Cuando piensas en el sentido de la vida, inevitablemente aparece la muerte. Memento Mori es una expresión latina que significa Recuerda que vas a morir. No se trata de ser agorero ni cenizo, pero una de las primeras evidencias que saltan en la reflexión sobre el sentido de la vida es que le buscamos sentido a la vida porque somos conscientes de nuestra muerte. Somos conscientes de que esto se acaba.
Cuando las cosas van mal, o no van a nuestro gusto, o estamos ante momentos difíciles, es cuando nos planteamos el sentido de nuestras vidas. Si somos felices, nos sentimos realizados, nuestros sueños y expectativas se cumplen…¿quién se para a pensar en el sentido de su vida? La percibimos como plena y satisfactoria y por lo tanto tiene sentido por sí misma, ni siquiera la muerte te preocupa porque está allá lejos. Cuando te enfrentas a situaciones difíciles, cuando es el sufrimiento o la inconsistencia la que domina tu existencia, cuando consideras que estás vacío…entonces es cuando te planteas: ¿Por qué estoy aquí? ¿Para qué? ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?. También se realiza este tipo de preguntas gente ociosa, curiosa y/o masoquista, que en líneas generales puede considerarse feliz y afortunada, pero como humanos que somos, nos gusta de vez en cuando sumergirnos en nuestra ignorancia y buscar preguntas sin respuestas, regodeándonos en el barro de la puerilidad.
Una de las posibles respuestas, puede provenir del sinsentido. Es decir, directamente la vida no tiene sentido, no tiene por qué tenerlo. Lo que tú eres y cómo tú vives no coinciden. Ves las cosas de manera diferente a como después te suceden, nada sale según lo previsto, tus planes se van continuamente al traste, no entiendes el mundo y a veces te sientes como un actor en un decorado, que normalmente es de otra película. Sentimos nuestra vida cotidiana como falta de autenticidad, pero por otro lado, es nuestra propia vida cotidiana la que en la mayoría de las ocasiones nos mantiene ocupados, de manera que ni nos acordamos de estas pajas mentales, que sólo de vez en cuando nos atacan.
Pero, ¿se podría llevar una vida con sentido, incluso cuando el mundo te supera?. Bueno, podríamos encontrarle algo de sentido si la conectáramos con las grandezas del ser humano. Básicamente cuando te interesas por aspectos como el arte, la ciencia y la filosofía, incluso la política, aunque esta última va perdiendo puntos por momento, y se va rezagando en la lista de grandezas humanas hasta casi pasar a la lista de las miserias. Cuando te interesas por estos temas, es cuando tu vida particular se convierte en universal, porque formas parte de un todo que está más allá de tí mismo. Compartes tu vida con más seres humanos y por lo tanto se palpa mejor la autenticidad de la misma.
Incluso en nuestra sociedad consumista y alienante es posible llevar una vida propia y diferenciada de la masa informe que componen las hordas de borregos que nos rodean, o formar parte de la dicha masa informe. Si siendo un borrego eres feliz, sé un borrego, adelante, bala como el mejor. Si no lo eres, búscate la vida, búscate una vida, búscale un sentido a tu vida, busca tu felicidad, ábrete al mundo y transfórmalo, transfórmate a tí mismo.
Si crees en Dios lo tienes más fácil, la religión siempre ha sido un pilar fundamental para dar sentido a la vida. Siempre reconforta saber que hay un algo más allá de las estrellas, que hay otra vida en la que seré feliz. La religión ha sido, de hecho sigue siendo, un arma de doble filo, ya que por un lado ofrece un sentido a la vida y a la finitud del ser humano, Memento Mori, y por otro ha sometido a la humanidad al conformismo y la resignación. Como los malos serán castigados en el juicio final, y todos los desgraciados y humillados serán recompensados con el reino de los cielos, puedo seguir con esta vida que me asfixia y me ata a un convecionalismo que ni comparto ni me planteo, porque no se acaba aquí. Asumo y subsumo. Cuando la gente se preguntaba, ¿por qué esto es así? La respuesta era clara y evidente…porque ha sido siempre así, porque así fue en el origen. Religiones como la islámica, donde la sharia es la que guía la vida, esto cobra mayor relevancia. Pero religiones tan diferentes como la hindú también fomentan esta sumisión y resignación con el karma, el dharma y el ciclo de reencarnaciones en busca del nirvana. Todas las religiones eliminan el mal y el sinsentido, las injusticias y malandrinadas. Dios, sea el que sea, otorga el sentido último a través de la eternidad y nos resuelve el hambre infinita que tenemos de inmortalidad. Memento Mori…¿y qué?. Básicamente el sentido de la vida, según estas perspectivas, está más allá de la propia vida.
Pero que pasa cuando Dios ha muerto, ¿se muere también la idea de una verdad absoluta? ¿nos quedamos sin sentido? Bueno, más bien sería lo contrario. Cuando Dios muere es cuando el ser humano puede definir su propio sentido, sus propios principios morales, sus pautas de actuación y comportamiento. Es cuando somos realmente libres para crear nuestros propios valores que no tienen por qué ser calcados de nadie ni de nada. Nos cargamos los valores iguales para todos. Esto también es un arma de doble filo, porque podemos caer en la anarquía y la inconsistencia existencial. Además de ya no ver nada claro cual es el sentido de nuestra vida.
Si planteamos el sentido de nuestra vida como parte integrante de un todo nos aseguramos un poco de trascendencia. Mi vida no se acabaría con mi muerte. Ese todo podría ser, por ejemplo, el fluir histórico. Al ser parte de la historia, como que se nos quita este agobio de finitud que enmarca nuestras vidas. Pero pocos seres humanos pasan a la historia, es más, a menos aún nos importa que nuestro nombre trascienda y que nos recuerden unos cuantos siglos despues. Eso no da sentido a mi vida. Tampoco se la da el sentirme parte integrante de un pueblo, una nación, un estado, un partido político. El sentido de mi vida tiene que estar en mí. Y seguro que algo tiene que ver con mi felicidad. Pero como la felicidad es algo individual que cada uno de nosotros tiene que conseguir por su cuenta, según nuestras aspiraciones y pretensiones particulares, a lo más que podríamos llegar es a construir una sociedad que posibilite esto al eliminar las diferencias no queridas y estimular las diferencias libremente asumidas por los seres humanos. Y esto en mi pueblo se llama utopía.
El sentido de la vida es algo, por tanto, individual, ético, y parece que utópico. Si usamos la esperanza o la utopía para dar sentido a la vida, más bien la estamos usando como subterfugio para poder soportar una vida fragmentaria y caduca. Al final no nos queda otra que ser irónicos con nuestras propias esperanzas y utopías. Pero bueno, como decía Kortatu, aunque esté todo perdido, siempre queda molestar, de manera que aunque tengamos bastante claro que no vamos a conseguir un mundo mejor donde nuestra vida adquiera un sentido que no le encontramos, hay que seguir luchando por conseguirlo, más que nada, para seguir manteniéndonos humanos.
El sentido de mi vida está relacionado con mi identidad, tanto individual como colectiva. No hay sentido si mi identidad no está consolidada, si no me siento segura. Y esto de sentirse seguro cada vez es más difícil. Antes estaba el mito y la religión que aportaban la escala de valores, una escala fija y estable basada en la tradición. Y no hay nada que te haga sentir más seguro que la estabilidad. Las cosas se hacen así por tradición, y ésta es la que dota de sentido a la vida humana en relación con el resto de individuos en particular y con el cosmos en general. Pero la modernidad, industrial y capitalista, lo que hace es separar lo económico, de lo político y de lo ideológico. Lo que antes sustentaba la religión ahora se convierte en una ciencia que nos habla de la verdad, una moral que nos habla de la rectitud y un arte que nos habla de la autenticidad o belleza.
Para yo construir mi identidad, que es la que dará el sentido a mi vida, estando inmersa en una sociedad en la que por un lado se priman los valores individuales sometiéndolos a un consumismo exacerbado, mientras por otro lado grita globalización…lo tengo bastante complicado. La esquizofrenia a la que me enfrento probablemente me supere y acabe siendo yo la esquizofrénica. La identidad que me construya tiene que ser compatible con la complejidad de la sociedad a la que pertenezco, que sea compatible con unos principios éticos universales y coherentes. Estamos hablando de justicia, igualdad y respeto por la dignidad de los seres humanos como personas individuales. ¿Utopía de nuevo? Pues va a ser que sí.
La política no ha conseguido sustituir a la religión para dar sentido. Los partidos políticos apestan, y no dejan de ser más que mafias legales que no representan los intereses de los ciudadanos. Ahí tenemos el germen de los indignados, como muestra un botón. El estado democrático de derecho, el estado del bienestar, parece cada vez menos viable, además de privilegiar cada vez más los intereses económicos respecto a los de los ciudadanos. Esta es la única alternativa de subsistencia que los mercados le permiten. Los intereses particulares de unos pocos se anteponen a los de los ciudadanos, las multinacionales, los lobbies y los mercados son los que marcan las reglas del juego, los bloques militares hipotecan las políticas exteriores de los países. Yo no me siento identificada con esta visión del mundo, así desde luego no voy a encontrar sentido a mi vida. La crisis de motivación y legitimación en la que estamos inmersos se fundamenta en la desigualdad existente. En uno tiempo de avances tecnológicos espectaculares, seguimos manteniendo los mismos valores que las sociedades pre-industriales, de hace más de dos siglos. Esta asincronía es la que turba y perturba, la que no cuadra y descuadra la relación entre economía e ideología. Como el capitalismo no ha sido capaz de crear una ideología capaz de dar sentido a la vida, lo que hace es acallar la pregunta a base de recompensas monetarias, y como estas son tan escasas, no satisfacen las expectativas de nadie, mientras que en paralelo el sistema alimenta nuevas expectativas que nunca podrán cumplirse por estar totalmente fuera de tus posibilidades. Todos querríamos ser ricos, pocos lo son. Los valores hedonistas son los que estimulan el consumo de masa, pero son totalmente incompatibles con los valores de trabajo y ahorro asociados a la producción. El trabajo ahora no es una vocación, es un instrumento para consumir. Trabajo porque necesito dinero. Necesito dinero para consumir. La identidad y los valores se buscan en el consumo, no en la producción.
Estamos pues inmersos en un bazar psicodélico donde la moneda de cambio es el hedonismo pop. El arte se ha disuelto en nuestro día a día, el pop, el diseño, la publicidad. El arte ya no es lo sublime, ya no representa los ideales de la humanidad, sino que se ha convertido en un producto más de consumo, que se compra, se utiliza y se tira, reflejando el sinsentido de la vida cotidiana. Tenemos, la mayoría, una actitud cínica delante de un sistema que no nos representa y en el que no creemos. Un sistema que manipula la innovación y la creatividad y sólo deja pasar aquello que es acorde con el sistema. Este sistema es incapaz de generar sentido.
La única manera de superarlo es una reestructuración de la sociedad, una re-evolución que rompa claramente con un sistema que no funciona, el capitalista, y que enfrenta el ideal democrático de autogobierno y autodecisión a una figura de poder autoritaria que acepta la democracia como pantomima.
Tenemos que construirnos, tenemos que darnos identidad y tenemos que dotarnos de sentido. Sólo pensarlo me agota. Construcción precaria cuanto menos, que tiene que partir de nuestras pasiones y ponernos en camino de nuestra razón. Tenemos que asumir nuestra caducidad y tenemos que estar abiertos al azar y a la inconsistencia, sin abandonar ideales, pero siendo conscientes del carácter utópico de los mismos. Por lo tanto cinismo e ironía son los pilares de una vida con sentido, Memento Mori.