Archivos para agosto, 2012

Introducción

Para Deleuze, la clasificación tradicional entre sujeto y objeto dan una mala aproximación del Pensamiento. Ésta mejoraría utilizando tierra y territorio. Según Deleuze, el pensamiento es la relación que existe entre ambos. Pensar consiste en tender un plano de inmanencia que absorba la tierra, más bien la adsorba, que la atraiga, la retenga y se impregne de ella. Deleuze, junto con Guattari crean una nueva noción, con nuevas pretensiones. Desterritorialización (DT).

Para entender la noción de DT, es necesario insertarla en el contexto deleuziano apropiado, caracterizándolo como un movimiento en el que es necesario conocer qué elementos están en movimiento, quién o qué provoca ese movimiento  y en qué lugar se producen dichos movimientos. Por lo que se propone adoptar el siguiente camino:

  • En primer lugar establecer los conceptos de  porqué y quién
    • Líneas de Fuga, lo que provoca ese movimiento. Las líneas de fuga abren las brechas del territorio posibilitando  la DT pura, .
    • Agenciamientos, los elementos en movimientoconstituyen la unidad mínima de realidad,  afectada por los movimientos de DT. Siempre hablamos, actuamos y pensamos desde un agenciamiento.
  • A continuación profundizar en el dónde, noción de Territorio, lugar donde se producen los movimientos, lugar que se crea y se destruye gracias a esos movimientos
  • Abordar en más detalle los movimientos propiamente dichos de DT y Reterritorialización (RT)
  • Verlos ejemplificados en el Concepto

La realidad está compuesta de agenciamientos – unidad mínima de la realidad- individuales y colectivos que interactúan entre ellos modificándose y generando otros agenciamientos. Estos agenciamientos adoptan la forma de vectores que se mueven dentro de un territorio. En todo territorio hay vectores de DT, de RT y vector de salida. Es decir, son elementos con una intensidad asociada y con una dirección determinada que interactúan entre ellos. La realidad en la que estamos inmersos en nuestra sociedad, aquí y ahora es un campo de vectores de agenciamiento, que además pueden generar otros agenciamientos, co-funcionales y simbióticos.

Todo lo que conforma la realidad  es un campo de vectores que interactúan y generan otros vectores, en un medio, que es el territorio. Se encuentran en un equilibrio dinámico y homeostático hasta que aparece una línea de fuga y abre una brecha en el territorio. En ese momento, que es el de DT absoluta, un romper algo para crear un algo, se identifica el vector de salida que todo territorio tiene, y comienza la DT, como si los vectores que conforman el territorio se alinearan hacia el vector salida y los agenciamientos fueran hacia la tierra, desarticulando el territorio y buscando alternativamente un nuevo territorio. Simultáneamente, la inercia que se establece entre la tierra y el territorio, hace que un movimiento de DT genere a su vez un movimiento de RT asociado, las piezas que se desarticulan en el territorio pueden valer para nuevos territorios que se están articulando, y si no son útiles acabarán desapareciendo. La intensidad y la velocidad con la que estos vectores se mueven no son lo mismo. La DT absoluta no existe sin RT.

El ser humano vive en una eterna DT, productiva, tecnológica y cultural.

Líneas de Fuga y Agenciamiento

La obra de Deleuze y Guattari está marcada por un movimiento de relaciones múltiples, coexistentes y, de cierta forma, complementarias. No hay un pensamiento binario, de simple oposición entre los términos.

De acuerdo con Deleuze tanto los individuos como los grupos están constituidos por “líneas” de diversa naturaleza. Distinguen tres líneas que nos atraviesan y componen:

  • Líneas de segmentaridad rígida o molar:
    • son segmentos bien definidos en diversas direcciones ligados a la familia, la profesión, el trabajo, las vacaciones, la escuela, la fábrica, el ejército.
    • Estas líneas van a depender de máquinas binarias muy diversas no sólo dualistas sino también dicotómicas.
    • Pueden funcionar diacrónicamente (material no formal, final no esencial), por lo tanto, hay un dualismo desplazado donde las elecciones son sucesivas, no simultaneas.
    • Estos segmentos están caracterizados por:
      • dispositivos de poder muy diversos entre si y
      • por fijar cada uno el código y el territorio de segmento que corresponde; la máquina abstracta que los sobrecodifica y regula estas relaciones; y el aparato de Estado que efectúa dicha máquina.
    • Por ello implica un tipo de plano, en este caso el de organización.
  • Líneas de segmentaridad flexible o molecular:
    • son flujos moleculares, nuevas composiciones, que no coinciden exactamente con el segmento,
    • proceden por umbrales y van a constituir devenires.
    • Lo molecular, a diferencia de lo molar, hace referencia a las intensidades, al plano de inmanencia, donde ya no hay más que relaciones de velocidad o lentitud.
    • Por su parte, las máquinas abstractas tampoco van a ser las mismas, son mutantes y no sobrecodificantes.
  • Líneas de fuga o de DT:
    • no es segmentaria y es abstracta.
    • No es que preexistan sino que se trazan, se componen y no se sabe de antemano lo que va a funcionar como línea de fuga, ni que va a venir a interceptarla.
    • En la ruptura no sólo la materia del pasado se ha volatilizado, uno ha devenido imperceptible y una sociedad se define precisamente por esta línea de fuga,
    • Es un tiempo no pulsado, es pura intencionalidad, donde hay DT absoluta.
    • La creación se produce sobre estas líneas, por lo que no deben ser pensadas como meras fantasías, sino al contrario porque se traza sobre ella algo real y construye un plano de consistencia, algo devino otra cosa, y nada será igual.
    • Son consideradas primordiales, por el poder transformación que cargan.

Por agenciamiento, Guattari y Rolnik se refieren a una “noción más amplia que la de estructura, sistema, forma, etc. Un agenciamiento incluye componentes heterogéneos, tanto de orden biológico como social, maquínico, gnoseológico, imaginario”. Al contrario de las estructuras, que “están siempre ligadas a condiciones de homogeneidades”, los agenciamientos son co-funcionales, una simbiosis.

El agenciamiento es una multiplicidad que incluye tanto líneas molares como moleculares; esta es “la verdadera unidad mínima” de la realidad que ellos proponen en lugar de la palabra, del concepto o del significante. Para Deleuze,“la unidad real mínima no es la palabra, ni la idea o el concepto, ni tampoco el significante. La unidad real mínima es el agenciamiento”.

Podríamos decir que todo agenciamiento es colectivo y pone en juego poblaciones, multiplicidades, afectos, intensidades, territorios. Siempre hablamos, actuamos y pensamos desde un agenciamiento, la línea imperceptible que atraviesa las ideas, los cuerpos, los elementos en juego, es el entremedio,que sostiene todas las relaciones.

Los agenciamientos se mueven entre la tierra y el territorio generando los movimientos de DT y RT. Un agenciamiento es un territorio, que puede desterritorializarse y al mismo tiempo, reterritorializarse. Pero también puede dar lugar a la generación de otro agenciamiento RT, DT… Esto es lo que define el movimiento de cualquier agenciamiento y nos acerca a un modo singular de insistencia en lo vital, apostando a que las conexiones sean cada vez mínimas en organización y máximas en intensidad.

El nuevo territorio es siempre productivo, es por esta razón que el mundo es un territorio que debe ser siempre reterritorializado, ocupado, reconstruido, habitado; una tensión que sólo puede satisfacer la intensidad de una acción creativa múltiple.

Los agenciamientos, unidades mínimas de la realidad, se encuentran en un movimiento de DT y RT continuo, dinámico y homeostático, entre la tierra y el territorio. Así es como pensamos. Necesitamos ahora, reflexionar sobre el territorio, donde se producen los movimientos.

El Territorio

«El territorio es el ámbito del tener. Es la propiedad del animal, propiedad en el sentido de Beckett o Michaux. Salir del territorio es aventurarse. El territorio me vale en relación con un movimiento por el cual se sale de él. La DT coincide literalmente con el concepto “outlandish” de Melville (desterritorializado)» (Deleuze dixit).

No hay territorio sin un vector de salida y no hay salida del territorio, es decir, DT sin al mismo tiempo un esfuerzo por (RT) en otro sitio, en otra cosa. Los territorios comportan siempre dentro de sí vectores de DT o de RT. Mucho más que una cosa u objeto, un territorio es un acto, una acción, una relación, un movimiento concomitante de RT y DT, un ritmo, un movimiento que se repite y sobre el cual se ejerce un control.

Guattari afirma en el libro Micropolítica: Cartografías del Deseo: “ Los seres existentes se organizan según territorios que ellos delimitan y articulan con otros existentes y con flujos cósmicos. El territorio puede ser relativo tanto a un espacio vivido como a un sistema percibido dentro del cual un sujeto se siente ‘una cosa’. El territorio es sinónimo de apropiación, de subjetivación fichada sobre si misma. El es un conjunto de representaciones las cuales van a desembocar, pragmáticamente, en una serie de comportamientos, inversiones, en tiempos y espacios sociales, culturales, estéticos, cognitivos”.

Desde una perspectiva crítica de la Geografía, Deleuze considera al territorio como una construcción social resultado del ejercicio de relaciones de poder desarrolladas a lo largo del espacio-tiempo. Estas relaciones de poder son tanto materiales como simbólicas, ya que son el resultado de la producción de un espacio que se construye diferencialmente según vivencias, percepciones…

De la creación a la destrucción del territorio: Desterritorialización y Reterritorialización

Guattari y Rolnik plantean que “El territorio se puede DT, esto es, abrirse, en líneas de fuga y así salir de su curso y destruirse. La especie humana está sumergida en un inmenso movimiento de DT, en el sentido de que sus territorios ‘originales’ se rompen ininterrumpidamente con la división social del trabajo, con la acción de los dioses universales que ultrapasan las tablas de la tribu y la etnia, con los sistemas maquínicos que llevan a atravesar, cada vez más rápidamente, las estratificaciones materiales y mentales”.

La DT puede ser considerada un movimiento por el cual se abandona el territorio, una operación de líneas de fuga, y por ello es una RT y un movimiento de construcción del territorio.

Podríamos definir la “DT”, como “desenraizamiento que se desdobla en el plano de la producción (la fábrica global), de la tecnología (medios de comunicación) y de la cultura (imaginarios colectivos transnacionales)”. Vista de este modo, la DT habla de manifestaciones simultáneas y transversales, y supera todo determinismo económico: no se trata sólo de los capitales que “fugan” y “fluyen”, ni de los recursos naturales privatizados, ni de la distribución en diferentes lugares del globo de la cadena de producción de las empresas transnacionales.

La DT implica, además, la desarticulación del referente clave de las culturas: el territorio, espacio común donde se materializan las prácticas, que marca las fronteras entre “nosotros” y los “otros” (los de “adentro” y los de “afuera”). Esto rompe con dos principios que han servido tradicionalmente para comprender las culturas: el de centralidad y el de oposición entre interno/externo; ya que por un lado deslocaliza y dispersa el centro o foco cultural, y por el otro, hace permeables las fronteras que distinguen un adentro de un afuera.

Características de la DT.

  • En primer lugar, el movimiento concomitante e indisociable entre DT y RT se expresa en lo que ellos llaman la “proposición maquínica”: “Jamás se desterritorializa por sí sólo, por lo mismo se necesitan dos términos. En cada uno de los términos se RT uno en otro. De tal manera que no se debe confundir la RT con el retorno a una territorialidad primitiva, o más antigua: ella implica necesariamente un conjunto de artificios por los cuales un elemento, el mismo desterritorializado, sirve de territorialidad nueva a otro que pierde la suya. De allí todo un sistema de RT horizontales y complementarias” (Guattari y Rolnik, 1996: 41).

  • Una segunda característica cuestiona la relación entre DT y velocidad: “De los elementos en los movimientos de DT, uno más rápido no es forzosamente más intenso o más desterritorializado. La intensidad de la DT no debe ser confundida con la velocidad del movimiento o de desenvolvimiento. De manera que el más rápido conecta su intensidad con la intensidad del más lento, lo cual, en cuanto a intensidad, no lo sucede, pero trabaja simultáneamente un estrato sobre otro o un plano sobre otro” (Guattari y Rolnik, 1996: 41). Se establece un sistema homeostático donde la suma de DT y RT se encuentran en un equilibrio dinámico.

  • Finalmente, Deleuze y Guattari relacionarán las intensidades dentro de un proceso de DT y proponen una distinción entre los dos tipos de DT: una relativa y una absoluta: “Se puede concluir… que uno menos desterritorializado se reterritorializa sobre uno más desterritorializado. Surge aquí un segundo sistema de RT, vertical, de abajo hacia arriba… La regla general, la DT relativa (transcodificación) se reterritorializa sobre una desterritorialización absoluta” (Guattari y Rolnik, 1996: 41).

  • La DT relativa hace referencia al abandono de territorios creados en las sociedades y su concomitante RT. Física, psicológica o social, la DT es relativa mientras atañe a la relación histórica.

  • Mientras que la DT absoluta se remite a su propio pensamiento, la virtualidad del devenir y lo imprevisible. Cuando la tierra penetra en el mero plano de inmanencia de un pensamiento.

  • Se trata de atributos utilizados para diferenciar la naturaleza de este tipo de DT, lo cual no implica una superioridad o una dependencia de la DT relativa en relación a la absoluta, al contrario los dos movimientos pasan uno a otro. La DT absoluta sólo puede ser pensada siguiendo unas relaciones por determinar con las DT relativas, no sólo cósmicas, sino geográficas, históricas y psicosociales. Siempre hay un modo en el que la DT absoluta en el plano de inmanencia asume el relevo de una DT relativa en un ámbito determinado.

Pensar y DT quiere decir que el pensamiento sólo es posible en la creación, y para que se cree algo nuevo es fundamental romper el territorio existente, creando otro. De esta forma, de la misma manera que los agenciamientos funcionaban como elementos constitutivos del territorio, ellos también van a operar en la DT, nuevos agenciamientos son necesarios, nuevos encuentros, nuevas funciones. La DT del pensamiento siempre va acompañada por una RT: “La DT absoluta no existe sin RT”.

Por lo tanto, Tierra y territorio son dos conceptos entrelazados, existe una relación dinámica y continua entre ellos, con dos zonas de indiscernibilidad:

  • Desterritorialización (DT), del territorio a la tierra

  • Reterritorialización (RT), de la tierra al territorio

Ambos tipos de movimiento establecen una relación intrínseca entre las partes creadas y eliminadas de tierra y territorio. Es decir, Al pasar del territorio a la tierra (DT), se genera un movimiento de la tierra al territorio (RT) relacionado. Y viceversa, un RT genera un DT. Pero a su vez, la tierra procede sin cesar a un movimiento de DT in situ a través del cual supera cualquier territorio. La tierra es desterritorializante y desterritorializadora, llegando a confundirse ella misma con el movimiento de los que abandonan en masa su propio territorio.

Aparece una diferencia importante según que la DT relativa sea de inmanencia o de trascendencia:

  • Cuando la DT relativa es trascendente, vertical, el elemento trascendente tiene que inclinarse o someterse a una especie de rotación para inscribirse en el plano del pensamiento-Naturaleza siempre inmanente. Pensar implica aquí una proyección de lo trascendente sobre el plano de inmanencia. Se piensa por Figuras. El territorio se convierte en tierra desierta y un extranjero viene a refundar el territorio, a reterritorializar la tierra.

  • Cuando la DT relativa es en sí misma horizontal, inmanente, entre una multiplicidadvinculada entre sí, se conjuga con la DT absoluta del plano de inmanencia que lleva al infinito, que impulsa a lo absoluto los movimientos de la primera transformándolos (el medio, la opinión, el amigo). La inmanencia se duplica. Entonces ya no se piensa por figuras sino por Conceptos.

El concepto no es objeto, sino territorio

El concepto es lo que llena el plano de inmanencia. El propio concepto abandona cualquier referencia para conservar su consistencia. El concepto no tiene más regla que la vecindad, interna o externa.

  • Su vecindad o consistencia interna está garantizada por la conexión de sus componentes en zonas de indiscernibilidad;

  • Su vecindad externa o exoconsistencia está garantizada por los puentes que van de un concepto a otro cuando los componenetes de uno están saturados.

Y eso es efectivamente lo que significa la creación de los conceptos: conectar componentes interiores inseparables hasta su cierre o saturación de tal modo que no se pueda añadir o quitar ningún componente sin cambiar el concepto: conectar el concepto con otro, de tal modo que otras conexiones cambiarían la naturaleza de ambos. La plurivocidad del concepto depende únicamente de la vecindad (un concepto puede tener varias).

El concepto no es paradigmático, sino sintagmático, no es proyectivo, sino conectivo, no es jerárquico sino vecinal, no es referente, sino consistente.

Lo trascendente produce por proyección una absolutización de la inmanencia. Pero la inmanencia de lo absoluto que reivindica la filosofía es completamente distinta; las figuras tienden hacia los conceptos hasta el punto de que se aproximan infinitamente a ellos.

Para que la filosofía naciera fue necesaria la conjunción de dos movimientos de DT muy diferentes, el relativo y el absoluto, cuando el primero ejercía ya una acción en la inmanencia. Fue necesario que la DT absoluta del plano del pensamiento se ajustara o se conectara directamente con la DT relativa de la sociedad griega.

No se puede reducir la filosofía a su propia historia, porque la filosofía se desvincula de esta historia incesantemente para crear conceptos nuevos que revierten nuevamente a la historia pero no proceden de ella. Sin la historia, el devenir permanecería indeterminado, incondicionado, pero el devenir no es histórico. Los tipos psicosociales pertenecen a la historia, pero los personajes conceptuales pertenecen al devenir.

Si la filosofía surge en Grecia, es más en función de una contingencia que de una necesidad, más de un ambiente o de un medio que de un origen, más de un devenir que de una historia, de una geografía más que de una historiografía, de una gracia más que de una naturaleza.

La revolución es la DT absoluta en el punto mismo en el que ésta apela a la tierra nueva, al pueblo nuevo. La DT absoluta no se efectúa sin una RT. La filosofía se reterritorializa en el concepto. El concepto no es objeto, sino territorio.

Aunque la filosofía se reterritorializa en el concepto, no por ello halla su condición en la forma presente del Estado democrático o en un cogito de comunicación más dudoso aún que el cogito de reflexión. No carecemos de comunicación, por el contrario, nos sobra, carecemos de creación. Carecemos de resistencia al presente.

La creación de conceptos apela en sí misma a una forma futura, pide una tierra nueva y un pueblo que no existe todavía. La europeización no constituye un devenir, constituye únicamente la historia del capitalismo que impide el devenir de los pueblos sometidos. El arte y la filosofía se unen en este punto, la constitución de una tierra y de un pueblo que faltan, en tanto que correlato de la creación. Las democracias son mayorías, pero un devenir es por naturaleza lo que se sustrae siempre a la mayoría.

Es la relación constitutiva de la filosofía con la no filosofía. El devenir siempre es doble, y este doble devenir es lo que constituye el pueblo venidero y la tierra nueva. La filosofía tiene que devenir no filosofía, para que la no filosofía devenga la tierra y el pueblo de la filosofía.

El pueblo es interior al pensador porque es un devenir-pueblo de igual modo que el pensador es interior al pueblo, en tanto que devenir no menos ilimitado. El artista o el filósofo son del todo incapaces de crear un pueblo, sólo pueden llamarlo con todas sus fuerzas. Un pueblo sólo puede crearse con sufrimientos abominables, y ya no puede ocuparse más de arte o de filosofía. Pero los libros de filosofía y las obras de arte también contienen su suma inimaginable de sufrimiento que hace presentir el advenimiento de un pueblo. Tienen en común la resistencia, la resistencia a la muerte, a la servidumbre, a lo intolerable, a la vergüenza, al presente.

La DT y la RT se cruzan en el doble devenir. Apenas se puede ya distinguir lo autóctono de lo foráneo, porque el forastero deviene autóctono junto al otro que no lo es, al mismo tiempo que el autóctono deviene forastero, a sí mismo, a su propia clase, a su propia nación, a su propia lengua. Devenir forastero respecto a uno mismo, y a su propia lengua y nación, ¿no es acaso lo propio del filósofo y de la filosofía?

La filosofía se reterritorializa tres veces, una vez en el pasado en los griegos, una vez en el presente en el Estado democrático, una vez en el futuro, en el pueblo nuevo y en la tierra nueva.

Basado en:

Habermas no es Kantiano

Habermas establece que hay una distinción categorial entre verdad y rectitud moral, y por lo tanto entre razón teórica y práctica. Levine argumenta en contra de esta conclusión, tratando de demostrar que la nueva teoría pragmática de la verdad de Habermas no refuerza la distinción entre verdad y rectitud moral, de hecho la vicia.

En su libro Verdad y Justificación, Habermas caracteriza su proyecto teórico como un tipo de Pragmatismo Kantiano. Según Levine, lo que distingue al pragmatismo kantiano del pragmatismo lingüístico integrado en la teoría de la acción comunicativa de Habermas es su intento de integrar la teoría de la comunicación con una teoría pragmática de la acción y el aprendizaje.

En esta nueva teoría, el discurso ya no se ve como el acompañamiento autónomo de una razón lingüística descentralizada, sino como fundamentalmente entrelazado con las acciones y contextos del mundo de la vida. Habermas realiza este giro pragmático porque, en un compromiso con Rorty, estimó que cualquier visión que se centrara sólo en las interrelaciones comunicativas horizontales entre sujetos no puede permitir una contextualización en la que la verdad de una proposición siempre esté indexada a un contexto de justificación. Porque los sujetos están a expensas de sus  relaciones verticales con el mundo, establecidas a través de la acción. Habermas abandona su antigua teoría de la verdad discursiva por su dificultad.

La teoría de la verdad discursiva de Habermas

Brevemente resumida, la teoría de la verdad discursiva de Habermas, que es en sí misma un tipo de teoría pragmática, comienza por una tesis familiar: después del giro lingüístico, lenguaje y realidad están inextricablemente entrelazados.

Este hecho descarta las versiones metafísicas de la teoría de verdad como correspondencia porque los agentes no pueden salirse del círculo del lenguaje para examinar si sus proposiciones corresponden a una realidad independiente del  lenguaje.

Por lo tanto, para establecer la afirmación de una verdad imponderable, no podemos simplemente apuntar a los hechos independientes del lenguaje, en su lugar, debemos justificar o dar razones para esa afirmación. Sin embargo, sólo porque la verdad de una afirmacion puede ser solamente establecida a través de la justificación y dando razones, no significa que pueda ser equiparada con lo que está justificado y garantizado ahora.

De lo que sabemos de los sustratos pragmáticos, podemos extraer que nuestro conocimiento es falible y sujeto a revisión. Esto nos abre una distinción entre verdad y aceptabilidad racional que es interna a nuestras prácticas epistémicas. Algunos filósofos, como Rorty, piensan que el salto entre verdad y aceptablidad racional no puede nunca superarse. Según Levine, nuestro objetivo epistémico no debería ser la verdad sino la consecución de acuerdos motivados racionalmente en audiencias más grandes y mejor formadas epistémicamente. Para Habermas, la verdad de una proposición realiza una afirmación incondicional que apunta más allá de todas las evidencias de las que disponemos.

¿Cual es la naturaleza de esta afirmación incondicional? Una declaración es verdad no cuando está justificada en las condiciones actuales, sino en condiciones ideales. Si bien esta medida no separa la verdad de prácticas justificativas y escrutinadoras todas juntas, como hacen las teorías metafísicas de la verdad, tampoco la reducen a lo que es racionalmente aceptable en el aquí y el ahora. Habermas aquí siguió a Peirce, pero por buenas razones eliminó su noción de justificación ideal, ya que sólo sería asequible en un límite ideal, por ejemplo al final del escrutinio. En su lugar, idealizó los mecanismos del discurso: lo que es verdad es lo que puede ser aceptado como racional en condiciones ideales.

Habermas abandonó el barco

¿Cual es el problema de esta teoría de la verdad? ¿Por qué la abandonó Habermas?. A través de un compromiso con el trabajo de Wellmer, Lafont, Rorty y Putnam, Habermas se convenció de que la verdad no es un concepto epistémico en absoluto. La verdad es una propiedad absoluta que no puede perderse. La verdad trasciende todos los contextos de justificación, incluso los ideales. El concepto de verdad como lo aceptado como racional bajo condiciones ideales, no puede dar cuenta de esta intuición en la medida en que incluso aunque nuestras creencias hayan sido justificadas pueden llegar a estar equivocadas.

Una proposición es verdad no porque sea el producto de un consenso racional forjado bajo condiciones ideales, sino más bien porque es verdad. Como dijo Habermas, una proposición es conforme a todos los sujetos racionales porque es verdad, no es verdad porque podría ser el contenido de un consenso obtenido bajo condiciones ideales.

Según Habermas, esta intuición de que la verdad no está epistémicamente indexada no es metafísica, pero es un aspecto gramatical de las afirmaciones de verdad. ¿Cómo puede uno hacer justicia a este aspecto gramatical y no cortar de raíz todas las conexiones entre prácticas de justificación y verdad, al ser necesario evitar teorías metafísicamente realistas de la verdad?.

Una vez que se ha puesto sobre la mesa la intuición gramatical sobre la naturaleza absoluta de la verdad, la concepción teórica del discurso parece estar sujeta a un dilema irresoluble: No importa cómo se mejora el valor de las condiciones epistémicas a través de idealizaciones, o satisfaciendo el caracter incondicional de la afirmación de la verdad mediante requisitos que cortan todas las conexiones con las justificaciones de las prácticas conocidas, o incluso reteniendo esa conexión con las prácticas conocidas y pagando el precio en el que la aceptación racional no excluye la posibilidad de error incluso bajo esas condiciones ideales, es decir, no simula una propiedad que puede perderse.

Si tomamos el antiguo camino de desconectar completamente la verdad de la justificación, minamos la base para respaldar la noción de sentido común, en la que nuestras investigaciones y las prácticas de justificación ayudan a estar más cerca de la verdad. Si cogemos el camino posterior y defendemos una concepción epistémica de la verdad, entonces sólo tenemos la posición convencional en la que lo mejor que podemos hacer es apostar porque no es verdad,  expandiendo el círculo de solidaridad de Rorty.

Habermas construye un barco nuevo

Según Habermas, aunque no podamos cortar la conexión entre verdad y justificación, esta conexión epistémicamente inevitable no debe convertirse en una conexión conceptualmente inseparable en la forma de un concepto epistémico de verdad. Es decir, aunque la justificación discursiva sea la única manera de establecer afirmaciones de verdad imponderables y esté además epistémicamente conectada a la verdad, eso no significa que la verdad pueda ser identificada con lo que está justificado, incluso en condiciones ideales. Pero si no hacemos esta identificación ¿cómo vamos a tener en cuenta a la verdad?

Para responder a esta pregunta Habermas formula una nueva teoría pragmática de la verdad. Para articularla recurre a algunos aspectos de la tradición pragmática clásica que muchos filósofos contemporáneos habían dejado atrás. Particularmente se centró en la teoría pragmática sobre la acción y la investigación. En todas las figuras pragmáticas clásicas, Peirce, James y Dewey, hay un sentido agudo de que la cognición debe ser vista como un momento en un ciclo de una acción más grande que comienza cuando los agentes se enfrentan a situaciones problemáticas en el mundo. Confrontando estas situaciones. los modos habituales de hacer frente fracasan, haciendo surgir la duda.

Para hacer frente a esta brecha, y sustituir la duda por la creencia (reglas de comportamiento), los agentes deben emprender el camino hacia un nivel superior de cognición e investigación, por ejemplo la teoría de la comunicación, experimentación. En este caso, los agentes no sólo se ajustarán a la situación, sino que además se comprometerán con ella de manera creativa, trayendo algo nuevo al mundo (como una teoría, una practica moral, invención, etc.). Si la investigación es exitosa, los agentes adquieren nuevas creencias que reestablecen la rutina de la acción y del discurso.

Para el pragmatismo clásico esta adquisición es el fundamento del aprendizaje y del crecimiento de la experiencia porque los movimientos realizados para resolver el problema original están, a través de mecanismos de retroalimentación, integradados en el sustrato de la comprensión del agente actuante.

Para el pragmatismo, la acción siempre está incluida en un contexto donde se establece un problema objetivo, que es revelado por un sustato de comprensión garantizado. Incluso la duda solo aparece en un contexto de creencia que es casi siempre tomado como garantía de verdad.

Así que, cuando la acción estalla en la cara de la recalcitrante experiencia, lo que específicamente se convierte en duda lo hace sólo contra el sustrato de una red holística de expectaciones estables, creencias y certidumbres de comportamiento que guían la acción rutinaria  y la comunicación.

Como decía Habermas, el pragmatismo nos hace consciente de que la práctica diaria descarta la suspensión de la afirmación de la verdad. La red de prácticas rutinarias se basa más o menos en las creencias implícitas que tomamos como verdaderas en contra de un amplio sustrato de creencias compartidas intersubjetivamente o suficientemente solapadas. Este sustrato es el origen de nuestro concepto de verdad como incondicional: Las prácticas del mundo de la vida  (el aprendizaje) están soportadas por una conciencia de certidumbre que en el curso de la acción no deja lugar a dudas sobre la verdad.

El mundo es objetivo: independiente y el mismo para todos

La conducta que resuelve problemas procesa las frustraciones que se producen en contra del sustrato de expectaciones estables, en el contexto de un gran cuerpo de creencias que han sido ingenuamente tomadas como verdad. Los actores confían en las certezas de la acción en sus relaciones prácticas con el mundo objetivo, el cual ellos presuponen que es independiente y el mismo para todo el mundo. Y esas certezas implican a su vez que las creencias que guian a las acciones se están asumiendo como verdad absolutamente.

No caminamos sobre  un puente de estabilidad dudosa. Al realismo de la práctica diaria, aquí se corresponde un concepto de verdad incondicional, o verdad que no está epistémicamente indexada.

Esta concepción de la verdad disuelve el anterior dilema, haciendo justicia al carácter incondicional de las afirmaciones de verdad mientras que mantiene una conexión epistémicamente inevitable entre verdad y justificación. Mientras que la única manera de resolver afirmaciones de verdad es a través de la justificación, cuando los agentes entran en el discurso, ya poseen una concepción incondicional de la verdad que opera por debajo de los niveles de la razón.

El concepto no epistémico de verdad es relevante para el reino de la razón, porque se proyecta dentro del discurso formando un horizonte implícito de expectación sobre nuestras prácticas discursivas. De esta manera proporciona un punto de referencia de  justificación trascendente para afirmaciones de verdad discursivamente tematizadas. Descubrir una verdad que exceda toda justificación es el objetivo de las justificaciones. Por lo tanto, la justificación no puede nunca ser final o completa. Este es el origen del sentido de que  nuestras interpretaciones y justificaciones en el espacio de razones sean siempre falibles.

Esta conciencia falibilista que nos puede hacer errar incluso en el caso de unas creencias bien justificadas, depende de una orientación hacia la verdad cuya raíces se extienden dentro del realismo de las prácticas diarias. Sin embargo este falibilismo, aunque en principio nunca termina, de hecho llega a un final ya que el concepto de verdad facilita el ascenso de certidumbres prácticas al discurso, proporcionando discursos con un punto de referencia trascendente a la justificación, además también permite una retransformación de afirmaciones racionalmente aceptables en certezas performativas.

En otras palabras, debido a que la verdad es operativa tanto en contextos de acción como en el discurso, cuando el argumento llega al final y las afirmaciones de verdad se desproblematizan, tenemos permiso para volver al marco de la acción en el que las creencias  justificadas se transforman en certidumbres de comportamiento. Haciendo esta transición no dejamos detrás la verdad, pero sí que la hacemos retornar a su lugar de origen.

Al proporcionar un punto de referencia con justificación trascendente en nuestras prácticas discursivas, Habermas piensa que ha logrado el primer paso para superar el contextualismo, es decir, la visión de que la verdad de una proposición siempre está indexada en un contexto de justificación.

El segundo paso requerirá conectar nuestro concepto implícito de verdad con un concepto de objetividad que a su vez está implícito en nuestra acción dirigida hacia el mundo. El contextualismo puede ser superado finalmente, dice Habermas, porque las certidumbres que son el origen de nuestro concepto de verdad son certezas en las que agentes actores  confían para sus relaciones prácticas con el mundo objetivo, un  mundo que se presupone independiente y el mismo para todos.

En otras palabras, las certezas que conforman el origen formal de nuestro concepto de verdad son siempre acerca de un mundo objetivo.

Objetividad

Pero, ¿por qué los agentes actuantes presuponen en primer lugar que hay un mundo independiente y objetivo? ¿Cual es el origen del concepto de objetividad?

En la conceptualización pragmática de Habermas, la objetividad se da en primer lugar no por nuestra representación lingüística del mundo, sino a través de nuestras acciones sobre él y dentro de él. Específicamente, el concepto de objetividad surge a través del fracaso.

Cuando las acciones fracasan, experimentamos en la práctica que el mundo revoca su disposición a cooperar, y esta negativa hace surgir el concepto de objetividad. Esta experiencia de fracaso, de nuestros proyectos individuales y cooperativos realizados con otros, genera un concepto implícito de un mundo independiente que retroalimenta nuestro sistema sutrato de creencias, guiando nuestra acción futura y comportamiento. A partir de ahora, en o dentro de la acción presuponemos el mundo objetivo como un sistema de referentes posibles, como una totalidad de objetos, no de hechos.

Como el concepto de verdad, el concepto de objetividad dado en la práctica asciende hacia el discurso, garantizando que nuestras declaraciones refieren a objetos que existen independientemente de nuestras representaciones lingüísticas. En este sentido, la objetividad se convierte en una presuposición práctica no sólo de accion sino también de comunicación. Como sujetos capaces de discurso y acción, los usuarios del lenguaje deben ser capaces de referir a algo en el mundo objetivo desde el horizonte de sus mundos de la vida compartidos si quieren alcanzar un acuerdo sobre  algo en la comunicación entre ellos.

Basado en  Truth and Moral Validity: On Haberma’s Domesticated Pragmatism

Steven Levine

Esta receta está sacada del libro Recetas con Historia, en concreto del periodo de la Grecia Clásica. Impresionante por su simplicidad y su delicado sabor. Exquisita.

Los ingredientes no pueden ser más básicos. En primer lugar prepararemos una bola de masa para que haga de base de la tarta.

Como era la primera vez que la hacía, seguí, cosa rara en mí, estrictamente la receta tal como aparecía, más por respeto a la historia que a la receta en sí. Abajo encontrais los ingredientes tal y como aparecen en el libro.

En un bol grande para amasar con comodidad ponemos dos tazas de harina y una pizca de sal, removemos bien con una espátula. Añadimos 2 cucharadas soperas de azúcar, yo utilicé azúcar morena, me gusta mucho más el sabor que le da, pero seguro que si eres de los golosones mejor blanquilla refinada. Probablemente para la próxima vez sustituiré el azúcar por miel. Se mezcla todo bien de nuevo y se añade 100 gramos de mantequilla a punto pomada. Por último se le añade un huevo y se mezcla todo bien para que quede absolutamente homogéneo.

Para mi gusto la masa quedó demasiado aceitosa, así que la próxima vez utilizaré unos 70 gramos de mantequilla. De nuevo es cuestión de gustos.

Comenzamos a amasar formando una bola, que dejaremos reposar con un paño húmedo cubriéndola, en la nevera, por lo menos una hora.

Mientras tanto procedemos a hacer el relleno. Para ello usamos una tarrina de medio kilo o algo menos de queso fresco batido, natural, sin azúcar ni sabores. Yo utilicé desnatado, pero seguro que con queso fresco batido entero sale aún más rica la torta.

En un bol grande vertemos la tarrina de queso fresco batido y le añadimos 100 gramos de azúcar, de nuevo utilicé azúcar morena, y probablemente cambie en la siguiente versión por miel. Se mezcla bien y se añade una cucharadita de canela molida. Cuidado de no pasarse con la canela porque te puedes cargar el sabor, pero si te quedas demasiado corta tampoco le añadirás el punto exótico.

De nuevo mezclamos bien y añadimos 4 huevos, uno por uno, lo incluimos y removemos bien, hacemos lo mismo con cada uno de los  huevos. Ya tenemos el relleno listo, así que procedemos a montar la tarta, una vez haya reposado la masa el tiempo suficiente en la nevera.

Cogemos el molde donde lo vayamos a hacer, y tomamos las precauciones necesarias para que no se pegue, papel encerado, harina y pan rallado, aceite…cada uno tiene su truquillo.

Sobre la base del molde extendemos la bola de masa hasta cubrir completamente la superficie de la base. A continuación incorporamos un puñado de nueces, partidas en grandes trozos cubriendo toda la masa.

Vertemos por encima la mezcla de queso fresco batido y cubrimos con semillas de sésamo. Estamos listos para hornear.

 Precalentamos el horno  a 180 grados, con calor arriba y abajo, horneamos la torta  hasta que el queso haya cuajado, unos 40 minutos. Dejar enfríar.

Esta será otra diferencia que incorporaré la próxima vez que la haga. En lugar de hornear directamente la masa con el relleno, creo que saldría mejor horneando previamente la masa, hasta que empiece a coger color y luego sacar la torta, incorporar el relleno y dejar que siga horneándose hasta que cuaje. Ya veremos, pero me pareció que la masa quedaba un poco cruda, y quizás algo más tostada y crujiente habría hecho la torta más gustosa.

 

Para servir, tal cual es una opción estupenda, pero le va muy bien alguna mermelada, casera mucho mejor. Yo utilicé mermelada de higos, que todavía me queda un poco. La combinación con mermelada de higos es sencillamente espectacular. ¡Buen provecho!

INGREDIENTES

  • Para la masa
    • Dos tazas de harina y una pizca de sal
    • 100 g de mantequilla
    • un huevo
    • dos cucharadas soperas de azúcar
  • Para el relleno
    • 500 g de queso fresco
    • 100 g de azúcar
    • una cucharadita de canela en polvo
    • 4 huevos
    • media taza de nueces picadas
    • Un poco de sésamo para espolvorear

MANUFACTURA

  • Colocamos la harina en un bol con la sal, añadimos la mantequilla blanda, el huevo y el azúcar.
  • Amasamos hasta formar una masa compacta Si fuese necesario añadiremos un poco de agua templada
  • Hacemos una bola y la ponemos en la nevera cubierta con un paño húmedo al menos durante una hora
  • Batimos el queso con el azúcar, la canela y los huevos, uno a uno y reservamos.
  • Forramos con la masa el fondo de un molde de unos 25 cm, enharinado y engrasado.
  • Ponemos encima las nueces, cubrimos con el relleno de queso y espolvoreamos con las semillas de sésamo
  • Ponemos a horno precalentado y moderado durante 40 minutos
  • Comprobamos que el queso esté cuajado.
  • Dejamos enfríar y desmoldamos
  • Ideal con una confitura ligera de frambuesas o de higos

Me gusta el rock en todos su sabores, me gusta el jazz en todos sus colores, me gusta la música clásica y la contemporánea. No me suele gustar el pop fresquito, no me gusta el reggaeton…¿A tí sí? A mí no. Tus gustos y los mios, afortunadamente no son los mismos. A tí te gusta cierto tipo de música, puedes que seas ecléctico como yo, puedes que seas un talibán que sólo permite un tipo de sonoridad a su alrededor. Puede incluso que seas una persona a la que la música le es completamente indiferente, en cuyo caso dudo mucho que te interese el resto de la entrada…Resumiendo con esa mítica frase que tanto uso y de la que tanto abuso…cada unos con sus cadaunadas, en versión orteguiana…que viene siendo eso más popular de pa gustos colores y pa olores las flores.

En El contexto y la música que te gusta se trató de reflejar cómo los parámetros exteriores socioculturales, la personalidad y demás factores pueden conformar el universo musical del que disfrutas. En este caso, lo que se va a analizar es la música en sí, qué parámatros, qué factores caracterizan a la música y cómo eso influye en los gustos. ¿Dispuest@ a sorprenderte?

 

¿Consonacia o Disonancia?

En la música, el concepto de consonancia y disonancia ha ido variando a lo largo de los años, porque no dejan de ser conceptos subjetivos que dependen de las reglas y cánones que rigen la composición musical de cada época.

En cualquier caso, todos tenemos una idea innata de qué música nos parece consonante o disonante o en que combinación ambos parámetros se mezclan. Dejando a un lado las explicaciones matemáticas y fisiológicas, para el pueblo llano se supone que consonantes son los sonidos que se perciben distendidos, mientras los disonantes provocan cierta tensión al escucharlos.

Estadísticamente se muestra una mayor preferencia por la consonancia que por la disonancia. La percepción de la disonancia llega más tarde en la vida, y la gente difiere respecto al grado en que la puede soportar. La música electroacústica puede ser ruido infernal para algunos, y Schönberg el diablo. En cambio Mozart es apto hasta para los bebés. Lo que a unos les parece soso, a otros una auténtica maravilla del genio humano libre, curioso y valiente. 

Esto probablemente tenga una base neuronal. Los intervalos consonantes y disonantes se procesan en el córtex auditivo a través de mecanismos diferenciados. Parece ser que las neuronas del córtex auditivo primario, el primel nivel de procesamiento cortical para el sonido, sincronizan sus índices de activación durante acordes disonantes, pero no durante los consonantes. Pero no está claro porqué eso tiene que crear una preferencia por la consonancia.

Nuestros cerebros y las escalas musicales que utilizamos parecen haber coevolucionado. No es ningún accidente el que tengamos esa curiosa disposición asimétrica de notas en la escala mayor: es más fácil aprender melodías con esa ordenación, que es una consecuencia de la física de la producción del sonido a través de las series de armónicos; el conjunto de tonos que utilizamos en nuestra escala mayor está muy próximo en altura a los que forman las series de armónicos.

Periodos críticos de aprendizaje y Neuroplasticidad

Sabemos que hay períodos críticos para la adquisición de nuevas habilidades. Por ejemplo el lenguaje, si el niño a los 6 años no ha aprendido el idioma, nunca aprenderá a hablar con la facilidad que caracteriza a la mayoría de los nativos de dicho idioma.

Con la música y con las matemáticas el margen es más amplio, pero no ilimitado. Si un estudiante no ha recibido lecciones de música o matemáticas antes de los 20 años, aún puede aprender esas materias, pero con gran dificultad, y probablemente nunca llegará a hablar estos lenguajes como las personas que lo hayan aprendido antes.

Esto es debido a la trayectoria biológica del crecimiento sináptico. Las sinapsis del cerebro están programadas para crecer durante un número de años, haciendo nuevas conexiones. Después de ese período, hay un cambio hacia la poda, para librarse de conexiones innecesarias. Eso es la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para reorganizarse. Los niños y adolescentes tienen una capacidad neuroplástica mucho mayor.

Por supuesto hay diferencias individuales, pero la poda se inicia generalmente entre los ocho y los catorce años en los lóbulos frontales, que es la sede del pensamiento superior y el razonamiento, la planificación y el control del impulso. Durante este período aumenta la mielinación. La mielina es la substancia grasa que cubre los axones, acelerando la transmisión sináptica. La mielina de todo cerebro se completa generalmente en torno a los 20 años.

¿Simple o complejo?

El equilibrio entre simplicidad y complejidad en la música también influye en nuestras preferencias. Existe una relación metódica entre la complejidad de una obra artística y lo que nos gusta. Por supuesto que complejidad es un concepto subjetivo. Lo que a una persona le parece aburrido y de una simplicidad odiosa, a otra podría parecerle fácil de entender, debido a diferencias de formación, experiencia,  interpretación y esquemas cognitivos.

Los esquemas lo son todo, estructuran nuestra comprensión; son el sistema en el que emplazamos los elementos y las interpretaciones de un objeto estético. Los esquemas alimentan nuestras expectativas y nuestros modelos cognitivos.

Con un esquema la Quinta de Mahler es perfectamente interpretable, incluso aunque se oiga por primera vez: es una sinfonía, sigue la forma sinfónica con cuatro movimientos; contiene un tema principal y subtemas, y repeticiones del tema; los temas se manifiestan a través de instrumentos orquestales. Los que conozcan la Cuarta de Mahler se darán cuenta de que la Quinta se inicia con una variación del mismo tema e incluso en el mismo tono. Los que tengan formación musical se darán cuenta de que la mayoría de las sinfonías desde Haydn a Brahms y Bruckner empiezan y acaban característicamente con la misma nota, aunque Mahler prescindiera de esa convención en su Quinta Sinfonía.

Si no hubieses aprendido a mantener en tu mente un sentido de tonalidad mientras se desarrolla la sinfonía, o si no tuvieses un sentido de la trayectoria normal de una sinfonía, esto carecería de sentido; pero para el oyente experimentado, ese desacato a la convención aporta una sorpresa grata, una violación de expectativas, especialmente cuando esos cambios de tonalidad se hacen con la habilidad precisa para que no resulten estridentes.

La Quinta de Mahler, al carecer de un esquema sinfónico apropiado, o si el oyente posee otro esquema (por ejemplo un aficionado a ragas indias), es absurda y a la vez divagatoria, una idea musical se funde en ella con la siguiente de un modo amorfo, sin ninguna frontera, sin principios ni fines que la hagan parte de un todo coherente. El esquema enmarca nuestra percepción, nuestro procesamiento cognitivo  y en último término nuestra experiencia de la realidad.

Cuando una pieza musical es demasiado simple tiende a no gustarnos, nos parece trivial. Cuando es demasiado compleja, tiende también a no gustarnos, nos parece imprevisible: no percibimos que esté asentada en algo familiar. La música, como toda forma artística en realidad, tiene que lograr para que nos guste el equilibrio justo entre sencillez y complejidad. Ambas se relacionan con la familiaridad, que es una palabra equivalente a esquema.

Una pieza nos parece demasiado simple cuando es tan previsible que resulta trivial, parecido a algo que hemos oído antes y que no nos plantea el menor reto. Mientras la música va sonando el cerebro va pensando por delante cuáles son las diferentes posibilidades para la nota siguiente, hacia dónde va la música. El compositor tiene que conseguir emplazarnos en un estado de confianza y seguridad, tiene que darnos las suficientes recompensas (culminaciones de expectativas) para que tengamos una sensación de orden y una sensación de ubicación.

Las reacciones a lo no previsible son diferentes en cada persona, algunos pueden entrar en pánico y otro en pura exitación por la emocionante aventura que tienen delante.

Cuando la música es demasiado complicada, el individuo medio no tiene paciencia para aprenderla, demasiadas opciones para tomarlas en consideración. La música que contiene demasiados cambios de acordes, o una estructura con la que los oyentes no estén familiarizados, puede conducir directamente al botón de stop. Y esto puede suceder con estilos tan dispares como el  jazz o el math metal.

La estructura ofrece una curva de aprendizaje empinada y el neófito no tiene muy claro si el tiempo que tiene que invertir le va a merecer la pena. Nos decimos que si lo escuchamos el número suficiente de veces, podremos empezar a entenderlo y nos gustará tanto como les gusta a nuestros amigos. Pero eso no siempre sucede.

Escuchar nuevas músicas…¿pereza o desafío?

Intentar apreciar nueva música puede ser como considerar una nueva amistad, teniendo en cuenta que lleva tiempo y que a veces no hay nada que puedas hacer para acelerar el asunto. A nivel neuronal tenemos que encontrar unos cuantos hitos que nos permitan evocar un esquema cognitivo. Si oímos una pieza radicalmente nueva el suficiente número de veces, parte de esa pieza acabará codificada en el cerebro y formaremos hitos. Si no lo has hecho nunca, el trabajo puede ser titánico, si lo has ejercido a lo largo de tu vida, resultará un entretenimiento ameno, divertido y enriquecedor.

El procesamiento estructural plantea dificultades al apreciar una nueva pieza musical. No entender la forma sinfónica o la forma de sonata, o la estructura AABA (verso-verso-coro-verso) de una pauta de jazz es el equivalente en escuchar música a conducir por una autopista sin señales de tráfico; no sabes donde estás, ni cuando llegarás. De nuevo entras en pánico o la aventura te envuelve.

La relación ordenada entre complejidad y gusto se denomina la función U (o V) invertida, por la forma que tendría en un gráfico que relacionase estos dos factores. El eje X representaría lo complejo que es la música para tí y el eje Y lo que te gusta. En la parte inferior izquierda, cerca del origen de coordenadas habría un punto para la música que es muy simple y tu reacción es que no te gusta. Al aumentar la complejidad de la música aumenta también el placer que te causa, las dos variables se van siguiendo un rato hasta que cruzas un cierto umbral personal y pasas del desagrado intenso a que empiece a gustarte un poco. Pero llega un momento en que al seguir aumentando la dificultad, la música se hace demasiado compleja y empieza a gustarte menos, el gusto va disminuyendo hasta que cruzas otro umbral y esa música ya no te gusta en absoluto.

Otros parámetros que  también influyen

La hipótesis de la U invertida no significa que la única razón por la que puede o no gustarte una pieza sea por su complejidad o sencillez, lo que pretende es explicar esa variable. Los propios elementos de la música pueden suponer una barrera que impida apreciar una nueva pieza. Si la música es demasiado fuerte o suave puede resultar problemático, incluso el registro dinámico (la disparidad entre las partes del sonido más fuerte y más suave) puede hacer que algunas personas la rechacen. Esto sucede sobre todo con los que usamos la música para regular nuestro estado de ánimo de una forma específica.

El que quiera escuchar música para relajarse o para estimularse es probable que no quiera escuchar un tipo de música que recorra toda la gama de intensidades. Tanto el registro dinámico como el emocional resultan sencillamente demasiado amplios y pueden crear una barrera que bloquee el acceso. No te pones la misma música para hacer ejercicio que para leer una tarde lluviosa de otoño.

El tono puede influir también en la preferencia. Algunas personas no pueden soportar los tiempos graves y golpeteantes del moderno hip-hop, otros no soportan lo que describen como el quejido agudo de los violines. Los gritos desgañitados de muchos grupo de metal extremo generan ansiedad y profundo desagrado en cierto tipo de gente, mientras que en otras genera una fuerza interior poderosa y rabiosa que puede mover montañas…Esto puede tener una componente fisiológica; algunos oídos pueden literalmente transmitir  partes distintas del espectro de frecuencias que otros, y como resultado algunos sonidos parecen agradables y otros odiosos. Puede haber incluso asociaciones psicológicas positivas y negativas con los diversos instrumentos.

El ritmo y las pautas rítmicas influyen en nuestra capacidad para apreciar una composición o un género musical determinado. El timbre es otra barrera para muchas personas.

La música sublima lo humano

Por supuesto, nuestras preferencias musicales están condicionadas también por la experiencia y el resultado de dicha experiencia, positivo o negativo. Los tipos de sonidos, ritmos y texturas musicales que nos resultan agradables son en general ampliaciones de experiencias positivas previas que hemos tenido con la música a lo largo de la vida. La experiencia sensorial nos causa placer y su familiaridad y la seguridad que esa familiaridad nos aporta nos resultan gratas.

La seguridad juega en muchos casos un papel en la elección de la música. Nos entregamos en cierta medida a la música cuando la escuchamos: y nos permitimos confiar a los compositores y a los músicos una parte de nuestros corazones y de nuestro espíritu; dejamos que la música nos lleva a algún lugar situado fuera de nosotros mismos. Muchos sentimos que la buena música nos conecta con algo mayor que nuestra propia existencia, o con otras personas. Incluso cuando la buena música no nos transporta a un lugar emocional trascendente, puede cambiar nuestro estado de ánimo. Es comprensible pues, que podamos mostrarnos reacios a bajar la guardia, a prescindir de nuestras defensas emotivas, con cualquiera. Lo haremos si los músicos y el compositor nos hace sentirnos seguros.

El poder del arte consiste en que puede conectarnos entre nosotros, y con verdades más amplias sobre lo que significa estar vivo y lo que significa ser humano. Las conexiones con el artista o con lo que el artista representa pueden formar parte de nuestras preferencias musicales.

La música para mí es la mejor de las drogas. Es la que mejor y más lejos te lleva, es la que me hace sentir más intenso, más profundo, más fuerte. Te montas en ella y te sientes libre de todo tipo de ataduras físicas porque la ensoñación que produce lo ocupa todo. Por unos minutos te olvidas de todo y de todos, mientras que al mismo tiempo formas parte de todo y de todos. Por eso me gusta. No concibo un día de mi vida sin música.

Aperitivo estupendo o cena ligera, original y diferente, porque para hacer las tostas no vamos a usar ningún tipo de pan…

Utilizaremos masa de empanadillas, que hornearemos tal cual, sobre papel de cera para que no se peguen. En unos 10 o 12 minutos estarán listas, con calor arriba y abajo a unos 170 grados.

Mientras se hornean las hojas de empanadilla iremos abriendo latas o botes.

Para montar las tostas pondemos la masa de empanadilla como base, sobre ella añadiremos unas tiras de pimiento rojo asado, unos trozos de melva canutera en aceite de oliva, una o dos anchoas en aceite de oliva, y espolvorearemos con queso feta desmigado.

Servir inmediatemente para que la tosta esté realmente suprecrujiente. Aperitivo original y sabroso. ¡Buen provecho!

INGREDIENTES

  • Masas de empanadillas grandes
  • Un lata grande de melva canutera en aceite de oliva
  • Un par de pimientos rojos asados
  • Unas anchoas en aceite de oliva
  • Un trozo de queso feta

MANUFACTURA

  • Horneamos las masas de empanadillas hasta que empiecen a coger color, unos 12 minutos a 170 grados con calor arriba y abajo
  • Abrimos las latas de anchoas y de melva
  • Sobre cada hoja de empanadilla, una vez horneadas, colocamos los ingredientes, comenzando por una cama de pimientos rojos, añadiendo encima un trozo de melva y una anchoa y espolvoreando trozos de queso feta
  • Servir inmediatamente

Antecedentes preverbales

Existe una idea predominante de  que no podemos tener ningún recuerdo verídico antes de los cinco años, más o  menos. Pero esto no está científicamente demostrado, incluso puede que seas una de esas personas que sí tiene recuerdos anteriores.

En la Universidad de Keele, en el Reino Unido, Alexandra Lamont realizó un experimento. Sometió a un grupo de mujeres embarazadas a la escucha de cierto tipo de música, enfocada hacia sus bebés. Descubrió que los niños, un año después del nacimiento, reconocían y preferían la música a la que habían sido expuestos en el vientre materno.

¿Pero cómo se puede saber de preferencias en un entorno preverbal? Muy sencillo. Los niños elegían el altavoz por donde salía la música que más les agradaba, que en el caso de los niños que formaron parte del experimento siempre fue la música a la que fueron expuestos. En el caso de otros niños, no presentaron ninguna preferencia. Es decir, no había nada en la música en sí que marcara la preferencia.

Lamont descubrió también que si no intervienen otros factores, el niño prefiere la música rápida y alegre a la lenta.

Otro estudio, menos ortodoxo, aseguraba que escuchar diez minutos al día a Mozart te hacía más listo. En realidad era el hecho de escuchar música lo que podría mejorar el rendimiento en tareas de razonamiento espacial efectuadas inmediatamente después de la sesión auditiva.

La mayoría de los científicos se hallaban en una posición incómoda. Aunque creemos intuitivamente que la música puede estimular otras habilidades cognitivas, el estudio concreto que afirmaba esto contenía muchos fallos científicos, afirmando cosas ciertas pero por motivos inadecuados.

Los músicos tienen más cuerpo calloso

Escuchar música estimula ciertos circuitos neuronales, incluyendo la densidad de conexiones dendríticas en el córtex auditivo primario. Schlaug, neurocientífico de Harvard, ha demostrado que la porción frontal del cuerpo calloso, es decir, la masa de fibras que conectan los dos hemisferios cerebrales, es significativamente mayor en los músicos, especialmente entre los que empiezan muy pronto su formación. Esto refuerza la idea de que las operaciones musicales pasan a ser bilaterales al aumentar la instrucción, pues los músicos coordinan y reclutan estructuras neuronales tanto en el hemisferio izquierdo como en el derecho.

Schlaug también descubrió que los músicos tendían a tener cerebelos más grandes y una mayor concentración de materia gris, es decir, la parte del cerebro que contiene los cuerpos celulares, axones y dendritas, y responsable del procesamiento de la información, mientras que la materia blanca es la responsable de la transmisión de la información.

Y mientras, vamos creciendo…

El entorno, incluso mediando el líquido amniótico y el vientre materno, puede afectar al desarrollo y a las preferencias del niño. Así que las semillas de la preferencia musical se siembran en el vientre materno, pero tiene que haber algo más que eso, porque si no todos escucharíamos la misma música que nuestros padres. Lo que oímos en el vientre materno influye en nuestras preferencias musicales, pero no las determina.

La música que nos rodea mientras crecemos y nos desarrollamos cumple otro papel determinante. Los niños pequeños empiezan a mostrar una preferencia por la música de su cultura a los dos años de edad, aproximadamente en la época en que empiezan a desarrollar un procesamiento verbal especializado. Al principio les gusta canciones simples; música simple quiere decir temas claramente definidos y progresiones de acordes que se resuelven de formas directas y fácilmente previsibles. Cuando maduran, empiezan a cansarse de la música fácilmente predecible y a buscar música que plantee algún reto.

Esto es una generalización, no a todos los niños les gusta la música y algunos desarrollan un gusto propio por pura serendipia.

Parece ser que el momento decisivo para las preferencias musicales está en torno a los 10 años. A partir de este momento es cuando los niños se toman un interés real por la música.

La música hacia la que tenderemos a sentir nostalgia en la edad adulta, la que sentimos como nuestra música, se corresponde con la que oímos durante esos años. La adolescencia es un período de autodescubrimiento cargado emotivamente, y la amígdala y los neurotransmisores actúan de forma conjunta para etiquetar los recuerdos emotivos como algo importante. Hacia los 14 años es cuando el cableado de nuestros cerebros musicales se aproxima a los niveles adultos de culminación.

No parece haber un punto de ruptura a partir del cual no puedan adquirirse ya nuevos gustos en música, pero la mayoría de las personas tienen formados sus gustos entre los dieciocho y los veinte años. No está claro porqué sucede esto, pero parece ser que es así. Será que conforme nos hacemos mayores nos abrimos menos a nuevas experiencias.

En la adolescencia tenemos todo un mundo por descubrir, y en nuestra sociedad occidental la elección musical tiene consecuencias sociales importantes. Escuchamos la música que escuchan nuestros amigos. Cuando estamos buscando nuestra identidad creamos vínculos y grupos sociales con gente a la que queremos parecernos o con las que creemos que tenemos algo en común. Para exteriorizar ese vínculo, vestimos de manera parecida, compartimos actividades y escuchamos la misma música. Los gustos musicales se convierten en una señal de distinción e identidad personal de grupo.

Podríamos decir que la personalidad está asociada en cierta medida con el tipo de música que nos gusta, o al menos predice dicha personalidad. Pero viene determinada en mayor medida por factores causales: dónde estudiaste, con quién salías, qué música daba la casualidad que escuchabas.

Durante la adolescencia el cerebro desarrolla y forma nuevas conexiones a una velocidad explosiva, pero este ritmo frenético se reduce sustancialmente pasado este periodo.

Seguro que si eres melómano, la pasión que tenías en tu adolescencia por descubrir cosas nuevas y la intensidad de las emociones que te provocaba la música han ido decreciendo con el paso del tiempo.

En mi propia experiencia, sigo siendo una melómana activa, voy a conciertos, busco música nueva dentro de los estilos que me gustan, incluso estoy dispuesta a escuchar nuevos tipos de música. Pero no es lo normal.

La mayoría de la gente que me rodea se quedó estancada en la música de su vida, es decir, la que escuchaba en su adolescencia y juventud. Pero sigo teniendo un grupo de amigos y conocidos que siguen teniendo una actitud similar a la mía. Al igual que hay gente a la que la música nunca le interesó, hay gente que sólo le interesa durante una etapa de su vida y a otros nos interesará siempre. Interés en sentido proactivo y evolutivo.

Lo que sí he notado con el paso de los años, es que cada vez le dedico menos tiempo a escuchar música. Me explico, mientras trabajo escucho música, mientras cocino escuho música, mientras leo escucho música…prácticamente todas las actividades que realizo en mi día a día van a compañadas de un fondo musical. Pero ya rara vez me pongo a escuchar música, y sólo eso. No como complemento o como la banda sonora de tu vida, sino como una actividad completa en sí misma.

Quizás sea por lo que comenta Levitin, a partir de cierta edad tu cerebro ya está prácticamente configurado para la música. Quizás sea porque cuando te conviertes en adulto se incrementan las actividades y responsabilidades con lo que es fundamental si quieres seguir disponiendo de tu propio tiempo, el saber gestionarlo con gran precisión.

En cualquier caso, no me imagino un mundo sin música, no me imagino un día sin música. Aunque sea como la banda sonoro de mi vida, la música seguirá formando una parte fundamental de mi universo.

Sorprendente aperitivo, por lo original, lo vistoso y lo fácil y rápido de hacer. No fallas

El único ingrediente que necesitamos es queso. Para mis preferencias, el mejor queso para estas piruletas es un queso manchego bien curado, de oveja o quizás mixto oveja y vaca. Pero en realidad puedes usar el queso que te de la gana, manchegos menos curados, Gouda, Emmental. En esto del queso hay muchos gustos dispares. Uses el que uses, siempre sale sorprendentemente gustoso.

El queso que escojas hay que rallarlo, esta la parte más laboriosa de la receta, pero es que es la única que requiere un poco de esfuerzo. La cantidad de queso dependerá de las piruletas que quieras hacer y del tamaño de las mismas. Tira siempre por lo alto porque todos querrán repetir.

Una vez que tenemos el queso rallado, hay que poner, sobre una bandeja de horno cubierta con un papel encerado, las ralladuras, distribuyéndolas en diferentes montones, cada montón será una piruleta. Una vez que hemos hecho la distribución hay que añadir un palo que hará de soporte, una brochetas de madera finitas son ideales, y si acaso partirlas por la mitad. Un extremo del palo tiene que quedar más o menos en el centro de cada montón y luego procedemos a cubrir completamente el palo con las ralladuras de queso.

Una vez realizada esta operación con todas las piruletas ponemos otro papel de cera encima y sobre él algo que pese, una rustridera llena de agua o cualquier cosa.

El horno debe estar previamente calentado a 220 grados. Metemos la bandeja y dejamos hornear con calor arriba y abajo unos minutos.

Este es el paso fundamental. Al contrario que el crujiente de jamón, que está más bueno cuanto más lento se hace, el crujiente de queso requiere muy pocos minutos a fuego fuerte. Si te pasas tendrá un gusto a requemado que desmerecerá el aperitivo. Así que al loro que en cuanto empiece a coger tono dorado ya puede ser tarde. A mí se me pasaron un pelín 😦

Una vez que lo sacamos del horno, dejamos enfríar un poco y colocamos las piruletas como las vayamos a presentar. Lo ideal es clavarlas en algo, tipo corcho. Yo usé una pipa de Garuda, demonio birmano bastante pintón. Imaginación al poder.

Se consumen frías, así que no hay ningún problema en hacerlas con antelación. Ya verás como gusta y sorprende. Puedes usarla de aperitivo o también de acompañamiento de carnes. La única pega es que son bastante lujuriosas…¡Buen provecho!

INGREDIENTES

  • Queso manchego curado

MANUFACTURA

  • Se ralla el queso
  • En una bandeja de horno se coloca un papel de cera y sobre él se distribuyen los trozos de queso rallado en diferentes zonas
  • Se introduce un palillo o brocheta de manera que quede un extremo en el centro y se cubre bien con todo el queso
  • Se coloca otro papel de cera encima y se pone peso
  • Al horno precalentado a 220 durante unos minutos. Ojo de no pasarse

Situémonos en la Edad Media. Esa época mal conocida como una etapa oscura de la humanidad, y sin embargo, cuajada de grandes avances científicos, porque en realidad, la oscuridad sólo estaba en Europa, auspiciada por el asfixiante ambiente religioso del momento. Y la humanidad se extendía mucho más allá de las fronteras cristianas.

Si nos desplazamos hacia el Este y nos situamos en el mundo islámico, esa cultura tan denostada en nuestros días, nos encontramos con un entorno que en la Edad Media era garante de vanguardia social y científica, plagado de grandes avances que fueron conocidos mal y tarde, debido entre otros aspectos al egocentrismo intransigente e intolerante que rodeaba a Europa.

Si has podido realizar ese salto espaciotemporal sin demasiado vértigo, y te interesa la historia de la Astronomía, te voy a contar una historia, que para algunos será tan desconocida como relevante.

Ptolomeo, Almagesto y complícate la vida

Por aquellas, astronomía y astrología se confundían en una amalgama que sólo unos siglos después comenzó a distinguirse con claridad y rigor científico. Por aquellas, los cristianos no entendían las teorías de Ptolomeo, y hasta el siglo XV no empezaron a ver la luz. Por lo tanto, por aquellas, fueron los musulmanes lo que tomaron carrerilla y se posicionaron como los sabios del universo. Claro que tenían sus motivaciones prácticas, como por ejemplo la regulación del tiempo y del calendario y la determinación de la dirección a la Meca. Pero eso no le quita nada de mérito al asunto.

A mediados del siglo II, Ptolomeo realizó un estudio exhaustivo y sistemático del cielo, cuyo fruto inicial fue el perfeccionamiento de la obra Hiparco. Como el trabajo de Hiparco se ha perdido en la noche de los tiempos, no tenemos ni idea de hasta qué punto Ptolomeo se basó en él.

Lo más relevante del sistema ptolemaico es que creó un refinado sistema para explicar los complejos movimientos de los planetas, suponiendo la Tierra como centro del universo, gracias al uso de epiciclos, ecuantes y otros artificios teóricos.

Ptolomeo creía que la Tierra estaba inmóvil y ocupaba el centro del Universo, y que el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas giraban a su alrededor. A pesar de ello, mediante el modelo del epiciclo-deferente, cuya invención se atribuye a Apolonio, trató de resolver geométricamente los dos grandes problemas del movimiento planetario:

  • La retrogradación de los planetas y su aumento de brillo mientras retrogradan
  • La distinta duración de las revoluciones siderales

Según el modelo ptolemaico, el planeta se mueve sobre el epiciclo, que es una circunferencia pequeña de trazos, cuyo centro a su vez se mueve sobre el deferente (circunferencia grande de trazos).

  • El centro del deferente es X, pero el movimiento angular del epiciclo es aparentemente acorde sólo respecto al punto (·) que es el ecuante.
  • El deferente es el recorrido circular que describe el centro del epiciclo.
  • El ecuante es el punto en torno al cual se mueve el planeta en su trayectoria, aparentemente.

Para explicar la irregularidad del movimiento de los planetas, Ptolomeo afirmaba que si desde la Tierra la velocidad planetaria no parece ser regular, sí lo era desde el punto ecuante.

Instrumentos manuales para una nueva era

Esta visión del cosmos sería conocida durante toda la Edad Media. En Europa se conoció la obra de Ptolomeo, en gran medida, a través de traducciones medievales árabes. El trabajo de Ptolomeo sólo sería superado más de un milenio después con los trabajos teóricos y observacionales de los astrónomos de Maraga, que por cierto no se tiene muy claro donde se situaba el observatorio, más o menos entre Irán y Azerbayán. Ptolomeo explicitaba en el Almagesto cómo calcular los parámetros de su modelo a partir de observaciones, y para el siglo IX los musulmanes ya sabían como hacerlo. Los cristianos tuvieron que esperar a las traducciones y comentarios que se realizaron en el siglo XII.

Pero Ptolomeo no explicó lo más interesante, es decir, cual es el proceso de análisis de regularidades previsto según el modelo que podía dar cuenta de ellas. Ese nivel de madurez teórica fue alcanzado por los musulmanes en el siglo XIII, y por los cristianos unos tres siglos más tarde.

Las tablas en la astronomía son útiles para el cómputo del tiempo, el calendario y la astrología. Pero para recalcular los parámetros y construir tablas, se necesitan observaciones sistemáticas y precisas realizadas durante unos lustros. Ello llevó al diseño de instrumentos de observación.

El más común fue el astrolabio, que servía para diferentes propósitos de medición de ángulos. Su origen se encuentra en el siglo VI, pero a lo largo de toda la Edad Media sufrió importantes modificaciones, para determinar el tiempo y hacer mediciones tanto astronómicas como geodésicas.

Otro instrumento importante fue la esfera armilar, utilizada desde el siglo XIV. Era un instrumento manual con una serie de anillos graduados fijos o móviles para los distintos círculos celestes con la que se hacían predicciones.

En el mismo siglo se introdujo el radio astronómico, también llamado báculo de Jacob, una vara graduada con un travesaño móvil cuyos extremos se hacían coincidir con la distancia angular a medir.

Casi todo los instrumentos eran manuales y por tanto de precisión limitada, pero aún así, los mussulmanes corrigieron con buen tino los parámetros ptolemaicos.

Comenzaron en el siglo IX con los parámetros solares, descubriendo que había disminuido la oblicuidad de la eclíptica y el año trópico (el de las estaciones), mientras que había aumentado la precesión de los equinocios y la longitud de la línea de ápsides (la que pasa por el perigeo y el apogeo).

Aún así, los musulmanes seguían pensando que tenían mucho que aprender de Ptolomeo, por lo que no consideraron sus valores mejores, por lo que refinaron la matemática ptolemaica para representar un universo más acorde con las observaciones.

Los lamentos de al-Haytham

Otra novedad importante de la astronomía del islam fue el carácter físico o filosófico que le imprimieron. Los musulmanes eran tan matemáticos como físicos y desconfiaban de la realidad de las excéntricas y de los ecuantes, los cuales consideraban que tan solo maquillaban el hecho de que los movimientos supuestos no eran en realidad simples, circulares y uniformes en torno a un centro, como correspondían en esa época a la materia celeste, herencia aristotélica inamovible.

En el siglo XI, Ibn al-Haytham se lamentaba, 500 años antes de Copérnico, de la alegría con que se inventaban expedientes matemáticos que no se sometían a las restricciones físicas. Acusaba a Ptolomeo de violar sus propios principios físicos, como la uniformidad (merced a la ecuante) y la simplicidad de los movimientos de los cuerpos de éter (merced al epiciclo sobre deferente), lo que era indicio de que no habían dado con la verdadera constitución del Universo.

La reacción islámica a este reto fue doble:

  • Por un lado, en los siglos XII y XIII hubo un intento de retomar las esferas homocéntricas por parte de los aristotélicos andalusíes, Avempace, Aventofail y Alpetragio. Pero eso no significaba renunciar a los logros de la astronomía.
  • Por otro lado, en el siglo XIII, los astrónomos de Maraga consiguieron construir modelos astronómicamente precisos, inmunes a las críticas físicas de Ibn al-Haytham. Fueron los primeros modelos originales no ptolemaicos. La pieza clave de esta solución fue un teorema de al-Tusi que muestra cómo generar un movimiento rectilíneo con dos circulares, conocido como el par de al-Tusi

El par de al-Tusi

Nasir al-Din al-Tusi era persa, y aunque no os suene de nada, este ilustre personaje fue tan importante como para que el gobierno iraní le dedicara un sello y como para tener su propio cráter en la Luna, un cráter de más de 60 km de diámetro…¡sí que debió ser importante!.

Su importancia radica en que después de Ptolomeo, fue el primero en desarrollar modelos matemáticos propios y originales. Además de ser el primer matemático y astrónomo que tuvo una visión clara de la trigonometría plana y esférica.

Inventó una técnica geométrica que ayudó a la solución cinemática del movimiento linear como suma de dos movimientos circulares. Que era lo que pretendió Ptolomeo con sus epiciclos y ecuantes.

En qué consiste el par de al-Tusi, fíjate en la figura. El radio del círculo menor PDA es la mitad del radio mayor CDE, mientras que su velocidad angular es el doble y en sentido contrario que la del mayor. En esas condiciones, P oscilará por el diámetro CE. Es decir, se establece un movimiento vertical rectilíneo del punto P a lo largo del diámetro CE.

Si se monta un par de al-Tusi en lugar del deferente más ecuante de Ptolomeo, el resultado es equivalente al modelo ptolemaico, ambos generan las mismas posiciones, aunque con la ventaja de que cada movimiento es uniforme en torno a su centro, por lo que los círculos pueden aspirar a ser una representación real de las esferas físicas existentes en el cielo y no meros expedientes geométricos.

Es decir, al-Tusi advirtió que si un círculo gira dentro de una circunferencia de otro círculo dos veces mayor, entonces cualquier punto del círculo interior se movería a adelante y atrás a lo largo de una línea recta.

Variando los parámetros del modelo de Maraga aplicando el par de al-Tusi, se puede dar cuenta de los movimentos de todos los astros. Por ejemplo, si los ejes que pasan por A y B son paralelos, y CDE y DPA son ecuadores de esferas, P oscilará rectilíneamente, tal como ocurre en los modelos planetarios y lunar para la longitud. Pero si los ejes convergen según condiciones especificadas, P oscilará por un arco de círculo máximo, lo que se utiliza para la latitud.

Este teorema del Par de al-Tusi podría ser probado geométricamente, y podría ser ilustrado visualmente para crear un modelo del movimiento planetario. Los modelos que incorporaban versiones del par de al-Tusi aparecieron en los manuscritos bizantinos tardíos, y Copérnico hizo uso de sus principios cuando discuta sobre las variaciones en la precisión (el movimiento del eje de la Tierra alrededor del polo eclíptico), determinando las latitudes eclípticas de los planetas, y describiendo la órbita de Mercurio.

Sin embargo los modelos de Maraga no aportaban nada a la práctica técnica de la astronomía, por lo que no eran necesarios para la construcción de tablas y no pasaba nada si se seguían usando los modelos ptolemaicos. Eso es justo lo que hicieron los observadores de Samarcanda a finales del siglo XV, obteniendo precisiones sin precedentes. Pero estas tablas no fueron conocidas en occidente hasta el siglo XVII, cuando las observaciones considerablemente precisas de Tycho Brahe las privaron del impacto que de otro modo hubieran causado.

Albóndigas ligeras y sabrosonas. Con estas tres palabras sobran las demás.

Me encantan las albóndigas, y esta forma de cocinarlas no es tan laboriosa como la tradicional, ya que te ahorras el tener que freirlas antes de meterlas en la salsa correspondiente. Pero siempre tienes la opción de incluir este paso, serán aún más sabrosas, pero ya no serán tan ligeras. Dura decisión.

La base de la albóndiga será el pollo, pechuga de pollo de corral picada, un par de ellas. Pero además vamos a combinar la carne del pollo con un tazón de sémola de trigo, que habremos preparado previamente sumergido en agua para que se hidrate. Una vez se vuelva turgente, quitamos el agua que sobre, escurriendo la sémola bien y la incorporamos a la carne picada de pollo en un bol.

Con la batidora, o con un mortero de toda la vida…ya sabes, tiempo y ganas…mezclamos un huevo, perejil, tomillo, romero, dos dientes de ajo y media cebolla. Lo mezclamos con la carne y la semola, añadimos sal y pimienta y amasamos bien, con las manos, no te cortes, para que todo esté bien mezcladito.

Hacemos las bolas de las albóndigas del tamaño que consideres oportuno, y se reservan. Si las vas a freír conviene pasarlas por un poco de harina y en una sartén con mucho aceite de oliva y muy caliente, pegarle un buen repaso para que se pongan doradas por fuera, pero no se cocinen en exceso por dentro.

Por otra parte vamos a preparar la salsa. En la cazuela con el fondo cubierto de AOVE vamos a sofreir una cebolla cortada en trozos grandes y cuando esté dorada se saca y se bate junto con 3 cucharadas de mostaza, unos 3 o 4 yogures naturales y el zumo de un limón. Yo utilizé una mostaza de semillas y chile, un poco picante y de sabor poderoso. Pero si te gusta la mostaza, cualquier variedad le viene bien, y si no te gusta mucho, usa una suavecita, como la mostaza rumana, o directamente pasa de la mostaza.

Una vez batida, se vuelve a poner la salsa en la cazuela, habiendo retirado previamente el aceite sobrante de haberlas frito. Se van incorporando las albondigas y si es necesario se añade agua para que queden bien cubiertas.

Se tapa y se cocina a fuego lento unos 15 o 20 minutos. Si están previamente fritas, con 10 minutos es suficiente. Para acompañar todo vale, ensalada, arroz, pasta, lo que más te guste, aunque recuerda que ya llevan las propias albóndigas su parte de hidratos con la sémola. Se puede congelar y se puede recalentar. ¡Buen provecho!

INGREDIENTES

  • 2 pechugas de pollo de corral picadas
  • 2 cebollas
  • 1 diente de ajo
  • 1 manojo de perejil
  • unas ramitas de tomillo fresco
  • unas ramitas de romero fresco
  • 1 huevo
  • 200 gramos de sémola de trigo
  • 2 yogures naturales
  • el zumo de un limón
  • 2 cucharadas grandes de mostaza con semillas (tipo dijon) o una cucharada de semillas de mostaza
  • Sal, pimienta y AOVE

MANUFACTURA

  • Se bate el perejil con el tomillo y romero, un huevo media cebolla y dos dientes de ajo
  • Se mezcla con el pollo picado y la semóla hidratada y escurrida y se añade sal y pimienta
  • Se hacen las albóndigas del tamaño que gustes
  • Se fríe la cebolla en la olla y se aparta
  • Se meten las albóndigas en el mismo aceite para que pierdan el color de crudo
  • Se bate la cebolla frita con la mostaza, el yogurt y el zumo de limón
  • Se vierte sobre las albóndigas y se cubre el resto con agua
  • A cocinar a fuego lento unos veinte minutos o hasta que la salsa coja la consistencia adecuada