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Nivirus, Surreal y All Against All

Sala Ritmo y Compás. Madrid 3 de Noviembre de 2012

El cartel anunciaba a los Surreal primero, también anunciaba el comienzo a las 8:30. Pero como estas cosas del faranduleo no son de fiar, el concierto empezó más de una hora tarde y Nivirus salieron primeros al escenario. La idea original le habría dado al concierto un ritmo más completo.

En cualquier caso yo iba a ver a los All Against All. Tenía muchas ganas. Muchas. Desde que les escuché en esa excepcional maqueta que tienen, estaba loca por verles en directo. Claro que tenía el estímulo añadido de ver a uno de los mejores bajistas que conozco (personalmente se sobreentiende) en un proyecto donde realmente pudiera dar todo lo que lleva dentro…que es mucho 😉 .

Eso no quita para que haga una pequeña mención a las dos bandas que acompañaron tan magnífica experiencia :). Si pinchas en sus nombres accedes a suespeis y les escuchas y ya ves si estás de acuerdo conmigo o no. Esto son gustos y colores…

Empezaron los Nivirus. Suenan mu bien, toques punkis y cores, ritmos bailongos y dobles voces, medios tiempos doom, arrastrao pero no lento. Un poco de todo. Un bajo cubriendo
muy bien a la única guitarra. Temas directos sin florituras, quizás con un poco mas de evolución o suavizar los finales que a veces me parecieron un poco bruscos quedarían mas redondos, para mi gusto por supuesto. Terminan con versión buenísima del que me chupes la polla. Temazo, indiscutible, subidón, indiscutible. Pero me habría gustado más cualquier otra del mismo disco, por aquello de la variedad. En cualquier caso chapó.

Luego siguieron los Surreal, que me gustaron un poco menos porque básicamente son una banda de rap metal, si se admiten etiquetas siempre imprecisas. Rapean bien, no lo hacen nada mal, pero los temas acaban siendo un poco repetitivos. Tienen garra pero les falta pulir los temas, darles más variedad. Curiosa estética del bajista de 6 cuerdas, vampiro romántico trasnochado. No me pega mucho con el estilo del grupo pero esto de la creatividad es como el libre albedrío…cada uno con sus cadaunadas. También versión de los Rage Against the machine, pero esta no me gustó tanto…el speech rapeao a capella sí que me gustó.

Y por fín, los All Against All  ¡Que brutos!, increíble. No me esperaba que sonaran tan agresivos y contundentes. Brutal. La maqueta (que si pinchas aquí te la puedes descargar) tiene una producción exquisita, un sonido pulido y limpio ( va por tí Joseba!!!) y muchos detalles se pierden en el directo. Pero eso es algo relativamente habitual, y en lugar de echar de menos esas melodías y esa batería épica estaba flipando con la contundencia del muro sónico. La estaban liando parda y yo claro, poseída por el metal, como no podía ser de otra forma.

Ese Juli aporreando las 5 cuerdas ¡que bien sonaron!. Para ser el primer concierto con ellos y llevar tan poco tiempo chapó al trabajo y al arte. Majete te has salio del pellejo.

No tengo palabras para el señor Ro, un frontman excelente que no paraba de incitar con su rabia y su energía. Juego de voces limpias y de ultratumba bastante bien equilibradas, aunque yo soy más de los infiernos, pa qué nos vamos a engañar. Y vaya si me arrastró. Hasta lo más profundo del averno.

Joseba y Gonzalo a las guitarras, superequilibradas, aunque la de Joseba sonaba quizás pelín baja. Flipa como alternan los riffs con los solos y retomamos melodía base…estupendo tandem. Gustosísimo. Un placer escucharles caballeros.

Huertas, peasho batera. El listón por las alturas. Quizás fue la bateria lo que más eché de menos respecto al sonido de la maqueta, porque es una bateria comparable a los más grandes, todo un repertorio  de lo más amplio del baquetismo, imprimiendo un ritmo frenético al directo. Es de lo que más me impresionó en las primeras escuchas y se me quedó corta en el concierto. Aún asi, requetebien.

Setlist. Pues empiezan el concierto con tema nuevo The sound of how it breaks, que no tenía el gusto de haber escuchado, y continuaron con 4 de los 5 temas de la maqueta, Dying alone; brutal brutal brutal, Empire of epitaphs, A life that fades y The tunnel. Un no parar. La maqueta en cuestión es digna de una entrada aparte, así que no destriparé nada de los temas. Sólo que estaba dando más cabezazos que un ariete. Child of darkness, nueva también para continuar con la que faltaba: Apocalyptic me! reventaita que estaba ya. Que bien me lo estaba pasando. Versión de The Haunted que curiosamente tiene el mismo nombre que la banda All Against All, que cosas ein 😉 y acaban con tema nuevo Scars of yesterday’s massacre, lo más doom del concierto.

Pabernos matao. Estoy deseando escuchar los temas nuevos grabados. Estoy deseando volverlos a ver en directo…Me ha dicho un pajarito que tocan de nuevo el día 1 de Diciembre en Sound Kiss….salvo que el cielo se me caiga encima, allí estaré.

By the way. Podeis encontrar varios videos en su canal de yo tuve, incluido el A life that fades que se marcaron en Ritmo y Compás. Échadles un ojillo y luego me contais si me he pasado tres pueblos o molaron mazo. Eso sí, suena pelín latuno, pero la grabación. El concierto sonó del carajo.

¿e o no e?

Otro by the way, especial senkius a Cris y a Irene por las foticos, ¡¡¡¡gracias guapísimas!!!!

Cubo de Mierda

Publicado: 14 septiembre, 2012 en Música
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Probablemente, tus expectativas acerca de lo que vas a encontrarte se frustren. Asúmelo, las cagao.

Que sí, que en estos tiempos  de decadencia en los que vivimos, donde todo da taaaaaanto asco, lo de cubo de mierda puede ser como el bálsamo de Fierabrás…¡vale pa tó!, ¡oiga!, ¡vale pa tó!. La política es un cubo de mierda, la economía, un cubo de mierda, la sociedad, un cubo de mierda…es que se me está llenando la boca con tanta mierda y no son horas.

A todo esto, que yo no os venía hablar de lo cubo de mierda que es todo, yo venía a hablar de Cubo de Mierda, estos de aquí al lao. Sí, los cinco. Músicos, pop fresquito sin complicaciones, melodías pegadizas y mensaje flagüer pagüer…por los cojones.

Estos señores y señora, han hecho un primer estupendo disco de debut con el que me he pegado mis buenos deleites. En gran parte porque me han proporcionado un viaje a la música de hace 25 años, donde despuntaba el grindcore, el hard core cada vez era más salvaje y el death estaba en pañales. Grind y Speed, sucio como el Punk, y todo ello con un sonido claro, nítido y brillante.

Lo de las etiquetas ya sabemos pa lo que valen, pero ciertamente, ayuda a ubicarte en lo que estoy hablando. En Kristal, fanzine mítico-histórico donde los haya, puedes encontrarles, escúchales. Si por ahora has seguido el post hasta aquí, probablemente te interesen. Hardcore y Punk, sí. Grindcore…sí sí, póngalo doble. Los Cubo de Mierda hacen una música salvaje, contundente, brutal, despiadada…se me están acabando los adjetivos calificativos y en empezando me hallo…

Son de Algeciras, lo que viene siendo ajeshira mare, callejón del muro, tras y mediante..zascatún….Eso ya dice bastante. Sobre todo empiezas a entender títulos como Neuropatía de la Bahía y Mugre de Alquitrán. Esto es la magia de la poesía, decir tanto con tan poco. Y tú me lo preguntas….Con sólo dos frases, he tenido un más que agradable flashback a mi más tierna infancioadolescencia…en ajeshira claro…. Eso sí, no he podido evitar sentir igualmente una agradable nostalgia por El Kaso Urkijo….los títulos de las canciones me evocaron irremediablemente el espíritu de esa pedazo de banda. Desde aquí mis respetos.

Publicaron recientemente una maqueta con 12 temas. No llegan al nivel de los Sore Throat ventilándose mas de 100 temas en discos de poco más de 20 minutos. No es eso. Pero pero vaya, no te esperes progresivo porque no lo haylo.  En 20 minutos + o –  hemos acabao.

Bien es cierto que tuve el honor de verlos en directo, en el polígono de Tarifa este veranito, pero el sonido dejó bastante que desesar. Aún así, me lo pasé de puta madre, conciertazo. El sonido de la maqueta es excelente. Cómo hacer que el ruido suene a gloria bendita. Bendecida por los demonios del infierno mas profundo, sí cierto, pero bendecida al fín y al cabo. ¡Ese productor! 😉

Y ahora os cuento lo que yo he vivido al escucharles. Esto ya es desparrame sónico y a quien no le guste que no mire.

Empezamos con Cubo de Mierda, principio épico de cágate lo que te vas a encontrar, de primeras espíritu de los Napalm del Scum. Más punkis menos spídicos. Desde luego te entran ganas de seguir escuchando.

Odio a Hacienda con coros que afloran reminiscencias de hard core clásico llevado el extremo grind, como unos Lärm o unos Cryptic, aunque algo menos rabiosos.

Neuropatía de la Bahía,  ese riff que circula por todo el tema, subiendo y bajando el traste en un frenesí frenético que desenfrena frenopáticamente. Esta es de las de poseída por el metal en contextos convenientes ;). ¡Qué nombre mas bien traído, !pardiez!…se me ha caío tooooa la levantera encima, y luego el poniente a rematá. A jierro…definitivamente…Sí. Neuropatía de la Bahía.

Cujo a vuelto, esta es de las que me molan me molan, claro y además vienes de la Neuropatía que te trae trastornao, en concierto estas dos juntas funcionan de puta madre…seguro. Empiezan con un sampleo, ritmos con coros a dos voces muy hard core Seven Seconds y bailonga…eres mi chica bailonga…

Vakaciones en Puente Mayorga….no he podio evitarlo, irremediablemente he pensado en las Vakaciones en un Cartón de Leche de los mitiquísimos El Kaso Urkijo, por dios por dios bendito seais…que buen rato me estais haciendo pasar con vuestra música. Batería  garage salvaje, voz de ultratumbra, todos juntos en desparrame sónico, cambios de voz que incitan a sumergirse, ská acelerao y desfigurao, punk salvaje. Moooooooolaaaaaaaaa.

Virulento Ataque Nocturno. Riffs medios tiempos con componente metálico-puntito-épico para empezar…pero dura poco….resulve en una andanza con espíritu de moshing-ská. De nuevo aparece lo metalero pero solo de refilón, esto es speed y cabalgada. Final inesperado que aflora sonrisa. Diferente.

Degustando el Último Alijo….jajajajaja esto e ajeshira en esensia pura….Comienzo expectante muy bien resuelto, como corresponde a un buen alijo, encima si es el último… y cambio de ritmo a golpe de baqueta rockera casposa, punk core a muerte.

En Tumores Cerebrales Gratix ese cambio de ritmo a la mitad es sublime con esa guitarra delirante…. Headbanger y garagajera, reminiscencias Misfitis…

Mugre de Alquitrán, es mi favorita sin duda, desde el principio, el desparrame onírico del comienzo con esa introducción vocálica progresiva sumiéndose al caos circundante…me pone, no puedo evitarlo, me sube por toda la espinal dorsal esa energía que se está cociendo, que se va calentando cada vez más hasta que entra en ebullición, y empieza a expandirse, pero no como en una explosión, como los gases nobles sesparramarían, denso, suave,  dentro de lo onírico, no lo salvaje, lo salvaje se mantiene en un segundo plano hasta que un cambio de ritmo lo impone…seguro que en directo tiene que sonar mucho más salvaje, para tener el efecto ese que me pide a gritos, ese explotar hasta el infinito y luego recomponerte.

Defecando en comisaría cierra el disco. Pero yo es que todavía estoy quitándome la Mugre de Alquitrán, cohones con el pretóleo….

A todo esto, muchas gracias a Cubo de Mierda, por haberme hecho recuperar ese placer que andaba buscando de volver a darle a la música el papel que se merece, y tan esquivo se me hace. Tiago, Rondón, Engendro, María y Cánovas. Un besote shavalotes. Punki, te quiero hermano.

Me gusta el rock en todos su sabores, me gusta el jazz en todos sus colores, me gusta la música clásica y la contemporánea. No me suele gustar el pop fresquito, no me gusta el reggaeton…¿A tí sí? A mí no. Tus gustos y los mios, afortunadamente no son los mismos. A tí te gusta cierto tipo de música, puedes que seas ecléctico como yo, puedes que seas un talibán que sólo permite un tipo de sonoridad a su alrededor. Puede incluso que seas una persona a la que la música le es completamente indiferente, en cuyo caso dudo mucho que te interese el resto de la entrada…Resumiendo con esa mítica frase que tanto uso y de la que tanto abuso…cada unos con sus cadaunadas, en versión orteguiana…que viene siendo eso más popular de pa gustos colores y pa olores las flores.

En El contexto y la música que te gusta se trató de reflejar cómo los parámetros exteriores socioculturales, la personalidad y demás factores pueden conformar el universo musical del que disfrutas. En este caso, lo que se va a analizar es la música en sí, qué parámatros, qué factores caracterizan a la música y cómo eso influye en los gustos. ¿Dispuest@ a sorprenderte?

 

¿Consonacia o Disonancia?

En la música, el concepto de consonancia y disonancia ha ido variando a lo largo de los años, porque no dejan de ser conceptos subjetivos que dependen de las reglas y cánones que rigen la composición musical de cada época.

En cualquier caso, todos tenemos una idea innata de qué música nos parece consonante o disonante o en que combinación ambos parámetros se mezclan. Dejando a un lado las explicaciones matemáticas y fisiológicas, para el pueblo llano se supone que consonantes son los sonidos que se perciben distendidos, mientras los disonantes provocan cierta tensión al escucharlos.

Estadísticamente se muestra una mayor preferencia por la consonancia que por la disonancia. La percepción de la disonancia llega más tarde en la vida, y la gente difiere respecto al grado en que la puede soportar. La música electroacústica puede ser ruido infernal para algunos, y Schönberg el diablo. En cambio Mozart es apto hasta para los bebés. Lo que a unos les parece soso, a otros una auténtica maravilla del genio humano libre, curioso y valiente. 

Esto probablemente tenga una base neuronal. Los intervalos consonantes y disonantes se procesan en el córtex auditivo a través de mecanismos diferenciados. Parece ser que las neuronas del córtex auditivo primario, el primel nivel de procesamiento cortical para el sonido, sincronizan sus índices de activación durante acordes disonantes, pero no durante los consonantes. Pero no está claro porqué eso tiene que crear una preferencia por la consonancia.

Nuestros cerebros y las escalas musicales que utilizamos parecen haber coevolucionado. No es ningún accidente el que tengamos esa curiosa disposición asimétrica de notas en la escala mayor: es más fácil aprender melodías con esa ordenación, que es una consecuencia de la física de la producción del sonido a través de las series de armónicos; el conjunto de tonos que utilizamos en nuestra escala mayor está muy próximo en altura a los que forman las series de armónicos.

Periodos críticos de aprendizaje y Neuroplasticidad

Sabemos que hay períodos críticos para la adquisición de nuevas habilidades. Por ejemplo el lenguaje, si el niño a los 6 años no ha aprendido el idioma, nunca aprenderá a hablar con la facilidad que caracteriza a la mayoría de los nativos de dicho idioma.

Con la música y con las matemáticas el margen es más amplio, pero no ilimitado. Si un estudiante no ha recibido lecciones de música o matemáticas antes de los 20 años, aún puede aprender esas materias, pero con gran dificultad, y probablemente nunca llegará a hablar estos lenguajes como las personas que lo hayan aprendido antes.

Esto es debido a la trayectoria biológica del crecimiento sináptico. Las sinapsis del cerebro están programadas para crecer durante un número de años, haciendo nuevas conexiones. Después de ese período, hay un cambio hacia la poda, para librarse de conexiones innecesarias. Eso es la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para reorganizarse. Los niños y adolescentes tienen una capacidad neuroplástica mucho mayor.

Por supuesto hay diferencias individuales, pero la poda se inicia generalmente entre los ocho y los catorce años en los lóbulos frontales, que es la sede del pensamiento superior y el razonamiento, la planificación y el control del impulso. Durante este período aumenta la mielinación. La mielina es la substancia grasa que cubre los axones, acelerando la transmisión sináptica. La mielina de todo cerebro se completa generalmente en torno a los 20 años.

¿Simple o complejo?

El equilibrio entre simplicidad y complejidad en la música también influye en nuestras preferencias. Existe una relación metódica entre la complejidad de una obra artística y lo que nos gusta. Por supuesto que complejidad es un concepto subjetivo. Lo que a una persona le parece aburrido y de una simplicidad odiosa, a otra podría parecerle fácil de entender, debido a diferencias de formación, experiencia,  interpretación y esquemas cognitivos.

Los esquemas lo son todo, estructuran nuestra comprensión; son el sistema en el que emplazamos los elementos y las interpretaciones de un objeto estético. Los esquemas alimentan nuestras expectativas y nuestros modelos cognitivos.

Con un esquema la Quinta de Mahler es perfectamente interpretable, incluso aunque se oiga por primera vez: es una sinfonía, sigue la forma sinfónica con cuatro movimientos; contiene un tema principal y subtemas, y repeticiones del tema; los temas se manifiestan a través de instrumentos orquestales. Los que conozcan la Cuarta de Mahler se darán cuenta de que la Quinta se inicia con una variación del mismo tema e incluso en el mismo tono. Los que tengan formación musical se darán cuenta de que la mayoría de las sinfonías desde Haydn a Brahms y Bruckner empiezan y acaban característicamente con la misma nota, aunque Mahler prescindiera de esa convención en su Quinta Sinfonía.

Si no hubieses aprendido a mantener en tu mente un sentido de tonalidad mientras se desarrolla la sinfonía, o si no tuvieses un sentido de la trayectoria normal de una sinfonía, esto carecería de sentido; pero para el oyente experimentado, ese desacato a la convención aporta una sorpresa grata, una violación de expectativas, especialmente cuando esos cambios de tonalidad se hacen con la habilidad precisa para que no resulten estridentes.

La Quinta de Mahler, al carecer de un esquema sinfónico apropiado, o si el oyente posee otro esquema (por ejemplo un aficionado a ragas indias), es absurda y a la vez divagatoria, una idea musical se funde en ella con la siguiente de un modo amorfo, sin ninguna frontera, sin principios ni fines que la hagan parte de un todo coherente. El esquema enmarca nuestra percepción, nuestro procesamiento cognitivo  y en último término nuestra experiencia de la realidad.

Cuando una pieza musical es demasiado simple tiende a no gustarnos, nos parece trivial. Cuando es demasiado compleja, tiende también a no gustarnos, nos parece imprevisible: no percibimos que esté asentada en algo familiar. La música, como toda forma artística en realidad, tiene que lograr para que nos guste el equilibrio justo entre sencillez y complejidad. Ambas se relacionan con la familiaridad, que es una palabra equivalente a esquema.

Una pieza nos parece demasiado simple cuando es tan previsible que resulta trivial, parecido a algo que hemos oído antes y que no nos plantea el menor reto. Mientras la música va sonando el cerebro va pensando por delante cuáles son las diferentes posibilidades para la nota siguiente, hacia dónde va la música. El compositor tiene que conseguir emplazarnos en un estado de confianza y seguridad, tiene que darnos las suficientes recompensas (culminaciones de expectativas) para que tengamos una sensación de orden y una sensación de ubicación.

Las reacciones a lo no previsible son diferentes en cada persona, algunos pueden entrar en pánico y otro en pura exitación por la emocionante aventura que tienen delante.

Cuando la música es demasiado complicada, el individuo medio no tiene paciencia para aprenderla, demasiadas opciones para tomarlas en consideración. La música que contiene demasiados cambios de acordes, o una estructura con la que los oyentes no estén familiarizados, puede conducir directamente al botón de stop. Y esto puede suceder con estilos tan dispares como el  jazz o el math metal.

La estructura ofrece una curva de aprendizaje empinada y el neófito no tiene muy claro si el tiempo que tiene que invertir le va a merecer la pena. Nos decimos que si lo escuchamos el número suficiente de veces, podremos empezar a entenderlo y nos gustará tanto como les gusta a nuestros amigos. Pero eso no siempre sucede.

Escuchar nuevas músicas…¿pereza o desafío?

Intentar apreciar nueva música puede ser como considerar una nueva amistad, teniendo en cuenta que lleva tiempo y que a veces no hay nada que puedas hacer para acelerar el asunto. A nivel neuronal tenemos que encontrar unos cuantos hitos que nos permitan evocar un esquema cognitivo. Si oímos una pieza radicalmente nueva el suficiente número de veces, parte de esa pieza acabará codificada en el cerebro y formaremos hitos. Si no lo has hecho nunca, el trabajo puede ser titánico, si lo has ejercido a lo largo de tu vida, resultará un entretenimiento ameno, divertido y enriquecedor.

El procesamiento estructural plantea dificultades al apreciar una nueva pieza musical. No entender la forma sinfónica o la forma de sonata, o la estructura AABA (verso-verso-coro-verso) de una pauta de jazz es el equivalente en escuchar música a conducir por una autopista sin señales de tráfico; no sabes donde estás, ni cuando llegarás. De nuevo entras en pánico o la aventura te envuelve.

La relación ordenada entre complejidad y gusto se denomina la función U (o V) invertida, por la forma que tendría en un gráfico que relacionase estos dos factores. El eje X representaría lo complejo que es la música para tí y el eje Y lo que te gusta. En la parte inferior izquierda, cerca del origen de coordenadas habría un punto para la música que es muy simple y tu reacción es que no te gusta. Al aumentar la complejidad de la música aumenta también el placer que te causa, las dos variables se van siguiendo un rato hasta que cruzas un cierto umbral personal y pasas del desagrado intenso a que empiece a gustarte un poco. Pero llega un momento en que al seguir aumentando la dificultad, la música se hace demasiado compleja y empieza a gustarte menos, el gusto va disminuyendo hasta que cruzas otro umbral y esa música ya no te gusta en absoluto.

Otros parámetros que  también influyen

La hipótesis de la U invertida no significa que la única razón por la que puede o no gustarte una pieza sea por su complejidad o sencillez, lo que pretende es explicar esa variable. Los propios elementos de la música pueden suponer una barrera que impida apreciar una nueva pieza. Si la música es demasiado fuerte o suave puede resultar problemático, incluso el registro dinámico (la disparidad entre las partes del sonido más fuerte y más suave) puede hacer que algunas personas la rechacen. Esto sucede sobre todo con los que usamos la música para regular nuestro estado de ánimo de una forma específica.

El que quiera escuchar música para relajarse o para estimularse es probable que no quiera escuchar un tipo de música que recorra toda la gama de intensidades. Tanto el registro dinámico como el emocional resultan sencillamente demasiado amplios y pueden crear una barrera que bloquee el acceso. No te pones la misma música para hacer ejercicio que para leer una tarde lluviosa de otoño.

El tono puede influir también en la preferencia. Algunas personas no pueden soportar los tiempos graves y golpeteantes del moderno hip-hop, otros no soportan lo que describen como el quejido agudo de los violines. Los gritos desgañitados de muchos grupo de metal extremo generan ansiedad y profundo desagrado en cierto tipo de gente, mientras que en otras genera una fuerza interior poderosa y rabiosa que puede mover montañas…Esto puede tener una componente fisiológica; algunos oídos pueden literalmente transmitir  partes distintas del espectro de frecuencias que otros, y como resultado algunos sonidos parecen agradables y otros odiosos. Puede haber incluso asociaciones psicológicas positivas y negativas con los diversos instrumentos.

El ritmo y las pautas rítmicas influyen en nuestra capacidad para apreciar una composición o un género musical determinado. El timbre es otra barrera para muchas personas.

La música sublima lo humano

Por supuesto, nuestras preferencias musicales están condicionadas también por la experiencia y el resultado de dicha experiencia, positivo o negativo. Los tipos de sonidos, ritmos y texturas musicales que nos resultan agradables son en general ampliaciones de experiencias positivas previas que hemos tenido con la música a lo largo de la vida. La experiencia sensorial nos causa placer y su familiaridad y la seguridad que esa familiaridad nos aporta nos resultan gratas.

La seguridad juega en muchos casos un papel en la elección de la música. Nos entregamos en cierta medida a la música cuando la escuchamos: y nos permitimos confiar a los compositores y a los músicos una parte de nuestros corazones y de nuestro espíritu; dejamos que la música nos lleva a algún lugar situado fuera de nosotros mismos. Muchos sentimos que la buena música nos conecta con algo mayor que nuestra propia existencia, o con otras personas. Incluso cuando la buena música no nos transporta a un lugar emocional trascendente, puede cambiar nuestro estado de ánimo. Es comprensible pues, que podamos mostrarnos reacios a bajar la guardia, a prescindir de nuestras defensas emotivas, con cualquiera. Lo haremos si los músicos y el compositor nos hace sentirnos seguros.

El poder del arte consiste en que puede conectarnos entre nosotros, y con verdades más amplias sobre lo que significa estar vivo y lo que significa ser humano. Las conexiones con el artista o con lo que el artista representa pueden formar parte de nuestras preferencias musicales.

La música para mí es la mejor de las drogas. Es la que mejor y más lejos te lleva, es la que me hace sentir más intenso, más profundo, más fuerte. Te montas en ella y te sientes libre de todo tipo de ataduras físicas porque la ensoñación que produce lo ocupa todo. Por unos minutos te olvidas de todo y de todos, mientras que al mismo tiempo formas parte de todo y de todos. Por eso me gusta. No concibo un día de mi vida sin música.

Antecedentes preverbales

Existe una idea predominante de  que no podemos tener ningún recuerdo verídico antes de los cinco años, más o  menos. Pero esto no está científicamente demostrado, incluso puede que seas una de esas personas que sí tiene recuerdos anteriores.

En la Universidad de Keele, en el Reino Unido, Alexandra Lamont realizó un experimento. Sometió a un grupo de mujeres embarazadas a la escucha de cierto tipo de música, enfocada hacia sus bebés. Descubrió que los niños, un año después del nacimiento, reconocían y preferían la música a la que habían sido expuestos en el vientre materno.

¿Pero cómo se puede saber de preferencias en un entorno preverbal? Muy sencillo. Los niños elegían el altavoz por donde salía la música que más les agradaba, que en el caso de los niños que formaron parte del experimento siempre fue la música a la que fueron expuestos. En el caso de otros niños, no presentaron ninguna preferencia. Es decir, no había nada en la música en sí que marcara la preferencia.

Lamont descubrió también que si no intervienen otros factores, el niño prefiere la música rápida y alegre a la lenta.

Otro estudio, menos ortodoxo, aseguraba que escuchar diez minutos al día a Mozart te hacía más listo. En realidad era el hecho de escuchar música lo que podría mejorar el rendimiento en tareas de razonamiento espacial efectuadas inmediatamente después de la sesión auditiva.

La mayoría de los científicos se hallaban en una posición incómoda. Aunque creemos intuitivamente que la música puede estimular otras habilidades cognitivas, el estudio concreto que afirmaba esto contenía muchos fallos científicos, afirmando cosas ciertas pero por motivos inadecuados.

Los músicos tienen más cuerpo calloso

Escuchar música estimula ciertos circuitos neuronales, incluyendo la densidad de conexiones dendríticas en el córtex auditivo primario. Schlaug, neurocientífico de Harvard, ha demostrado que la porción frontal del cuerpo calloso, es decir, la masa de fibras que conectan los dos hemisferios cerebrales, es significativamente mayor en los músicos, especialmente entre los que empiezan muy pronto su formación. Esto refuerza la idea de que las operaciones musicales pasan a ser bilaterales al aumentar la instrucción, pues los músicos coordinan y reclutan estructuras neuronales tanto en el hemisferio izquierdo como en el derecho.

Schlaug también descubrió que los músicos tendían a tener cerebelos más grandes y una mayor concentración de materia gris, es decir, la parte del cerebro que contiene los cuerpos celulares, axones y dendritas, y responsable del procesamiento de la información, mientras que la materia blanca es la responsable de la transmisión de la información.

Y mientras, vamos creciendo…

El entorno, incluso mediando el líquido amniótico y el vientre materno, puede afectar al desarrollo y a las preferencias del niño. Así que las semillas de la preferencia musical se siembran en el vientre materno, pero tiene que haber algo más que eso, porque si no todos escucharíamos la misma música que nuestros padres. Lo que oímos en el vientre materno influye en nuestras preferencias musicales, pero no las determina.

La música que nos rodea mientras crecemos y nos desarrollamos cumple otro papel determinante. Los niños pequeños empiezan a mostrar una preferencia por la música de su cultura a los dos años de edad, aproximadamente en la época en que empiezan a desarrollar un procesamiento verbal especializado. Al principio les gusta canciones simples; música simple quiere decir temas claramente definidos y progresiones de acordes que se resuelven de formas directas y fácilmente previsibles. Cuando maduran, empiezan a cansarse de la música fácilmente predecible y a buscar música que plantee algún reto.

Esto es una generalización, no a todos los niños les gusta la música y algunos desarrollan un gusto propio por pura serendipia.

Parece ser que el momento decisivo para las preferencias musicales está en torno a los 10 años. A partir de este momento es cuando los niños se toman un interés real por la música.

La música hacia la que tenderemos a sentir nostalgia en la edad adulta, la que sentimos como nuestra música, se corresponde con la que oímos durante esos años. La adolescencia es un período de autodescubrimiento cargado emotivamente, y la amígdala y los neurotransmisores actúan de forma conjunta para etiquetar los recuerdos emotivos como algo importante. Hacia los 14 años es cuando el cableado de nuestros cerebros musicales se aproxima a los niveles adultos de culminación.

No parece haber un punto de ruptura a partir del cual no puedan adquirirse ya nuevos gustos en música, pero la mayoría de las personas tienen formados sus gustos entre los dieciocho y los veinte años. No está claro porqué sucede esto, pero parece ser que es así. Será que conforme nos hacemos mayores nos abrimos menos a nuevas experiencias.

En la adolescencia tenemos todo un mundo por descubrir, y en nuestra sociedad occidental la elección musical tiene consecuencias sociales importantes. Escuchamos la música que escuchan nuestros amigos. Cuando estamos buscando nuestra identidad creamos vínculos y grupos sociales con gente a la que queremos parecernos o con las que creemos que tenemos algo en común. Para exteriorizar ese vínculo, vestimos de manera parecida, compartimos actividades y escuchamos la misma música. Los gustos musicales se convierten en una señal de distinción e identidad personal de grupo.

Podríamos decir que la personalidad está asociada en cierta medida con el tipo de música que nos gusta, o al menos predice dicha personalidad. Pero viene determinada en mayor medida por factores causales: dónde estudiaste, con quién salías, qué música daba la casualidad que escuchabas.

Durante la adolescencia el cerebro desarrolla y forma nuevas conexiones a una velocidad explosiva, pero este ritmo frenético se reduce sustancialmente pasado este periodo.

Seguro que si eres melómano, la pasión que tenías en tu adolescencia por descubrir cosas nuevas y la intensidad de las emociones que te provocaba la música han ido decreciendo con el paso del tiempo.

En mi propia experiencia, sigo siendo una melómana activa, voy a conciertos, busco música nueva dentro de los estilos que me gustan, incluso estoy dispuesta a escuchar nuevos tipos de música. Pero no es lo normal.

La mayoría de la gente que me rodea se quedó estancada en la música de su vida, es decir, la que escuchaba en su adolescencia y juventud. Pero sigo teniendo un grupo de amigos y conocidos que siguen teniendo una actitud similar a la mía. Al igual que hay gente a la que la música nunca le interesó, hay gente que sólo le interesa durante una etapa de su vida y a otros nos interesará siempre. Interés en sentido proactivo y evolutivo.

Lo que sí he notado con el paso de los años, es que cada vez le dedico menos tiempo a escuchar música. Me explico, mientras trabajo escucho música, mientras cocino escuho música, mientras leo escucho música…prácticamente todas las actividades que realizo en mi día a día van a compañadas de un fondo musical. Pero ya rara vez me pongo a escuchar música, y sólo eso. No como complemento o como la banda sonora de tu vida, sino como una actividad completa en sí misma.

Quizás sea por lo que comenta Levitin, a partir de cierta edad tu cerebro ya está prácticamente configurado para la música. Quizás sea porque cuando te conviertes en adulto se incrementan las actividades y responsabilidades con lo que es fundamental si quieres seguir disponiendo de tu propio tiempo, el saber gestionarlo con gran precisión.

En cualquier caso, no me imagino un mundo sin música, no me imagino un día sin música. Aunque sea como la banda sonoro de mi vida, la música seguirá formando una parte fundamental de mi universo.

¿Cómo se convierte uno en músico?

Yo estudié música de pequeña, en el conservatorio. Solfeo, teoría, armonía, canto, y piano. Yo no soy músico. La educación recibida fué bastante deficiente, mi vaguería extrema no apoyaba demasiado a la causa. A pesar de eso, llegué hasta sexto de piano, a tan sólo dos años de acabar la carrera, y además con bastante buenas notas. Nunca me consideré músico, mucho menos ahora que casi tengo el piano abandonado en un rincón. Si hubiera tenido una buena educación y hubiera tenido tenacidad, lo mismo habría llegado a ser una buena intérprete…quien sabe. Pero nunca me he creído capaz de componer nada interesante ni medianamente audible ni aunque me hubiera esforzado y lo hubiera dado todo.

Mi caso no es tan raro y siempre me he preguntado ¿cómo de millones de personas que estudiaron música en su infancia, son relativamente pocos los que siguen tocando de adultos, y aún menos los que pueden considerarse músicos aunque sea potencialmente?

Existe un abismo insondable entre el músico profesional o experto y el aficionado a la música. Pero es curioso que eso sólo pase con la música. Yo no podré nunca cocinar como Ferrán Adríá, pero disfruto enormemente con mis actividades culinarias, las cuales me encanta compartir con amigos y familiares. Quizás porque considero que no lo hago mal y mi entorno me realimenta. En cambio, no me gusta, ni nunca me gustó tocar para los demás, y tampoco lo hacía mal y además el entorno me incitaba a ello…

Aunque muchos de los que recibimos educación musical en nuestra infancia tenemos la idea lapidaria de que no nos sirvió de nada, los neurocientíficos cognitivos han descubierto que eso no es así. Una exposición, aunque sea pequeña, a lecciones de música en la infancia, crea circuitos neuronales para el procesamiento de la música estimulados y más eficientes que los de los que carecen de esa instrucción. Las lecciones de música nos enseñan a escuchar mejor, y aceleran nuestra capacidad para discernir entre estructura y forma en música, haciendo que nos resulte más fácil decir qué música es la que nos gusta y la que no nos gusta. Bien, lo compro, porque me veo identificada.

Pero, ¿cómo consiguen los grandes músicos llegar a serlos? ¿cómo obtienen esa facilidad extraordinaria para tocar e interpretar? ¿Son capacidades o estructuras neuronales diferentes al resto de los mortales? Y aún entre los músicos ¿Son dotes diferentes las que necesita un compositor y un intérprete?

¿Es cosa de talento?

Puede que en realidad estemos hablando de lo que vulgarmente se conoce como talento. Michale Howe, Jane Davidson y John Sloboda pusieron de relevancia esta cuestión partiendo de la siguiente dicotomía:

  • o bien los niveles elevados de pericia musical se basan en estructuras cerebrales innatas, es decir, talento
  • o son sólo resultado de la práctica y de la instrucción

En este caso, este grupo de científicos cognitivos definen el talento como algo que…

  • se origina en estructuras genéticas
  • es identificable en una etapa temprana por gente instruida que puede reconocerlo de manera precoz
  • se puede utilizar para predecir quién es probable que sobresalga
  • sólo se puede identificar a una minoría como dotada de él, porque si todo el mundo lo tuviese, el concepto perdería sentido.

Algunos niños adquieren habilidades más deprisa que otros. Factores genéticos deberían ser considerados como los responsables, pero no los únicos y determinantes, ya que una cantidad ingente de factores secundarios toman protagonismo: personalidad, motivación, dinámica familiar…Los mismos factores que pueden influir en el desarrollo musical.

Parece ser que el oido absoluto tiene un reflejo en el planum temporale, una región del córtex auditivo que es de mayor tamaño en las personas que tienen oído absoluto, pero lo que no se sabe es que empieza siendo más grande en la gente que acabará teniendo oído absoluto o si será más bien que la adquisición del oído absoluto hace que el planum temporale aumente de tamaño.

La cosa está más clara cuando se trata de movimientos motrices especializados. La práctica hace aumentar la parte correspondiente del cerebro que se encarga de ello, pero tampoco se sabe si la tendencia al aumento es preexistente en algunos casos y en otros no.

Una prueba evidente para apoyar la idea de talento es que, simplemente, algunas personas adquieren habilidades musicales más rápido que otras. Pero lo especialistas en música tienen que pasar por largos períodos de estudio y práctica para adquirir las dotes necesarias para sobresalir de verdad. Es decir, la perfección viene con la práctica.

Por lo tanto, el uso de la etiqueta talento es un círculo vicioso: cuando decimos de alguien que tiene talento, decimos que tiene cierta predisposición innata a sobresalir, pero en el fondo, sólo aplicamos el término retrospectivamente, después de que se han alcanzado logros significativos.

La teoría de las 10.000 horas

En multitud de estudios multidisciplinares aparece la cifra de 10.000 como las horas necesarias para convertirse en experto de cualquier cosa, desde la música hasta el baloncesto. Unas tres horas diarias o veinte a la semana durante diez años. Claro que, de donde no hay no se puede sacar, y hay quienes no llegan a ninguna parte tras esas 10.000 horas, mientras otros le sacan un gran partido al tiempo invertido.

La teoría de las 10.000 horas coincide con lo que sabemos sobre cómo aprende el cerebro. El aprendizaje exige la asimilación y consolidación de información en el tejido neuronal. Cuanta más experiencia tenemos de algo, más firme se hace la huella recuerdo/aprendizaje de esa experiencia. Aunque la gente difiera en el tiempo que tarda en consolidar neuronalmente la información, el aumento de práctica significa una huella más profunda o muchas más huellas. La fuerza de un recuerdo está vinculada al número de veces que se ha experimentado el estímulo original.

La fuerza del recuerdo depende también de cúanto nos interesemos por la experiencia. Etiquetas neuroquímicas asociadas con recuerdos los marcan según su importancia, y tendemos a codificar como cosas importantes aquellas que aportan mucha emoción, tanto positiva como negativa.

El interés puede explicar en parte algunas de las diferencias iniciales en las velocidades de aprendizaje de diferentes individuos. Si estoy tocando un instrumento que me gusta prestaré atención con mayor facilidad a diferencias de tonalidad y a cómo puedo moderar y modificar la tonalidad de mi instrumento.

En definitiva, el interés conduce a la atención, y juntos conducen a cambios neuroquímicos mensurables. Se libera dopamina, asociada con la regulación emocional, la alerta y el estado de ánimo, y el sistema dopaminérgico ayuda en la codificación de la huella mnemotécnica.

El argumento de las 10.000 horas es convincente porque aparece en un estudio tras otro en todos los campos, y a los científicos les gusta el orden y la sencillez. Pero esta teoría, como todas, tiene agujeros. Para muestra está Mozart.

Por todos es conocido que a los 4 años ya componía sinfonías. En verdad, Mozart  empezó a componer a los 6 y su primera sinfonía fue a los 8. En cualquier caso, la precocidad es asombrosa y las 10.000 horas no aparecen por ninguna parte…¿o sí? Teniendo en cuenta que su padre era considerado el mejor profesor de música de toda Europa y que Mozarte empezó a practicar a los 2 años, suponiendo que trabajara 22 horas por semana, a sus 8 años ya había almacenado las 10.000 horas de rigor.

Pero esa primera obra de Mozart, sólo inspira un interés histórico, no estético, y si Mozart no hubiera devenido Mozart, nadie la conocería. Mozart compuso sus obras verdaderamente grandes mucho despues de que hubieran cumplido las 10.000 horas.

¿…Y que dicen los genetistas?

Suponen que si hay una aportación genética a la música, aparecerá en el seno de la familia. Pero puede resultar muy difícil separar la influencia de los genes de la influencia del entorno, sobre todo en una actividad como la música que implica una componente de aprendizaje.

Aún así, la música tiende a ser cosa de familia, es más probable que al hijo de músicos se le estimulen más sus tempranas tendencias musicales que a los que nacen en un hogar de no músicos.

Si un rasgo parece ser hereditario, podemos intentar aislar los genes que parecen que estén relacionados con él. Con la complejidad añadida de que pueden existir genes relacionados que no están activos.

Estudios centrados sobre todo en gemelos idénticos separados al nacer confirman que, debido a las sorprendentes similitudes encontradas, la religiosidad, la delincuencia y la músicalidad tienen una fuerte componente genética. También podrían explicarse dichas coincidencias por medio de la estadística o incluso teniendo en cuenta aspectoa psico-sociales, ya que muchos de los incidentes que nos ocurren en la vida están condicionados en cierta medida por cómo nos ven otros. No tiene nada de raro que al ser gemelos idénticos, puedan acabar teniendo personalidades, hábitos o peculiaridades similares. En este último caso los genes están influyendo, aunque de una manera indirecta y secundaria.

No es difícil extrapolar este argumento a los músicos. La esencia de la interpretación musical es ser capaz de transmitir emociones. Si el artista las está sintiendo o si nació con la capacidad de hacer que parezca que la siente puede no tener importancia.

La genética es un punto de partida que puede influir en la personalidad o en la carrera, o en las cosas concretas que uno elige cuando emprende una carrera.

Los músicos utilizan el cuerpo además de la mente. El papel del cuerpo en el manejo de un instrumento musical o en el canto significa que las predisposiciones genéticas pueden contribuir notablemente a la elección de instrumentos que un músico pueda tocar bien. Sin embargo, hay guitarristas y pianistas de manos pequeñas y violinistas de manos grandes.

Algunas personas tienen predisposición biológica hacia instrumentos concretos o hacia el canto. Puede también haber un grupo de genes que trabajen juntos para crear las dotes que uno ha de tener para convertirse en músico: buena coordinación ojo-mano, control muscular, control motriz, tenacidad, paciencia, memoria para ciertos tipos de estructuras y pautas, un sentido del ritmo y de la sincronización.

Uno tiene que tener esas cosas para ser un buen músico. Algunas de ellas son necesarias para ser bueno en cualquier cosa, sobre todo la resolución, la seguridad en uno mismo y la paciencia.

La emoción no se enseña

Ni siquiera en las grandes escuelas de música. La emoción no forma parte del curriculum de ninguna escuela de música. Sólo en ocasiones excepcionales, en escuelas  excepcionales y para alumnos excepcionales, se les intenta limar el aspecto emocional, que en definitiva es de lo que se trata en una experiencia musical.

¿Por qué algunos músicos son superiores a otros, no en la dimensión técnica de la música, sino en la emocional? Éste es un gran misterio del que nadie conoce la respuesta.

No podemos meter a un músico interpretando dentro de un escáner cerebral, a día de hoy tenemos que estar completamente quietos para este tipo de pruebas. Seguro que es cuestión de tiempo, pero por ahora no disponemos de la información científica que podríamos obtener con esta prueba.

A partir de entrevistas y diarios de músicos tan dispares como Tchaikovsky, Bernstein, B.B. King o Steve Wonder, parece deducirse que en la tarea de comunicar emoción participan factores mecánicos y técnicos y además algo que sigue siendo misterioso.

Recordar la música entraña volver a poner las neuronas que estuvieron activas originalmente en la percepción de una pieza musical en su estado original, reactivando su pauta concreta de conectividad y logrando unos índices de activación lo más próximos posibles a sus niveles originales. Esto significa reclutar neuronas en el hipocampo, la amígdala y los lóbulos temporales en una sinfonía neuronal orquestada por los centros de planificación y atencíon del lóbulo frontal.

Los oyentes no músicos son exquisitamente sensibles a los gestos físicos que hacen los músicos. Observando una interpretación musical con el sonido apagado, y atendiendo a cosas como los movimientos del  brazo, el hombro y el torso del músico, los oyentes ordinarios pueden detectar una gran cantidad de intenciones expresivas de éste. Si se añade el sonido, aparece una cualidad emergente: una comprensión de las intenciones expresivas del músico que va más allá de lo que es asequible sólo en el sonido o sólo en la imagen visual.

La memoria musical

La pericia en cualquier campo se caracteriza por una memoria superior, pero sólo para cosas incluidas dentro del campo de esa pericia. Los músicos se basan en el conocimiento de la estructura musical para esquematizar su conocimiento.

Cuando los músicos memorizan canciones se basan para hacerlo en una estructura y los detalles encajan en esa estructura. Se trata de una forma eficiente y frugal que tiene el cerebro de funcionar. En vez de memorizar cada acorde o cada nota, construimos una estructura dentro de la cual pueden encajar diferentes sonidos, una plantilla mental que puede incluir gran número de piezas musicales.

Los músicos no suelen aprender nuevas piezas nota a nota una vez que han llegado a un cierto nivel de experiencia, conocimiento y pericia. Pueden apoyarse en las piezas previas que conocen y limitarse a anotar las variaciones que pueda haber respecto al esquema estándar.

La memorización por fuerza bruta también funciona, simplemente hacemos todo lo posible para memorizar una información repitiéndola una y otra vez. Pero esta memorización mecánica se facilita enormemente con una organización jerárquica del material. Este tipo de vieja y sencilla memorización es lo que hacen los músicos cuando aprenden los movimientos musculares necesarios para tocar una pieza determinada.

Por lo tanto…

Ser un músico experto adopta muchas formas: destreza tocando un instrumento, comunicación emotiva, creatividad y estructuras mentales especiales para recordar la música.

Ser un oyente experto, cosa que la mayoría de nosotros somos a los 6 años, entraña haber incorporado la gramática de nuestra cultura musical en esquemas mentales que nos permitan formar expectativas musicales, la esencia de la experiencia estética de la música.

Aún sigue siendo un misterio neurocientífico cómo se adquieren todas esas formas diversas de pericia. Pero el consenso emergente es que la pericia musical no es algo individual, sino que incluye muchos componentes, y no todos los expertos musicales estarán dotados por igual de estos diversos componentes.

Convertirse en un músico famoso es otra cuestión completamente distinta, y puede no tener tanto que ver con factores intrínsecos o con la habilidad como con el carisma, la oportunidad y la suerte. Pero un aspecto esencial es el que corresponde a la repetición. Todos somos oyentes musicales expertos, capaces de tomar decisiones muy sutiles sobre la música que nos gusta, y esa historia es otra faceta muy interesante de la interacción entre las neuronas y las notas, que veremos en otra ocasión.

Si te ha gustado/interesado esta entrada, te recomiendo encarecidamente que te leas Tu cerebro y la música. El estudio científico de una obsesión humana de Daniel J, Levitin.

Iolanta/Perséphone

Teatro Real. Madrid 28 de Enero de 2012

Dos grandes en el escenario, dos rusos, aunque sea de nacimiento enfrentados por el hilo conductor de las sombras y las luces. El juego eterno entre la luz y la oscuridad. Dos óperas consecutivas, no es habitual. Pero tiene sentido, me gusta la idea.

Mismo escenario para ambos montajes, un único montaje con pequeños matices y variaciones que hacen que, desde mi punto de vista, Stravinski y Perséphone se proclamen vencedores absolutos del evento. Y no era desde luego una competición.

Un director, Teodor Currentzis, que deja el trabajo a medio hacer. Perséphone la dirigió Vicente Alberola, uno de sus asistentes. ¿Motivos? No sabe, no contesta. No me gusta. Pero ambos estuvieron completamente a la altura. La dirección de Currentzis es abierta y en gestos un tanto histriónico, pero preciso.

Comienza Iolanta, donde el atormentado Chaikovski se despide del mundo operístico con una obra que no es especialmente de mi gusto ni interés. La tildan de intensa y emotiva. La intensidad aparece en momentos muy concretos, y desde luego arrebata. La emotividad sí que aparece, pero en exceso. Temática un tanto ñoña, música un tanto neutra, podría decirse que es una obra donde la ternura es la principal protagonista, pero a mí me satura tanta ternura concentrada. Lo mismo no era mi día tierno…  Ekaterina Scherbachenko, alias Iolanta, bien, pero sin excesos. Tampoco su papel da para mucho, sólo al final saca un poco de garra, Chaikovski digo. Me aburrí un poco la verdad, me gusta más dinamismo en la línea melódica y no se, esperaba otra cosa. No conocía esta ópera y no era un día tierno, sino poderoso, probablemente sean dos motivos fundamentales para no haberla disfrutado como se merece, porque seguro que se lo merece.

El rey René, que era el padre de Iolanta, Dmitry Ulianov, y especialmente Ibn-Hakia, el doctor que cura la ceguera de Iolanta y que es el único con un poco de cordura en toda la obra, interpretado por Willard White, muy muy bien ambos. Bajos sonoros, rotundos, contundentes y poderosos. Me gustaron mucho. El resto de intérpretes a la altura, pero sin excesos, como Iolanta. La orquesta y el coro  magníficos, como siempre. Muy grandes profesionales, artistas y músicos. Para mí es el gran valor del Real.

La escenografía. Bueno, no tengo nada en contra de la austeridad, la sobriedad, el minimalismo. Al revés, creo que con muy poco se puede conseguir mucho. Pero este montaje roza el cutrerío. Soso, aburrido, y en algunos casos, como la coreografía del coro, hasta rozando lo patético. Un cisne deconstruido en tres pedazos sobre umbrales de puertas, que me vais a perdonar pero no tengo ni idea de lo que trataba de simbolizar,  y grandes pantallas detrás, eso sí, pintadas a mano con diseños curiosos, que bajaban y subían con sentidos demasiado evidentes. Juego de sombras inconcebibles y absurdos que no aportaban nada positivo, ya que la mayor parte del tiempo no se distinguía nada, al menos desde donde yo me encontraba.

Al ser una producción del propio teatro, deberían tener en cuenta la mala malísima visibilidad de la que dispone el recinto para la gran mayoría de las butacas. Si traes una producción de fuera, no puedes hacer nada. Si la haces ex profeso, considera las limitaciones de tu recinto. Digo yo. ¿ O sólo los del patio de butacas tienen derecho a disfrutar del espectáculo al completo?

Perséphone, otra cosa. La misma escenografía, pero simplemente, añadir cuatro bailarines camboyanos que transmitían a la perfección el mito que Stravinski nos cuenta, cambia completamente la experiencia. Increible como la mitoligía griega, la danza de Camboya y la música de un ruso pueden combinar tan bien. Muy emotivo, muy expresivo. Me gustó un montón el simbolismo del infierno, la Tierra, Deméter y Perséfone. Delicado y con un gusto estético refinado. Muy bien. Creo que esta combinación capta a la perfección el espíritu de Stravinski cuando la compuso. Rompedor.

Claro que la música de Stravinski también era mucho más arrebatadora. Transmitía con cada movimiento toda la pasión, sufrimiento y determinación de la protagonista,  Dominique Blanc, que cantar no canta, curiosa decisión que adoptó Stravinski y criticada hasta lo obsceno en su momento. Pero recitar, recita estupendamente. Me gustó mucho la interpretación de esta señora, mucho. En cambio Paul Groves, que hacía de Eumolpe, pues bastante sosillo, un poco apagado. Se trata de una apuesta diferente, un concepto distinto. Me parece una pieza muy original y muy visual. Moderna.

Los pequeños cantores de la JORCAM, al igual que de nuevo el coro y la orquesta del Real muy bien. Pero no puedo evitar hacer el siguiente comentario. Si voy al cole a ver la función de fin de curso de mis sobrinos, puedo entender que los profes les hayan dicho, venid todos de rojo. Y cada uno, como puede, cumple el requisito. Te encuentras una disparidad absoluta, pero es rojo, bueno vale.

Si voy al Real, y me gasto una pasta en la entrada, porque los precios no son precisamente populares, me parece un poco tomadura de pelo que a los pequeños del coro les digan venid todos de blanco, y a los mayores del coro les digan venid todos de negro. Esperpento es la palabra. Cutrerío el matiz. Lo siento si de nuevo me pierdo el simbolismo, porque lo mismo hasta lo hay….

En definitiva, me lo pasé bien a medias, Stravinski y Perséphone me salvaron la noche, Bueno, y las copas con los amigos de después… 😉

Ciclo Victoria 400: Officium Defunctorum

 Ensemble Plus Ultra y Schola Antiqva

Auditorio Nacional de Madrid. Sala de Cámara. 1 de Dciembre de 2011

Segundo concierto del ciclo Victoria 400 al que asisto. Segundo deleite. El anterior consistió en la  Misa Pro Victoria y algunas piezas más. Los intérpretes fueron Ministriles de Marsias y Schola Antiqva, a los que de nuevo tuve el honor de ver, mejor dicho, escuchar, pero en este caso acompañados por Ensemble Plus Ultra.

Ensemble Plus Ultra lleva 11 años promocionando la música litúrgica del Renacimiento español. Entre otras cosas se dedican a reconstruir e interpretas obras inéditas, encontradas en algún cajón perdido de algún monasterio medio olvidado. También se dedican a los grandes, en especial a Tomás Luis de Victoria, y en los homenajes varios que se están haciendo por la conmemoración del 400 aniversario de su muerte, están teniendo un papel predominante, como no podía ser menos. Son unas voces excepcionales.

Michael Noone y sus muchachos, se unieron a Schola Antiqva, de la que ya comenté algunos cotilleos en la entrada de la Misa Pro Victoria, para interpretar juntos el Officium Defunctorum del gran maestro polifonista Victoria, y algunas piezas más.

Esta obra, de proporciones monumentales, fue escrita al fallecimiento de María de Austria, Tomás Luis de Victoria era su capellán y no podía menos que componer a 6 voces, una auténtica obra de arte. A todo esto, le añadimos la componente romántica de que fue la última obra compuesta por el maestro, así que casi podría decirse que escribió su propio Requiem. ´

Según los entendidos, esta es la obra más representativa del Renacimiento español. Sorprende porque con medios muy simples consigue una expresividad extrema y un fervor emocionado dejando en evidencia que su único objetivo era comunicarse con Dios. La música fluye de manera serena y equilibrada, y de nuevo la paz y la quietud inundan el alma. Fue un concierto excepcional. En todos los sentidos.

El repertorio comenzó con Ad matutinum, donde Juan Carlos Asensio, director de la Schola Antiqva abrió con su voz extremadamente dulce, sensible y espectacular llevando todo el peso de las Invocaciones Iniciales. Cuando después irrumpen por primera vez las voces del Emsemble Plus Ultra, dos voces por cuerda…un estremecimiento de placer extremo recorre todo mi cuerpo, es un calambre incotrolable que se origina en el centro del cerebro reptiliano y llega hasta la punta del dedo gordo, ambos dos. Impresionante. Impresionante. La combinación de voces es perfecta, puedes distinguir a todos y cada uno de los 12 componentes de manera unívoca e inconfundible, mientras todos interpretan simultáneamente diferentes líneas melódicas, desfasadas en tonos y tiempos. Impresionante. No es desmerecer a las voces de Schola Antiqva, igualmente excepcionales, pero los colores de la parte que interpretaba el Ensemble eran mucho más atractivos, daban mucho más juego. Desde luego, la combinación de ambos, sublimes. Cómo se puede hacer una música tan maravillosa, con tan sólo un instrumento. Debe ser porque la voz humana es el mejor de todos los instrumentos posibles. De todas formas, con la cuarta parte de componentes de la Schola Antiqva habría sido más que suficiente…

Siguió el concierto con In primo nocturno, Lectio I y II, I, Ad Laudes y la Missa Pro Defunctis. La misa está escrita para seis voces: dos sopranos, un alto, dos tenores y un bajo. La interpretación de ambas formaciones consiguió que el texto fuera muy expresivo, a la par que sereno e intenso.  Excelente amplitud y claridad de líneas y tempo firme, sostenido, relajado, sin prisas, que de tiempo a deleitarse con todo lo que de Victoria nos ofrece. Hubo momentos de verdadero extasis, para mí, Introitus y sobre todo Dies irae, emocionante, poderoso, magnífico. Transmitieron tanto calor y pasión que casi eras tú el que estaba hablando con Dios, inaudito.

Terminaron con Absolutio in solemnibus exquiis, el Responsorium Libera me, Domine.

Un gran concierto, el mejor del ciclo. Pocas veces he visto tantos aplausos, hasta tres veces tuvieron que salir los músicos, con gran parsimonia y sin bis, pero el público seguía aplaudiendo entusiasmado. No fue para menos. Un gran concierto.

Ciclo Victoria 400: Misa Pro Victoria

Ministriles de Marsias y Schola Antiqva

Auditorio Nacional de Madrid. Sala de Cámara. 22 de Noviembre de 2011

Tomás Luis de Victoria vivió durante la segunda mitad del siglo XVI. Está considerado el mayor polifonista del Renacimiento español. Hacía una música vanguardista para su tiempo, y antes de que llegara el Barroco, él ya lo intuía en sus innovadoras  composiciones. El 27 de Agosto se celebró el 400 aniversario de su muerte, y para conmemorarlo, el CNDM Centro Nacional para la Difusión Musical ha montado un ciclo de interesantes conciertos, y ha editado junto a la Fundación Caja Madrid una colección de CD que recopilan las obras completas del Maestro Victoria. Un total de 10 CD al asequible precio de algo menos de 30 euros por CD. Así llega la música al pueblo…

En aquella época, a pesar de que el Renacimiento supuso un importante giro antropocéntrico, la mayoría de las manifestaciones artístícas estaban estrechamente ligadas con la religión. Por lo tanto, sin salirse del tiesto, Victoria compuso exclusivamente música sacra. Oficios, misas, motetes y pasiones cubren su amplio e interesante repertorio.

Los intérpretes fueron Schola Antiqva, dirigido por Juan Carlos Asensio y Ministriles de Marsias. Schola Antiqva es un reputado grupo que se dedica a difundir, investigar y divulgar el canto gregoriano, el canto mozárabe y la polifonía primitiva. Ministriles de Marsias no llevan tanto tiempo en esto, pero están despuntando por momentos. Marsias era un sátiro que paseando se encontró un aulos, instrumento de viento inventado por Minerva y desestimado por hinchar en exceso sus hermosos carrillos. Sintióse Marsias tan bien al tocarlo que retó a Apolo  con su lira, a ver cual de los dos era mejor en esto de la interpretación musical. Las Musas decidieron en favor de Apolo, no porque fuera semidios, o fullguapo, sino porque el aulos era bastante más difícil de tocar que la lira. No contento con su victoria, Apolo decidió desollar a Marsias, por haber tenido la osadía de desafiar a un semidios, y al derramarse, su sangre se convirtió en el río Marsias, aunque en otras versiones, se dice que ganó por tocar la lira del revés, cosa que no se podía hacer con el aulos, al final acaba igualmente desollado. Pobre Marsias. Ya con esto te puedes hacer una idea de por qué han cogido estos señores este curioso nombre para la formación.

El programa de este concierto consistió fundamentalmente en la Missa Pro Victoria, a 9 voces y órgano en dos coros. A pesar de  escribir música sacra, los entendidos consideran esta obra como la más mundana de Victoria. Mundana en el sentido humano, y no divino, ya que se basa en La Guerre de Clément Janequin, principal maestro de la chanson francesa del siglo XVI, por ello se dice que pertenece al género de las misas de batalla…¡cuantas cosas quedan por aprender! Pero no solo sonó la misa. Las diferentes piezas que la componen fueron alternándose con otras, como La bataille de Marignan, perteneciente precisamente a La Guerre de Janequin,  Tiento sobre la batalla de Morales y Praefatio de Francisco Correa de Arauxo, y la procesión de entrada y el introitus de Ensalada, de Sebastián Aguilera de Heredia, estos dos últimos contemporáneos de Victoria.

El concierto fue un recorrido detallado sobre las pautas de la polifonía renacentista, el contrapunto es el alma mater del asunto, y la herencia del canto gregoriano que la precede fue evidente en muchos momentos. La música polifónica de esta época es de una suave sonoridad, por dos motivos fundamentales. Por una parte la aceptación del intervalo de tercera como intervalo armónico consonante, selecto club fundado en el Edad Media al que sólo pertenencian como miembros fundadores quintas y octavas. Por otro lado, el progresivo aumento del número de voces, todas de igual importancia y regidas por las reglas del contrapunto, que resumiendo lo que viene a señalar es la independencia de las voces, preparación y resolución de las disonancias, uso de terceras y sextas paralelas, exclusión de las quintas y octavas paralelas, etc…todo lo que conlleva la ortodoxia harmónica de la época.

Normalmente cada voz apenas supera una octava, aunque el conjunto de voces, incluyendo los intrumentos, que podrían ser interpretados indistintamente como voces, ya que siguen la misma línea melódica, supera ampliamente las dos octavas. Pero las voces no se cruzan.  Se persiguen unas detrás de otra, en diferentes tiempos y espacios. Dos sopranos, suficiente para equilibrar el resto de tenores, barítonos y bajos que conformaban los dos coros, el de la Schola y el de los Ministriles.

La Misa Pro Victoria se acerca como  ninguna al estilo policoral que empezaba a hacer furor por la época, los venecianos eran lo más cool haciendo música policoral. Esto aporta a la cadencia un aspecto muy silábico y homofónico. Aquí es donde Victoria se adelantaba a su época, buscando contrastes más propios del Barroco que del moribundo Renacimiento.

Los ministriles impresionantes. La verdad es que pocas veces he oido sonar instrumentos tan particulares,  sacabuche, chirimías, bajoncillo, corneta, clavicímbano…y el gran órgano de la sala, con el que comenzaron el concierto. Todos estos instrumentos te transportaban con su sonido a una justa medieval, hasta sentía el cono de seda sobre mi cabeza, con el pañuelo colgando desde su punta, todo vaporoso. Y después del torneo, a palacio, a hacer el baile este que me gusta tanto donde nos cambiamos de pareja y vamos correteando con parsimonia por todo el salon cogidos de la mano. Momento Ivanhoe absoluto. Música deliciosa.

Los cantos llanos y los motetes inundaron la noche, transmitiendo una tranquilidad reveladora. Las voces, angelicales, bordaban el mensaje divino. Toda una experiencia. Este tipo de música es ideal para relajarse, pensar o dejarse llevar. Los intérpretes estuvieron excepcionales, y el público así lo agradeció, con aplausos sobrios pero intensos, y algún que otro tímido bravo. Tanto se prolongaron que no tuvieron más remedio que hacer un bis a 8 voces, Regina Coeli de Tare, también del Maestro Tomás, estrella invitada e indiscutible de la noche. Al volver a casa una gran serenidad invadía mi alma. Todavía hoy, quedan residuos de paz.

Christian McBride Trío

XXVIII Festival de Jazz de Madrid

Auditorio Conde Duque, 18 de Noviembre de 2011

Bueno, bueno, bueno. Uno de los que pasan a la historia de conciertazo mítico. Pero mítico.

Christian McBride es un icono del jazz, pero no sólo toca jazz, aunque el concierto de anoche, salvo un homenaje a James Brown, con el que tocó hace unos años cumpliendo uno de sus sueños, y en el que hizo una pequeña incursión en el funky, fue jazz. Puro y duro. Del mejor. Sin contemplaciones. Sin miramientos. Pura diversión, puro disfrute.

McBride ha tocado con otros grandes, como por ejemplo Pat Metheny, Maceo Parker o Hank Jones, al que por cierto pude ver, de manera totalmente inesperada y sorpresiva, en el Birland, un club de Nueva York. Fuimos a ver a Joe Lovano y nos dimos cuenta de que había un señor muy mayor al que todo el mundo le hacía honores, estaba cenando. Dedujimos que era alguien importante de la escena, pero no teníamos ni idea de quien era. En esto que sale Lovano al escenario y le invita a que toque con él, pero no un tema, no. Todo el concierto. La cara del pianista oficial era un poema. Se pidió una cerveza junto a nosotros en la barra y disfrutó como un niño. Impresionante…oooooooohhhhhhhh que momento, otro de los míticos, míticos.

Volviendo al concierto de ayer, McBride apareció en el escenario, con una camiseta rapera, es decir, 5 tallas más grande que la suya, y este señor es bien grande en todas las dimensiones. Debajo una camisa blanca y una corbata. Muy peculiar. Una sonrisa que no le desapareció en todo el concierto, y una simpatía que irradiaba a raudales. ¡Vaya tio majo! Educado y elegante en la palabra y en el arte.

Los músicos que le acompañan son Ulysses Owens como baterista y Christian Sands al piano, según comentó McBride llevan juntos sólo 5 meses. Increible. Ulysses es la simpatía y la precisión personalizada. Se lo pasaron increiblemente bien tocando, pero Ulysses estaba continuamente jugando  con los demás instrumentos, en una improvisación gamberra y permanente en la que se perseguían unos a otros. Su sonrisa grande, limpia y brillantemente blanca fue continua, incluso en algunos momentos su carcajada sonora acompañaba como un instrumento más. Este señor puede tocarlo todo, tenía un estilo y una delicadeza sublime, y a la vez un punto de locura imprescindible para ser un buen baterista de jazz, y sin duda, uno de los mejores baterías de swing del momento. No lo digo yo, lo dice Christian Mcbride que lo presentó como swinger (y no se refería al intercambio de parejas). Lo es, muy bueno. Gran precisión, pero no metronómica, totalmente pasional, el ritmo es suyo, el lo inventó. Lo de Christian Sands no tiene nombre. 22 años, ni uno más ni uno menos. 22 años y nunca he escuchado a nadie que se parezca más a Oscar Peterson. Pero no el de los discos, sino el de los conciertos de Montreaux, el de verdad.No tengo muy claro cuando el gran Peterson se fué, pero desde ayer creo en la doctrina de la transmigración de las almas, porque Sands es la reencarnación de Peterson. Nunca he visto a alguien tan joven parecer tan maestro. Cualquier repertorio, cualquier estilo, cualquier ritmo, todo con una naturalidad pasmosa, un ritmo, una elegancia, una alegría y una fuerza que envuelven por completo. Sands va a ser muy grande. Ya lo es.

Los temas escogidos, fantásticos. Empezando por Thelonius Monk, unos acordes al más puro clásico y ortodoxo para dar paso a una obra maestra con un contrabajo que parecía un pura sangre en la carrera de su vida. Los dedos de McBride se fusionaban con las cuerdas, está claro que ha nacido para esto. El baterista delicado y salvaje a la vez. Despues de Monk, Killer Joe de Golson y a continuación nos soprenden con un impresionante My favorite things de Coltrane…es entonces cuando la sensación de dioooooos que suerte tengo de estar aquí presenciando esto sube como un chupinazo desde el centro de la pituitaria y se difunde por todo el cuerpo. Vellos erizados, endorfina a chorros…¡como me gusta esta sensación!

Despues, el baterista se nos marca un solo de los de quedarse sin aliento y continuan con un tema tranquilo, relajado, un blues de estos que te apetece escuchar una tarde lluviosa con un buen libro y una mantita…rrrrrrrrrr. Maravilloso, sublime, el tipo de temas con los que no se atreven todos para no dormir al personal, desconfianza más de su pericia que de la espectación que causan en los enfervorecidos seguidores del jazz.

Tiramos la manta, saltamos del sofá lanzando el libro al aire, porque llega Ellington y su Sophisticated Lady, y luego Horace Silver con Juicy Lucy. Con este repertorio y estos músicos no se puede fallar.

Para el último tema eligen Get into it, homenajeando a James Brown, con un desparrame final con el baterista palmeando, el pianista de pie rasgando las cuerdas dentro del marco, y el contrabajo golpeando las cuerdas con los dedos juntos y perpendiculares al traste. Se despiden con una ovación estupenda, que por supuesto les hace salir a los minutos para marcarse un bis. Empiezan a tontear con acordes de los Jackson Five, de Michael Jackson…y se lanzan con gran elegancia y humor a su última cabalgada explisova de la noche…

El concierto fue diversión, desenfreno, simpatía, carcajada, emoción, distensión. Los músicos se lo pasan de miedo, con piques entre ellos y un humor de lo más sano y estupendo. No solo son grandes músicos, son grandes showmen, y hasta me atrevería a decir que son grandes personas. Maravilloso. Estupendo. ¡Conciertazo!

Recientemente ha caido en mis manos Lulú, un experimento musical abanderado por uno de los mejores músicos de todos los tiempos…que sigue vivo…y una banda que, cuanto menos, marcó un hito en la evolución del heavy en particular y del metal en general.

Su excelencia el señor don Lou Reed es uno de los grandes. Pero grande, grande. Te guste o no, si tienes cierto interés musical más allá de los 40, el nombre te suena, muchas de sus canciones también. Hay quienes consideran a Lou Reed el padre del rock alternativo. Al igual que hay quienes consideran a Metallica los padres del thrash metal. Si bien Metallica se alejaron lentamente de mi línea de interés a partir del and justice for all…tengo que reconocer, sin que me pese un ápice, que sus tres primeros discos son de lo mejor del thrash metal de todos los tiempos, sin lugar a dudas, y que cada vez que los escucho vuelvo a sentir un escalofrío que recorre todo el cuerpo y una energía difícil de superar. Lou Reed es como el cerdo, no me malinterpreteis, me gusta todo. Desde sus primeros años en la Velvet hasta sus gloriosos discos solitarios. Transformers y Rock’n Roll animal son dos obras maestras del rock. Y no admito discusión. No, no la admito.

Lou Reed publicó, a mediados de los 70, una obra que para algunos fue una broma de mal gusto y tildaron como el disco mas insoportable de la historia, y para otros fue una genialidad. El disco en cuestión es Metal Machine Music, y para mí, aficionada al sonido en todas sus dimensiones, incluido por supuesto los ruidos varios, las desharmonías y los revoloteos alrededor de las curvas isofónicas al borde del umbral de dolor, fue toda una apertura al mundo sónico en general y a Lou Reed en particular. Un señor capaz de hacer cosas tan dispares y tan buenas merece toda mi atención. Y por eso cuando escuché hablar del experimento con Metallica, pensé inmediatamente: esto tengo que escucharlo. Y lo he escuchado. Y me ha gustado.

Resulta que Lou Reed llevaba varios años dándole vueltas a un proyecto, que finalmente ha llevado a cabo con Metallica. Al final se trata de un disco de Lou Reed con una orquesta de lujo. Por eso, mientras lo escuchaba, no paraba de venirme a la mente el glorioso Omega que firmaron Morente y Lagartija Nick. El proyecto era de Enrique Morente, y Lagartija Nick aportaron lo que pudieron, no por falta de méritos, sino por falta de espacio. Morente tenía algo en la cabeza y usó a Lagartija para darle forma. Ambos acabaron muy contentos del proyecto. No es para menos porque el Omega es una absoluta virguería, es una de las mejores muestras de que la fusión puede funcionar. No hay muchas.

Lulú es un proyecto de Lou Reed y ha usado a Metallica como colaborador, para que forme parte de él. Desconozco el grado de decisión que han tenido los Metallica en este asunto, pero desde luego, el sonido al que nos tenían acostumbrados en sus últimos discos no aparece por ninguna parte. Quizás se puede intuir al fondo en algunos temas al Kirk Hammet de los inicios. Por cierto, que según Kirk Hammet, de lo mejor que han hecho, han vuelto a ser espontáneos. Puede que les haya valido para volver a sentir que disfrutaban con lo que hacían. En el fondo siempre tuve la esperanza de que la evolución musical de Metallica estuviera más condicionada por el contexto y por la fuerza de pertenecer a la maquinaría del mercado musical que a sus propios instintos musicales.

Lulú es una pieza inspirada en la obra de Frank Wedekind, El espíritu de la Tierra, que se publicó rondando el principio del siglo…pasado. Son los avatares de una bailarina con problemas sórdidos de abusos, subidas a los cielos y consecuente y estrepitosa bajada a los infiernos. Ya conocía la historia, porque es en la que se basó el magnífico Alban Berg para su ópera con el mismo nombre, Lulu, que por cierto estuvo abriendo la temporada pasada del Teatro Real. Maravillosa. Lou Reed tenía preparada música y letra para estrenar en Berlín, cuando conoce a los Metallica en un evento de estos a los que acuden los músicos, y fue amor a primera vista. El flechazo instantáneo hizo recordar a Lou Reed lo que tenía en los cajones y los Metallica encantados y honrados de ser invitados. Encantados de trabajar juntos. Y se nota.

En ciertos aspectos me recuerda al experimento Die Hamletmaschine de los vanguardistas Einstürzende Neubauten. Basada en la obra del dramaturgo alemán Heiner Müller, que a su vez basó su obra en el Hamlet de Shakespeare, Blixa y sus chicos hicieron una obra de arte mezclando música y texto. Esto sí que es un experimento. A ver, hay que contextualizar. Los alemanes son un grupo del industrial más áspero, el sampleo de carritos de la compra, tuercas cayendo por una tolva y piedras golpeadas con trozos de metal es la tónica general en su sonido…al menos en sus orígenes, que como en casi todos los grupos, suelen ser más salvajes, atrevidos y valientes. La obra está completamente recitada. Lou Reed a veces recita, a veces canta, a veces grita y a veces susurra. Los matices que aportan son más ricos. Pero el paralelismo es evidente. En ambos casos son dramaturgos alemanes y en ambos casos son transgresores e innovadores en sus respectivos campos.

Hay que escuchar Lulu como lo que es. No se trata de un disco de heavy metal, no se trata de un disco de rock, y no se trata de una obra de teatro. Se trata de todo esto junto y mucho más. Se trata de cómo a través de la música, la letra y la energía que se genera, puedes transmitir una historia tan bonita como triste. Para escuchar Lulu tienes que abrir los oidos, y dejarte llevar. Creo que han hecho algo grande.

El disco comienza con Brandenburg Gate, donde Lou Reed canta a su más puro estilo durante unos segundos, nombrando a Karloff, Kinski y Moreau, hasta que irrumpe un acorde metálico contundente y una voz de Hetfield como lejana. Se juntan las dos voces, Reed en primer plano recitando y Hetfield repitiendo smalltown girl (creo) en segundo….uuuffff esto que es? va a ser bueno y todo!!!

Seguimos con The View, esto ya suena raro, suena diferente. Reed medio entona medio recita y un riff persistente al fondo, con una bateria incansable. Cuando canta de nuevo Hetfield sí suena a Metallica, pero se calla, y desaparece. Se alternan riffs clásicos de metal, guitarras distorsionadas y batería quizás demasiado barroca…hay cosas que no cambian!!.

Pumping Blood se arrastra, y luego la música se convierte en un atrezzo sónico. Un buen hilo conductor para la voz desgarrada de Lou Reed. Va subiendo en intensidad y acaba siendo un desparrame de guitarra y bateria con la voz desgañitándose y transmitiendo toda la angustia del momento que cuenta. Es muy fácil entrar.Y no te deja salir, porque empalma directamente con Mistress Dread, que galopa al más puro estilo de los Four Horsemen, anda, algo de Metallica sí que va a haber ;). La combinación de voz psicópata con riffs metálicos me encanta.

Iced Honey podría empezar como una canción de Metallica. Pero también podría ser perfectamente un clásico de Lou Reed. Que mezcla más rara han conseguido en esta canción. Están los dos a la vez. Sorprendente. Con Cheat On Me acaba el primer disco, triste, desolado, calmado y miserable.

El segundo CD se abre con Frustration, ruido distorsinado a bajo volumen, está ahí, no molesta. Quizás sean los segundos más transgresores del disco, y tampoco es para tanto. Pero están ahí, de nuevo rotos por riffs metálicos y hasta con ciertas reminiscencias doom, allá a lo lejos. Medios tiempos para reflejar frustración, no es mala elección. En un tercio de la duración, cambia la historia y se vuelve mucho más vehemente, y la música de nuevo actúa como atrezzo para enfatizar la historia, diálogo entre Reed y Ulrich que acaba con un nuevo riff a medio tiempo. Al final la frustración se vuelve rabia y desesperación.

Little Dog comienza con guitarra acústica y un Lou Reed intimista y misterioso, muy intimista y muy misterioso. Sólo al final un poco de distorsión callada. Dragon eleva la distorión y el ruido y lo pone en primera línea. Reed también eleva su tono y su contundencia, ahora te sobrecoges porque la mezcla es espeluznante. Unos toques de caja despiertan a las guitarras y le dan un giro a la canción. Cierta resignación y cierta desidia…y luego lees las letras y cuadra perfectamente. Esta es la magia de la música. Minimalista y contundente.

Junior Dad cierra el disco. El tema más largo, casi 20 minutos. Un comienzo cojonudo, hasta cierto toque exótico. Realmente suena a conclusión, va cayendo poco a poco…un final estupendo para un gran disco.

Puedes escuchar las canciones y leer las letras en la página oficial http://www.loureedmetallica.com. Yo que tú lo haría. Y luego me lo cuentas.

Va por ti Joe