo de la ciencia que recogió el legado del positivismo lógico, y que desarrolló un modelo completo sobre la explicación que veremos en otra entrada, abordó una gran variedad de problemas acuciantes en la metodología de las ciencias sociales y trató de resolverlos analizando la estructura lógica de esos problemas y de la parte de las teorías y de los conceptos involucrados que consideró suficiente para aclararlos.

En el caso de la explicación evitó situar como central el problema de la causalidad y ofreció un modelo principal de explicación, el nomológico deductivo, por relación al cual se analizaban las peculiaridades de casi todos los tipos de explicación presentes en la ciencia. En este modelo un hecho queda explicado cuando puede derivarse de la aplicación de una ley.

Sobre las explicaciones funcionales llegó a la conclusión de que éstas son más débiles que las explicaciones nomológico-deductivas, porque explican la presencia de un rasgo en un sistema haciendo ver que ese rasgo es una condición suficiente de una condición necesaria para el mantenimiento del sistema en un contexto dado, en el caso de los sistemas sociales su entorno natural y los demás grupos sociales con los que interactúa.

Hempel consiguó de esta manera una reconstrucción bastante adecuada de la estructura de las explicaciones del Funcionalismo en Antropología.

Problemas del Funcionalismo

Aparte de la relativa debilidad de la explicación funcional, el Funcionalismo se enfrentó a varios problemas:

  • identificar cuáles son esas condiciones necesarias para el mantenimiento de un sistema social,
  • si esas condiciones se pueden especificar con independencia de las creencias de los propios miembros del sistema social,
  • si todos los rasgos de un sistema contribuyen a su mantenimiento, puesto que los sistemas sociales cambian y desaparecen.

El Estructuralismo en las Ciencias Sociales insistió en que la presencia de un rasgo en un sistema depende de la presencia de los demás rasgos, pero que esa dependencia no es causal ni funcional, sino lógica o formal, y que el catálogo de esos rasgos está limitado por motivos lógicos y mentales comunes a la especie humana.

Posteriormente, un movimiento llamado “Materialista” llamó la atención sobre el papel que desempeña el entorno en la limitación de las posibles características de un sistema social, y se mostró más decidido al especificar al menos una parte del repertorio de funciones que un sistema social tiene que llenar. Marvin Harris, creador del Materialismo Cultural, que explica las diferencias y similitudes socioculturales dando prioridad a las condiciones materiales de la existencia humana, declaró que el tipo de explicaciones que él ofrecía era causal, pero desde luego no lo eran. Los cambios en el entorno y los recursos tecnológicos limitan las maneras de llenar las condiciones necesarias para el mantenimiento del sistema, y limitan las modificaciones posibles de éste, pero eso no afecta al hecho de que hay diferentes maneras de llenar esas condiciones y Harris no consiguió que sus explicaciones dejaran de ser funcionales.

El modelo de explicación de Hempel nos sirve para ver que las explicaciones de Harris no son causales y aclara algunas dificultades del funcionalismo. Pero no nos ayuda de manera evidente con dos problemas ulteriores.

  • Por una parte, hay explicaciones que son funcionales porque emplean conceptos definidos funcionalmente.
  • Por otra parte, se atribuyen con frecuencia funciones a entidades tales como procesos u órganos y también se dice de ciertos procesos que son funciones.

¿Qué papel tienen esas atribuciones en la explicación y en la investigación de esas entidades?, ¿qué es una definición funcional de un concepto?, ¿para qué una atribución de funciones?, ¿qué quiere decir que un proceso es una función? En el caso de las explicaciones funcionales de la Antropología hay que explicar un rasgo o un conjunto de ellos cuya observación y descripción no son lo más problemático. Por ejemplo por qué en la India no se comen las vacas, o en una cultura dada por qué ciertos tipos de matrimonio no están permitidos.

Ciertamente hay diferentes escuelas de Antropología y es raro que haya habido pleno acuerdo sobre la suficiencia de cualquier explicación ofrecida, de manera que han hecho notar que una cosa son las prohibiciones y otra cumplirlas y han elaborado sistemáticamente la distinción entre los valores proclamados y las conductas efectivas; también se ha discutido la manera de individualizar instituciones en las descripciones de la conducta, y lo que parece al principio evidente y fácil de describir, como un culto religioso, acaso sea imbuido de conceptos peculiares de la cultura de quien hace la descripción. Estos son problemas importantes de la Antropología que involucran cuestiones metodológicas, pero sobre todo cuestiones conceptuales y empíricas propias.

El Funcionalismo en la Biología

En la Biología también se da este tipo de explicaciones funcionales. Los médicos se han preocupado desde la antigüedad de explicar por qué ocurren ciertos procesos biológicos. La respiración es un fenómeno cuyas propiedades más evidentes trataron de explicar los médicos desde hace unos cuantos siglos. Una de estas explicaciones consistió en que la inhalación de aire ayuda a refrigerar el organismo, que es calentado por los procesos de cocción de la digestión. Esa explicación es funcional porque indica una necesidad, la refrigeración de un sistema, un organismo que, supuesto que realiza otros procesos que amenazan su integridad, debe ser satisfecha de alguna manera.

En la actualidad se atribuye a la sudoración este papel y el proceso de la digestión no se considera una cocción, pero cierto nivel de explicación de por qué algunos animales sudan es funcional en el sentido de Hempel.

Un proceso que tiene una función es llamado también él “una función”. Aludir a algún proceso como una función es señalar que ese proceso ocupa un lugar, que quizá podría ser ocupado por otro proceso en la constitución de algo que es considerado como alguna clase de sistema que se puede individualizar y que tiene alguna permanencia. Esto es muy vago y no pretende dar doctrina ontológica sobre qué son sistemas o qué son organismos.

La necesidad que llena la función, esto es, el proceso descrito como una función, puede ser una necesidad definicional del tipo de entidad en la cual ocurre el proceso. En los textos elementales de biología se enumeran las funciones vitales. Un género de entidades que no pueda alimentarse ni reproducirse no es un género de entidades vivas, por definición. Este repertorio de funciones vitales elimina la necesidad de referir las explicaciones y caracterizaciones funcionales del resto de la biología a la genérica “condición necesaria para el mantenimiento del sistema” a la que alude Hempel.

En realidad muchos de los procesos que son llamados funciones pueden ser descritos sin aludir al papel que desempeñan para realizar las funciones vitales del organismo en el que tienen lugar. La fotosíntesis se puede describir en términos exclusivamente bioquímicos sin referirse a qué papel desempeña en las plantas. Pero se sigue llamando “función” a la fotosíntesis, y el estudio de las funciones biológicas es en su mayor parte bioquímica. Igual que otros procesos que no se suelen llamar funciones, como muchas enfermedades. Llamar “función” a algunos procesos recuerda que desempeñan un papel los organismos de cierto género.

El marco teórico e histórico general que ayuda a determinar qué procesos se pueden considerar funciones en biología es la teoría de la evolución, que atribuye a la mayoría de los procesos y órganos de los seres vivos un papel en el manteniento del individuo o de los genes o de las poblaciones.

Necesitamos explicar las cosas

Si hay un rasgo que caracterice a nuestro mundo tal como lo conocemos, es sin duda, la interminable sucesión de fenómenos. Y si hay un rasgo que caracterice al ser humano es su curiosidad innata por encontrar explicaciones a dichos fenómenos. Necesidad existencial podría decirse, ya que dedicamos gran parte de nuestra vida en tratar de comprender lo que nos rodea y encontrar respuestas que satisfagan nuestra marcada tendencia a darle sentido a todo.

Pero no sólo se trata de curiosidad, sino también de supervivencia. Controlando el entorno es como hemos conseguido nuestro status en la cúspide de la piramide de la evolución biológica. Pronosticando los fenómenos y tratando de controlarlos hemos conseguido grados de adaptabilidad inauditos para el resto de especies.

La Ciencia no sólo describe, explica

La formulación de leyes y teorías científicas es lo más adecuado a la hora de prever eventos naturales y controlarlos. De esta manera, la ciencia dispone de métodos sistemáticos, muy sofisticados, que permiten por medio de clasificaciones y generalizaciones, describir los diversos aspectos de los fenómenos naturales, para así, poder explicarlos.

Una manera de comprender estos métodos utilizados por la ciencia, ha sido concebirlos como modos de dar respuestas a cierta clase de preguntas sobre los fenómenos. Pero, las respuestas a estas preguntas, sólo adquieren el rango de leyes si logran alcanzar cierto grado de generalidad y precisión.

Sin embargo, las ciencias no se conforman con sólo describir fenómenos y establecer leyes a partir de ciertas generalidades. En su incesante búsqueda de respuestas, tratan también de responder a la pregunta del porqué esos fenómenos son lo que son y por qué se dan o pueden darse ciertos sucesos.

En nuestro día a día encontramos diferentes intenciones significativas. Desde la narración descriptiva de hechos, a la distinción o elucidación de conceptos, pasando por el adiestramiento. Y aunque en nuestra vida cotidiana describir y explicar pueden ser conceptos intercambiables en la mayoría de las ocasiones, debe quedar claro que para la ciencia, describir y explicar son conceptos claramente diferenciados.

  • Describir es responder a la pregunta acerca de cómo es algo,
  • Explicar es responder a la pregunta acerca de por qué algo es como es.

En esta búsqueda de explicaciones sistemáticas, la ciencia, específicamente la desarrollada en las primeras décadas del siglo XX, trata de eliminar toda forma de indeterminación del lenguaje corriente, sometiéndolo a rigurosas modificaciones para aumentar la especificidad de sus expresiones lingüísticas. El propósito de esta precisión en el lenguaje es que los enunciados científicos sean susceptibles de ser sometidos a pruebas a través de la experiencia.

Destripando la explicación

Distinguimos tres tipos principales de explicación, atendiendo a los hechos que describe:

  • Si se trata de hechos particulares, tendremos dos tipos de explicación
    • Determinista (EDP)
    • Indeterminista (EIP)
  • Si se trata de hechos universales, las explicaciones se llaman generales (EG) o leyes

Analizando en más profundidad el concepto de explicación podemos identificar los siguientes componentes:

  • Explanandum (Exm), aquello que requiere una explicación
  • Explanans(Exs), aquello que proporciona la explicación.
  • Relación Explicativa (EXP), la que se establece entre Exm y Exs en virtud de la cual Exs explica Exm
  • Análisis (Exs EXP Exm),especificar qué son Exm, Exs y EXP en cada uno de los tres casos EDP, EIP, y EG de modo que
    •  (i) se muestre qué hay en común y qué hay de diferente,
    • (ii) coincidan con los casos paradigmático.

Es decir, toda explicación está formada por un   explanandum (enunciado relativo a un hecho). y un explanans (leyes, condiciones factuales).

Para que una explicación sea científica…

No obstante, a pesar del incesante deseo de hallar respuestas satisfactorias al flujo continuo de eventos, no todas las respuestas relacionadas con la pregunta ¿por qué? alcanzan siempre rango de cientificidad. Si bien una explicación es una posible respuesta a una pregunta del tipo ¿por qué? no todos los modos de responderla siguen siempre el mismo patrón, ni todas las preguntas de este tipo poseen el mismo sentido.

Esto llevó a los positivistas lógicos a intentar reducir los diferentes modelos de explicación a un modelo común que pudiera ser utilizado en todas las ciencias. El término “explicación” quedó restringido, desde esta perspectiva, a la simple explicación del “por qué” de los hechos; considerándose sólo como explicación científica aquella que busca su marco y conceptos de referencia únicamente en las relaciones causales. En otras palabras, toda explicación debía dejar claro por qué, dada ciertas condiciones antecedentes, se podría haber esperado que ocurriese el acontecimiento a explicar.

De esta manera, la forma científica de toda explicación quedó estructurada en relación a los por qué (razones o causas), que permiten entender el modo como se concibe un evento, es decir, el establecimiento de inferencias causales o de pronósticos que permitan la predicción de sucesos por estar referidos al cumplimiento de leyes. La tarea de la ciencia, desde este punto de vista, estaría limitada a explicar los fenómenos sobre la base de leyes de la naturaleza que traduzcan un orden necesario de las cosas y por tanto, que sean algo más que contingentemente verdaderas.

Las leyes explican así nuestra experiencia en virtud de que la ordenan refiriéndola a instancias particulares de principios generales que permiten establecer un orden explicativo y predictivo entre los complejísimos datos de nuestra experiencia, es decir, los fenómenos del mundo. Al proporcionar, de esta manera, razones, generalizaciones o postulados universales en que los casos particulares logran explicarse, las leyes se convierten en un elemento esencial en toda explicación científica.

Sin embargo, en esta búsqueda de principios generales (leyes), no todas las ciencias presentan un cuadro altamente integrado de explicación sistemática. Si bien para algunas disciplinas científicas el desideratum de tal sistematización rigurosa continua siendo un ideal, la necesidad de organizar y clasificar el conocimiento sobre la base de principios explicativos se mantiene como una constante en cada una de estas disciplinas. A pesar de los intentos por reducir el acto de explicación a un patrón metodológico único, susceptible de ser aplicado en todas las ciencias; empieza a percibirse en la filosofía de la ciencia contemporánea una tendencia a rechazar el formalismo y los rigurosos esquemas sobre los cuales se erigieron estos modelos.

El problema de la explicación en la Ciencia

Desde 1948, cuando Hempel y Oppenheim publicaron su famoso artículo Studies in the logic of explanation, han aparecidos varios modelos de explicación científica. Sin embargo, cada uno ha tenido sus dificultades en proporcionar instrucciones científicas universales que sean necesarias y suficientes a la hora de evaluar una explicación.

Pero, a pesar de estos fallidos intentos, las distintas teorías que se han elaborado acerca de la explicación científica, siguen enfrentándose ante la misma problemática: la cuestión de si existe un modelo de explicación que pueda ser compartido por todas las ciencias o si, por el contrario, los criterios de evaluación de una explicación deben ser elaborados de acuerdo a la naturaleza de cada disciplina científica.

Para algunos filósofos de la ciencia (Hempel, Nagel, Wright, Popper), la naturaleza misma de ciertas disciplinas científicas impide compartir con otras sus modelos especiales de dar explicaciones.

  • En el caso de la Psicología y la Historia, por ejemplo, en la medida que sus explicaciones van dirigidas hacia actos humanos intencionales, no pueden dejar de hacer referencia a los fines que tales actos persiguen.
  • De igual modo, sucede en la Biología, en la que se tiende a explicar los fenómenos biológicos en términos de funciones o finalidades.
  • Todo esto contrasta con lo que ocurre en ciencias como la Física o la Química, cuyos paradigmas son defendidos por aquellos que abogan a favor de un modelo de explicación único para todas las ciencias.

Tipos de explicación

Sin embargo, el modo como se ha desarrollado el debate hasta hoy, pareciera darle la razón a aquellos que piensan que es imposible desarrollar un modelo único de explicación que pueda ser aplicado a todas las ciencias.

En este sentido, uno de los modelos que más influencia ha tenido en los esquemas de explicación que hoy día siguen siendo utilizados en las diversas disciplinas científicas, es sin duda, el modelo nomológico-deductivo propuesto por Hempel, del que hablaremos con detalle en la siguiente entrada.

La rigurosidad del análisis propuesto por este modelo, animó a muchos filósofos de la ciencia a reducir a los mismos esquemas básicos, diferentes tipos de explicación presentes en las distintas disciplinas científicas.

Pero, algunos pensadores han puesto en duda la viabilidad de esta propuesta. La pretensión de extender el modelo nomológico-deductivo al campo de las ciencias sociales o humanas, ha generado una reacción tal, que se duda, incluso, de que este modelo pueda dar cuenta siquiera del concepto de explicación en el ámbito de las ciencias fácticas.

Una de esas voces contrarias es la de Bas Van Fraassen, quien arguye que en el debate sobre la explicación científica, no se ha logrado encontrar una solución al problema debido al permanente rechazo que se le ha dado a los aspectos pragmáticos (como deseos o intenciones) que giran en torno a toda explicación. La tesis principal de Van Fraseen es que toda explicación sólo surge en función a un determinado contexto y que este contexto es el que determina finalmente los aspectos que han de considerarse a la hora de evaluar una explicación. La explicación pasa, de esta manera, de una simple relación entre el hecho a explicar y el conjunto de conocimientos que pueden explicarlo, a una interpretación entre los hechos, la teoría y el contexto.

Con el fin de entender este complicado panorama, en las sucesivas entradas trataremos de describir en mayor detalle los diferentes modelos de explicación científica, que se pueden agrupar en tres grandes grupos:

  • Modelo epistémico. Parte de las ideas Aristotélicas de que las explicaciones son argumentos. Ejemplos de explicaciones incluidas en este modelo serían:
    • Modelo de cobertura legal de Hempel, en el que se incluyen a su vez tres submodelos
      • Explicación nomológico-deductiva, donde un hecho queda explicado cuando puede derivarse de la aplicación de una ley
      • Explicación estadístico-deductiva
      • Explicación estadístico-inductiva
    • Explicación por unificación, desarrollado por Friedman e impulsado por Kitcher
  • Modelo óntico, donde una explicación consiste en mostrar cómo el hecho que se desea explicar se ajusta a la estructura causal del mundo. Dentro de este modelo se incluirían explicaciones del tipo
    • Explicación Causal, desarrollada por Salmon
    • Las diferentes explicaciones Mecanicistas o Intencionales, como las de Bunge o Bechtel
    • Explicación Funcional, también denominada Teleológica, porque responde a la pregunta ¿para qué?, es decir, se centra en descubrir la finalidad que persigue un hecho
  • Modelo pragmático, que parte de la idea de que las explicaciones responden a preguntas cuyo sentido está condicionado por el contexto pragmático en el que se formula la pregunta. Achinstein y Van Fraassen son sus dos representantes de mayor renombre

Iremos entrando en detalle de las particularidades de cada modelo.

Referencias

Para la confección de esta entrada y las siguientes relacionadas con la explicación científica se ha utilizado las siguientes fuentes:

  • Studies in the Logic of Explanation Carl G. Hempel; Paul Oppenheim Philosophy of Science, Vol. 15, No. 2. (Apr., 1948), pp. 135-175.
  • Hempel  La explicación Científica
  • EP. Achinstein, La Naturaleza de la Explicación, FCE, 1989.
  • CHIRINOS BOSSIO, Ricardo. El problema de la explicación en la ciencia: Las explicaciones causales en Bas Van Fraassen. Opcion, ago. 2007, vol.23, no.53, p.140-155. ISSN 1012-1587.
  • Apuntes para la asignatura de Filosofía de la Ciencia de la UNED preparados por el Catedrático J. C. Armero
  • Esquema deductivo-nomológico o de explicación causal. Prof. Dr. José Rodríguez de Rivera. Dpto. Ciencias Empresariales. Universidad de Alcala
  • http://www.altillo.com

LAS DIFÍCILES RELACIONES ENTRE EL ESTADO Y LA NACIÓN

En un país como España, es evidente que la agenda política está polarizada en torno a los temas de la Nación, de ahí que el debate predominante verse acerca de si España es una Nación, si el Estado español es un Estado plurinacional que alberga distintas naciones en su seno, o si la Nación española se define como una Nación compleja y plural que alberga en su interior distintas naciones hasta constituir una Nación de naciones.

La Nación no remite únicamente al pasado, sino a la voluntad de seguir conviviendo juntos en el futuro. Los habitantes de un territorio comparten los recuerdos, las hazañas y las heridas, pero tienen que realizar un plebiscito cotidiano favorable a seguir viviendo juntos. Cuando este problema está resuelto podemos decir que la identidad nacional está garantizada, aunque se pueda ver amenazada por la irrupción de nuevas minorías.

Conviene diferenciar algunos modelos de la relación entre Estado y Nación:

  1. Estado-Nación. La unidad del Estado está garantizada y los problemas se vinculan a la cohesión social y la identidad cultural. La gran conquista de la laicidad francesa que se basaba en sacar los litigios religiosos de la plaza pública se ve cuestionada por una nueva generación de inmigrantes que, ante la imposibilidad de integrarse en el sistema, ante la realidad palpable de que el ascensor social ha quedado bloqueado, descubren que en la mezquita reafirman su identidad y encuentran un sentido a su vida. Cuando el Estado no puede hacerse cargo de las demandas sociales, algunos políticos recurren a los símbolos nacionales y lo hacen con tal eficacia que arrastran a sus competidores a hacerse cargo de ese problema.
  2. El modelo multicultural. Al modelo republicano-laico se le ponía en cuestión por no ser capaz de integrar las diferencias, por empeñarse en superar toda particularidad cultural, desde una universalidad que era puesta en cuestión por la nueva generación de inmigrantes. El modelo británico siempre había operado permitiendo la expresión pública de todas las diferencias religiosas y culturales, pero corría el peligro de abandonar a su suerte a las distintas minorías culturales sin crear un vínculo moral que superara las diferencias.
  3. El Estado Español. Además de tener que hacerse cargo del problema de la inmigración tiene que articular una pluralidad de sentimientos nacionales. En el caso español tenemos desde personas que se consideran y viven como españolas a otras que se definen exclusivamente como vascas, pasando por aquellas que compatibilizan su identidad española con su identidad vasca, catalana o gallega. La incorporación de España a Europa plantea también el problema de la compatibilidad entre estas tres identidades: la estatal, la europea y la regional.

En cualquiera de los tres modelos descritos nos encontramos con el problema actual del Estado, ¿como asegurar la aquiescencia de los habitantes del territorio que domina el Estado? Los individuos se sienten parte de una comunidad, miembros de una Nación, cuando sus derechos están garantizados y cuando sus sentimientos de pertenencia están reconocidos y salvaguardados. Es decir cuando se sienten ciudadanos y no súbditos.

DEL ESTADO LIBERAL AL ESTADO SOCIAL

No se puede establecer una evolución lineal desde el Estado liberal al Estado social sin tener en cuenta lo ocurrido durante los años veinte y treinta del pasado siglo XX.

Ante la amenaza de la revolución comunista, las fuerzas conservadoras europeas optaron, en unos casos por permitir y, en otros, por alentar los procesos que permitieron la interrupción de las instituciones liberales, el desmantelamiento de la democracia representativa y la supresión de los partidos políticos. Todo este proceso se realizó de una forma violenta con la idea de enaltecer valores que, para los teóricos del fascismo, estaban por encima del pluralismo político, del pluralismo social e ideológico y del pluralismo territorial.

En el caso de España, la derrota de la República democrática posibilitó la consolidación de una dictadura. Durante todos esos años no estuvieron permitidos los partidos políticos ni los sindicatos libres, ni hubo elecciones, ni tuvimos Parlamento. Tampoco había un Estado de derecho. La gran diferencia con los países europeos occidentales es que ellos sí recuperaron las instituciones democráticas a partir del final de la Segunda Guerra Mundial.

En ese momento se produce la gran transformación del Estado. No solo porque se consolidan los derechos de la primera generación, sino porque unido a esta vuelta del mejor liberalismo se produce el gran pacto histórico que da lugar al llamado Estado del bienestar. Este modelo de Estado solo es posible porque cuenta con el respaldo de las distintas fuerzas políticas. Todos ellos consideran que no es posible volver al viejo Estado liberal.

Este modelo se legitima por varias razones:

  • La división del mundo en bloques militares hace que en Europa occidental el modelo social tiene que competir con la atracción que provoca el modelo soviético en sectores importantes de los trabajadores europeos.
  • La forma que encuentra el capitalismo de integrar a los trabajadores europeos es mostrar la superioridad de un capitalismo humanizado frente a las consecuencias imprevisibles de los procesos revolucionarios. El recuerdo de la guerra mundial está muy presente.
  • El consenso que se produce en torno a la política económica. En la práctica todas las fuerzas políticas son keynesianas.
  • Se acepta como un elemento del consenso compartido el antifascismo.
  • No se pide a las fuerzas políticas que doten de sentido a la existencia. Se predica la política de la gestión y se avala como deseable el papel del consumidor satisfecho.
  • Los partidos políticos se convierten en grandes máquinas electorales que tratan de encontrar apoyos en todos los sectores del espectro social.

Ya no estamos ante el choque entre grandes cosmovisiones ideológicas que conforman dos mundos enfrentados por razón de la religión o de la clase social. Se buscan fórmulas de transición, de negociación que permitan alcanzar acuerdos corporativos entre la patronal y los sindicatos, auspiciadas por los gobiernos.

UN DOBLE ATAQUE AL ESTADO SOCIAL

El keynesanismo que todos asumían comienza a ser puesto en cuestión por liberales que habían sido muy minoritarios durante los años cincuenta y sesenta. Para ellos, el Estado del bienestar conducía, de una manera suave pero peligrosa, a fórmulas de servidumbre y había que reivindicar el papel del mercado frente al Estado, de la iniciativa privada frente a la empresa pública y de la empresa frente al sindicato.

Comienza toda la retórica favorable a la privatización, a la desregularización, a la flexibilidad, a la desistintucionalización. La habilidad del liberalismo económico estriba en conectar estas proclamas con una sensibilidad cultural que comienza a florecer en la sociedad europea y en la sociedad norteamericana a partir de 1968.

Se ha ido produciendo una integración de la clase trabajadora, pero un malestar difuso recorre las sociedades europeas, recogido por los estudiantes del mayo francés que hablan de devolver la imaginación al poder, de revolucionar la vida cotidiana, de buscar formas de autogestión de las instituciones, etc. Estamos ante una crítica a los valores de la autoridad, de la familia, de la escuela, de la patria, de la religión. Una crítica que apuesta por acabar con fórmulas estereotipadas de diferenciar lo normal de lo patológico, con la distancia abismal entre profesores y alumnos y con fórmulas de familia tradicional.

Esa fuerte reivindicación libertaria va a provocar una reacción de temor por parte de los sectores conservadores que llega hasta nuestros días cuando se habla de enterrar definitivamente el espíritu del 68. El papel del Estado aparece modulado según el lugar que ocupa ante los dos grandes retos ideológicos que van apareciendo. En el primer caso estamos ante un Estado mínimo en lo económico y máximo en lo moral. En el segundo ante un Estado interventor en el campo económico y permisivo en el campo moral.

EL ESTADO MÍNIMO [ECONOMÍA] Y MÁXIMO [MORAL]

El papel del Estado cambia a partir de la irrupción del neoliberalismo económico. El Estado cambia en dos dimensiones fundamentales: en la constitución de mayorías fundamentales y en las funciones que debe cumplir.

No estamos ante un pensamiento liberal-conservador que decide pactar, acordar, negociar con los representantes de los trabajadores y extender lo derechos económicos-sociales. Thatcher decide acometer una batalla social y moral que ponga en su sitio a los sindicatos y que permita alcanzar mayorías electorales favorables al capitalismo popular. Su tesis es que hemos llegado demasiado lejos. El Estado no puede sufragar un gasto público desbordado. Hay que devolver los recursos económicos a los particulares para que ellos compensen privadamente las desventajas de lo público.

Estas propuestas se basan en un análisis de la sociedad británica que divide la misma en tres sectores:

  1. En la cima de la sociedad tenemos a los detentadores del poder económico, del poder mediático y a las grandes élites del poder político, del poder legislativo y del poder judicial.
  2. En el suelo y en el subsuelo de la sociedad nos encontramos con los trabajadores en paro, con los excluidos. Forman este tercer tercio muchas personas que han accedido a las grandes ciudades provenientes de otros países y que sufren una degradación en las condiciones laborales y unas dificultades lógicas de arraigo en una nueva cultura.
  3. En medio de estos dos sectores se encuentra la clase trabajadora con empleo fijo, los profesionales de los servicios públicos, los representantes de los sindicatos, las nuevas clases medias y la antigua pequeña burguesía. Este sector recibe un mensaje doble: en ocasiones se le anima a realizar un pacto con el primer tercio y abandonar a su suerte al tercer tercio y viceversa.

Este modelo que Thatcher importa había sido descrito por Galbraith en USA cuando hablaba de cultura de la satisfacción. Esta cultura la forman los que consideran que el lugar que ocupan en la sociedad corresponde a los méritos que han acreditado en la competencia por acceder a puestos de responsabilidad en el mundo económico o en el mundo político. La diferencia entre la sociedad británica y la estadounidense es que, en la primera, el porcentaje de participación electoral era mucho más elevado que en la segunda.

No podemos considerar que el modelo thatcheriano fue un proyecto que afectara únicamente a la política interior británica. Su planteamiento conectó con lo que se ha denominado la revolución conservadora. El discurso neoliberal pide al Estado que no rompa con las leyes naturales del mercado. El discurso neoconservador le exige que intervenga y que ponga coto al relativismo moral, a la cultura de la permisibilidad, al deterioro de los valores tradicionales donde van a encontrar un aliado decisivo en el papa Wojtila.

Para Juan Pablo II existía una conexión entre el socialismo de los países del Este y la herencia de la Ilustración. El esfuerzo del socialismo por profundizar en el legado ilustrado, por subrayar el antropocentrismo, por constituir un mundo sin Dios ha llevado a la degradación moral, a los países gobernados por el comunismo. A partir de ese momento todo lo ocurrido en los años ochenta y especialmente la disolución del Pacto de Varsovia es interpretado por unos como la victoria del liberalismo económico, por otros como la confirmación de la supremacía norteamericana y, por el Vaticano, como el momento propicio para asestar un golpe a las pretensiones ilustradas al equiparar el totalitarismo de los países del Este con el republicanismo laico.

Las consecuencias para definir las funciones del Estado son claras. El Estado ya no tiene que auspiciar la negociación, el pacto, el acuerdo entre las partes ni avalar la redistribución de la riqueza. En el campo educativo es donde se ve más claro que esta cultura que amplía los derechos de todos a la educación conduce a la degradación de las condiciones escolares y a la pérdida de una cultura del esfuerzo. Son las consecuencias del igualitarismo democrático.

Ese Estado debe velar por mantener los principios morales que responden a la auténtica naturaleza humana. Los parlamentos no pueden legislar sobre determinadas cuestiones que afectan a la vida humana desde su inicio hasta su fin. El enemigo a batir para esta concepción liberal-conservadora es doble: por un lado el Estado social y por otro el Estado laico.

En el campo internacional ya no estamos insertos en un choque entre bloques militares, sino que nos encontramos ante la emergencia de un choque entre civilizaciones. En una situación de guerra contra el terrorismo, los políticos responsables no pueden combatir el mal con un Estado sujeto al derecho. No se pueden pensar que se respeten los derechos de los individuos cuanto está en peligro la supervivencia de la Nación y los valores de la civilización. Derechos que parecían consolidados van desapareciendo en esta nueva versión de la Razón de Estado que acaba con el Estado de derecho. El Estado como amortiguador de los efectos del mercado va perdiendo muchas de sus funciones. La laicidad como condición de la democracia va siendo puesta en cuestión por la vuelta del fundamentalismo.

LA SUPERVIVENCIA DEL ESTADO SOCIAL Y LA APUESTA POR EL ESTADO LAICO

El modelo anterior corresponde a la práctica de los partidos europeos liberal-conservadores y del partido republicano estadounidense, pero ello no impide que esas mismas formaciones políticas prefieran llegar a acuerdos con los sindicatos antes que promover conflictos sociales difíciles de atajar.

Los defensores del Estado social sostienen que el gran pacto histórico entre capital y trabajo que se produjo después de la Segunda Guerra Mundial es una conquista de la que no se puede prescindir. No se trataba de llamar únicamente a participar en la vida política, sino de asegurar que en la vida laboral hubiera unos derechos reconocidos que permitieran proyectar la propia existencia, los planes de vida, desde la seguridad de un Estado que protegía ante el infortunio y que garantizaba prestaciones en el campo de la sanidad, las pensiones y la educación.

Para lograr la legitimidad del Estado social son necesarias dos condiciones de difícil cumplimiento:

  1. Unas mayorías electorales dispuestas a apostar por el igualitarismo y la universalización de los servicios públicos. En el fondo se pide al segundo tercio que tenga una política de solidaridad universalista con el tercer tercio. Esa apuesta solidaria universalista es cada vez más difícil en sociedades donde impera, por un lado el individualismo consumista y, por otro, están presas del miedo y la inseguridad. Por otro lado, muchas de estas clases medias comienzan a pensar que sus hijos van a vivir peor que ellos y que les espera un futuro incierto. Si a ello unimos que, en algunos casos forman parte de los profesionales de los servicios públicos en el campo de la educación y la sanidad nos encontramos con que son profesionales expuestas a los mayores riesgos de frustración, de angustia, de malestar, de quedar quemados ante la avalancha de pacientes o de estudiantes que les reprochan todos los males que acumulan sociedades cada vez más desiguales. No es fácil extender la escolaridad obligatoria y dar una sanidad para todos sin mejorar los recursos, sin extender el número de profesionales, sin adecuar las instalaciones. Y estos recursos no se pueden aumentar sin mantener una presión fiscal alta y sin asegurar una economía competitiva.
  2. No es posible mantener el modelo social europeo sin una economía competitiva. No es factible mantener una economía competitiva cuando se produce una internacionalización de la vida económica donde es posible producir en otras partes del mundo sin tener que negociar con los sindicatos ni respetar las condiciones laborales y sin preocuparse del medio ambiente. Todo esto ha provocado que cuando las sociedades europeas miraban complacientemente la posibilidad de pasar los derechos de segunda generación a los derechos de tercera generación se ha producido un retroceso. Se ha producido una incorporación de trabajadores inmigrantes de distintos países que han cambiado la faz de nuestras ciudades y la cultura de nuestras sociedades. Ello afecta enormemente al Estado porque tiene que decidir si los nuevos trabajadores son miembros de la Nación con los mismos derechos que los autóctonos; si establece un filtro que permita controlar el flujo de los inmigrantes y que política establece para lograr la integración de los trabajadores inmigrantes. Cuando se habla de integrar al otro y de asumir una nueva realidad multicultural, se defiende preservar unos valores que todos pueden compartir ya que no se basan en la etnia ni en la religión, sino que se fundan en la aceptación de las reglas del juego democrático, en los procesos deliberativos y en el llamado patriotismo constitucional.

Basado en Estado, Nación, Ciudadanía y Bienestar de Antonio García Santesmases

Capítulo 10 de Ciudad y Ciudadanía. Senderos contemporáneos de la Filosofía Política. Ed. de Fernando Quesada

Elegía

Publicado: 18 abril, 2012 en Cadaunada

Daré tu corazón por alimento.

Tanto dolor se agrupa en mi costado,

que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,

un hachazo invisible y homicida,

un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,

lloro mi desventura y sus conjuntos

y siento más tu muerte que mi vida.

ΑΩ

Me tendí sobre la hierba entre los troncos

que hoja a hoja desnudaban su belleza.

Dejé el alma que soñase:

volvería a despertar en primavera.

Nuevamente nace el mundo, nuevamente

naces, alma (estabas muerta).

Yo no sé lo que ha pasado en este tiempo:

tú dormías, esperando ser eterna.

Y por mucho que te cante la alta música

de las nubes, y por mucho que te quieran

explicar las criaturas por qué evocan

aquel tiempo negro y frío, aunque pretendas

hacer tuya tanta vida derramada

(era vida, y tú dormías), ya no llegas

a alcanzar la plenitud de su alegría:

tú dormías cuando todo estaba en vela.

Tierra nuestra, vida nuestra, tiempo nuestro…

(Alma mía, ¡quién te dijo que durmieras!)

Sólo una pena tan profunda te permite la osadía de compartir palabras con Miguel Hernández y José Hierro.

Un vacío infinito queda en mi alma, que era la tuya. Un vórtice de dolor que arrastrará mi existencia.

Te recordaré todos los días de mi vida. Te quiero y siempre te querré.

En memoria de Alberto, Teto, Piticli, axax12…