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Funcionalismo y filosofía de la mente

En la anterior entrada relacionada con el funcionalismo, tratamos de dejar constancia de que el funcionalismo no sólo es antropología. También la Filosofía de la Mente utiliza los conceptos y herramientas asociadas a esta forma de pensamiento.

En la filosofía de la mente, el Funcionalismo es una doctrina metodológica que propone que los estados mentales sean definidos por el papel que desempeñan en la generación de la conducta dado el entorno en que se encuentra el organismo. También se dice en el Funcionalismo que los estados mentales son descripciones funcionales de los estados del cerebro, pero que esas descripciones son satisfechas no sólo por cerebros, sino que se pueden concebir otros sistemas materiales de los cuales sean verdaderas.

Se dice también que la solución del viejo problema metafísico de la relación entre mente y cuerpo es que la mente es el cerebro bajo cierta descripción funcional, aunque algunos funcionalistas no se comprometen en absoluto con qué sea lo que instancia o satisface una descripción funcional de estados mentales que sea capaz de explicar la conducta.

En la metodología de esta clase de funcionalismo tenemos algo manifiesto y corriente, que es la conducta y el problema es cómo explicarla. Se sabe que los factores clave de la explicación son el sistema nervioso y el entorno, incluyendo en el entorno elementos del propio organismo. De manera que el camino evidente es determinar cuáles son las funciones nerviosas relevantes, en el sentido biológico de cuáles son los procesos que tienen lugar sobre todo en el cerebro y que desempeñan un papel en la producción de la conducta.

El problema es que la conducta de muchos organismos, en especial los humanos, es muy variada y no se sabe bastante del cerebro como para explicarla. El método que propone el funcionalismo consiste en identificar los estados internos por la conducta que es generada dado cierto estímulo y cierto entorno. Muchos términos de uso legítimo en ciencia son definidos de esta manera.

 El Conductismo Lógico ha sugerido que los términos mentales del lenguaje ordinario se entiendan como términos que designan disposiciones a conducirse de ciertas maneras dados ciertos estímulos. Dejando aparte de momento el problema del lenguaje ordinario, la metodología de individualizar estados internos como disposiciones de producir conductas no destaca algo sobre lo que muchos funcionalistas han llamado la atención: que parece necesario involucrar en esas definiciones a otros estados internos.

Si no se hace esto, por un lado pasamos del viejo recurso que algunos conductistas emplearon cuando vieron que era en exceso complicado encontrar correlaciones entre estímulos y conductas y propusieron recurrir a lo que llamaban “variables intervinientes”. Introducir en las leyes que explican la conducta variables intervinientes implica introducir términos que no se referían ni a la conducta ni a los estímulos. Algunos conductistas proponían que esas variables fueran definidas en términos de los estímulos y las conductas, que son los aspectos observables del problema de la conducta, dejando aparte las funciones cerebrales.

Cuando Hempel se ocupa del problema de los términos teóricos parece que está guiado en especial por el problema de las variables intervinientes, y decide que son necesarias, que son ineliminables a favor de términos que designen conductas y estímulos, y que una cuestión aparte es si designan algo o son meros constructos teóricos.

Esta última postura es la del Instrumentalismo, que es la posición para la cual se plantea el problema de la eliminabilidad de los términos teóricos, puesto que para el realista la cuestión es saber qué designan esos términos y sustituirlos por términos que designen en caso de que los propuestos sean vacuos.

La principal objeción al Conductismo en Psicología partió de que se hizo necesario suponer que los estados internos del organismo interaccionan entre sí, no solo median entre la conducta y los estímulos. Pero esa interacción no se podía representar como causal por desconocimiento de los estados del sistema nervioso, que efectivamente intervienen en la generación de la conducta.

Así, pues, el Funcionalismo se encontró con la necesidad de postular estados internos, de tener que definirlos por su papel en la generación de la conducta y de describir las interacciones entre los estados. Desde luego los estados mentales parecen tener un papel en la generación de la conducta e interaccionan entre sí, el problema es que los estados mentales que se invocan como causas de una conducta se encontraban desde antiguo sometidos a una grave objeción, que es la circularidad en la que se incurre cuando se explica una conducta aludiendo a un estado que se define o se identifica por su capacidad para producir una conducta cuando ambas conductas son la misma.

Conductistas y Máquinas de Turing

Los conductistas habían objetado a la Psicología mentalista que explicaran una conducta, como, por ejemplo, ir al cine, por el deseo de ir al cine, cuando la única manera que tenemos de atestiguar ese deseo es precisamente por la conducta. Un método que satisfacía todas estas necesidades y además encajaba muy bien con las modas, pero también con las esperanzas puestas en los recursos tecnológicos del momento fue proponer que los estados internos son estados de Máquinas de Turing.

Las máquinas de Turing son instanciables, pero es de suponer que las propuestas no sean instanciables por cualquier cosa. Sus estados internos interaccionan entre sí, no solo con sus entradas y salidas. El modo de la interacción no tiene por qué ser causal.

Sea lo que fuere de esta clase de mecanicismo, se puede decir que los estados cerebrales que son identificados como estados de Máquinas de Turing son identificados funcionalmente, puesto que se les identifica por el papel que desempeñan en un sistema dado ciertas entradas en la producción de ciertas salidas. Aunque aquí no hay ninguna alusión interesante al papel que desempeñan en el mantenimiento del sistema, sino que ellos mismos son parte del sistema por definición.

Se pueden considerar, de todas formas, equivalentes Máquinas de Turing que computen las mismas funciones aunque esas máquinas no posean los mismos estados y se pueda decir, por lo tanto, que cierto estado desempeña un papel en la constitución de una máquina.

Inteligencia Artificial y Psicología Cognitiva

El Funcionalismo Mecanicista estaba especialmente habilitado para advertir un problema que tiene una enorme generalidad y un enorme rendimiento en la Filosofía de la Ciencia. Podemos idear una Máquina de Turing cuyas entradas y salidas sean instanciadas por la conducta de un individuo en sus comportamientos por así decir acertados o competentes.

Por ejemplo, la Inteligencia Artificial y la Psicología Cognitiva durante un tiempo marcharon juntas en la tarea de diseñar máquinas reconocedoras de formas, en particular de caracteres escritos. Pero uno de los puntos en que se produce la divergencia entre la Inteligencia Artificial y la Psicología es el tratamiento del error. En la Inteligencia Artificial el problema que hay que resolver es crear un reconocedor de formas eficaz, sea como sea. En la Psicología hay que crear un reconocedor de formas que emule el reconocimiento de formas que tenemos los seres humanos.

El primer indicio de que los humanos no reconocen formas como las máquinas que eventualmente han llegado a ser usadas en la industria, incluida la militar, son las pautas de error. Una máquina confunde caracteres de maneras distintas a como los confunde un ser humano, y un ser humano confunde caracteres de diferente manera en la lectura que en la dactilografía. La Psicología Cognitiva y la Inteligencia Artificial tomaron caminos divergentes, incluso dentro de las teorías cognitivas también ha habido caminos divergentes.

Uno de los caminos conduce a distinguir entre competencia y actuación. Hay una descripción simple formal de la mayor parte del comportamiento verbal de una persona e incluso del comportamiento verbal de la mayor parte de las personas que hablan una lengua y la teoría formal que es instanciada en gran parte por la mayoría de los hablantes se denomina “teoría de la competencia”.

Los lingüistas generativistas han discutido sobre el tipo de sistema que describe la competencia, y algunos han tratado de mostrar que las propiedades de ese sistema son tales que no las puede satisfacer una teoría conductista del comportamiento lingüístico.

Por ello han escrito artículos que trataban de excluir los autómatas que con mayor facilidad podían ser descritos en términos de entradas, salidas y algún mecanismo muy simple, semejante a la asociación o a la iteración que hubiera sido señalado por conductistas o empiristas. En general además han propuesto que la teoría de la competencia era asunto de la Lingüística, y la teoría del comportamiento verbal, que no se ajusta a la competencia, era asunto de la Psicología.

 

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Observaciones preliminares

Por una parte tenemos unas teorías científicas que son construcciones humanas y están sujetas a cambios y desarrollos tal vez incesantes. Por otra, tenemos el mundo al que se pretende aplicar estas teorías y cuyo modo de comportamiento, al menos en el caso del mundo físico, no está sujeto a cambios. ¿Cuál es la relación entre las dos esferas?

Las teorías aspiran a describir qué es realmente el mundo. El instrumentalismo entiende las teorías como instrumentos. El realismo conlleva normalmente la idea de verdad, ya que la ciencia aspira a dar descripciones verdaderas de lo que es realmente el mundo. El mundo existe independientemente de nosotros como conocedores y es como es independientemente de nuestro conocimiento teórico sobre él. Las teorías verdaderas describen correctamente esa realidad. El instrumentalismo conllevará también normalmente una idea de verdad, pero de forma más restringida. Las descripciones del mundo observable serán verdaderas o falsas según lo describan o no correctamente. Sin embargo, las construcciones teóricas, que están destinadas a darnos un control instrumental del mundo observable, no serán juzgadas por su verdad o falsedad, sino más bien por su utilidad como instrumentos.

La idea de que la ciencia aspira a dar una definición verdadera de la realidad es utilizada a menudo como contrapunto al relativismo. Una teoría puede ser verdadera aun cuando nadie crea en ella y puede ser falsa aun cuando todo el mundo crea en ella. Las teorías verdaderas, si es que de hecho son verdaderas, no lo son en relación con las creencias de unos individuos o grupos. La verdad, entendida como una correcta definición de la realidad, es verdad objetiva para los realistas como Popper.

Instrumentalismo

El instrumentalismo, en su forma más radical, conlleva una clara distinción entre los conceptos aplicables a las situaciones observables y los conceptos teóricos. Las descripciones del mundo que conllevan entidades observables describen cómo es en realidad el mundo, pero no ocurre así con las descripciones de los sistemas que conllevan conceptos teóricos.

Las teorías científicas no son más que conjuntos de reglas para relacionar un conjunto de fenómenos observables con otro. Los amperímetros, las limaduras de hierro, los planetas y los rayos de luz existen en el mundo. Los electrones, los campos magnéticos, los epiciclos ptolemaicos y el éter no.

Si hay cosas que existen en el mundo además de las cosas observables y que quizá sean responsables del comportamiento de las cosas observables, eso es algo que no interesa al instrumentalista ingenuo. No es asunto de la ciencia establecer lo que puede existir más allá del reino de la observación.

La crítica más fundamental sea la que atañe a la clara distinción que establece el instrumentalista entre las entidades observacionales y las teóricas. El hecho de que todos los términos observacionales tienen una carga teórica se defendió ampliamente en La Observación depende de la Teoría. Los planetas, los rayos de luz, los metales y los gases son el algún grado conceptos teóricos y adquieren, al menos en parte, su significado en la red teórica en la que figuran.

La postura instrumentalista ingenua descansa en una distinción que no existe. El hecho de que las teorías puedan conducir a predicciones nuevas constituye algo molesto para los instrumentalistas. Podemos esperar que la postura realista sea más productiva que la instrumentalista.

La teoría de la verdad como correspondencia

La postura realista típica conlleva una idea de verdad según la cual se puede decir que las teorías verdaderas dan una descripción correcta de algún aspecto del mundo real.

La idea general de teoría de la verdad como correspondencia parece bastante sencilla y puede ser ilustrada con ejemplos sacados del discurso ordinario de tal forma que parezca casi trivial. Según esta teoría, una frase es verdadera si corresponde a los hechos. Una frase es verdadera si las cosas son como dice la frase que son y falsa si no lo son.

Un problema de la idea de verdad es la facilidad con que su uso puede llevar a paradojas, por ejemplo la llamada paradoja del mentiroso: Si afirmo «Nunca digo la verdad», si lo que digo es verdad, lo que digo es falso.

La cuestión importante es: ¿Es la idea de verdad propia del sentido común, suficiente para dar sentido a la afirmación de que la verdad es la finalidad de la ciencia?. Chalmers argumentará que no lo es.

Problemas de la idea de verdad propia del sentido común

Los acontecimientos que se producen durante la ejecución de un experimento son en cierto sentido ocasionados por agentes humanos. Aunque es cierto que las conjunciones de acontecimientos relevantes para la comprobación de las leyes son ocasionadas por seres humanos, las leyes que son comprobadas gracias a los experimentos no son ocasionadas por seres humanos.

Debe hacerse una distinción entre las leyes de la física y las secuencias de acontecimientos normalmente producidos en una actividad experimental, que constituyen la demostración de esas leyes.

Si pienso que la física es una búsqueda de la verdad, las correspondencias implícitas son fundamentalmente diferentes de las que se expresan. Las leyes físicas seleccionan ciertas propiedades o características que pueden ser atribuidas a objetos o sistemas del mundo y expresan las formas en que tienden a comportarse estos objetos o sistemas en virtud de aquellas propiedades o características. En general, los sistemas del mundo poseerán otras características además de las seleccionadas por una determinada ley, y estarán sujetos a la acción simultánea de tendencias en su comportamiento asociadas a estas características adicionales. Por ejemplo, una hoja que cae es a la vez un sistema mecánico, dinámico, químico, biológico, óptico y térmico. Las leyes de la naturaleza se refieren a tendencias transfactuales.

Tomemos como ejemplo la primera ley del movimiento de Newton. Ciertamente, ningún cuerpo se ha movido jamás de una forma que ejemplifique perfectamente esta ley. Si la ley es correcta, todos los cuerpos la obedecen, aunque rara vez tengan la posibilidad de demostrarlo. El propósito de la experimentación es darles la posibilidad de demostrarlo. Si las leyes de Newton son verdaderas, lo son siempre. No son verdaderas sólo en condiciones controladas experimentalmente. Pero habitualmente van acompañadas de la acción simultánea de otras tendencias. Si las leyes de Newton corresponden a algo, es a unas tendencias transfactuales, que son muy diferentes de unos estados de cosas localizados.

Consideremos algunas razones para dudar de que la física pueda ser concebida como una búsqueda de la verdad. Un ejemplo notable sería, en el progreso de la óptica, desde Newton hasta hoy en día, encontramos que el rayo de luz es descrito primero como una corriente de partículas, luego como una onda y luego como algo que no es ni una corriente de partículas ni una onda. ¿Cómo puede esta secuencia de teorías ser concebida como un progresivo acercamiento a una descripción verdadera de lo que es el mundo realmente?. Este problema surge, aunque no siempre de forma tan clara, cada vez que hay un avance revolucionario en la física.

Otro problema para la aplicación de la teoría de la verdad como correspondencia a la física se refiere al hecho de que a menudo hay formulaciones alternativas y muy diferentes de la misma teoría. Ejemplos serían las formulaciones alternativas de la teoría electromagnética clásica: en términos de campos electromagnéticos que ocupan todo el espacio y en términos de cargas y corrientes localizadas que actúan a distancia, estando las acciones expresadas en forma de potenciales propagados con la velocidad de la luz. Otros ejemplos son las diversas formulaciones de la mecánica clásica y la mecánica cuántica. Parece ser que hay grandes posibilidades de que algunas de estas formulaciones alternativas sean equivalente, en el sentido de que cualquier cosa que pueda ser predicha o explicada por una puede ser predicha y explicada por otra. Las alternativas equivalentes de este tipo, si es que lo son, constituyen un estorbo para los defensores de la teoría de la verdad como correspondencia.

Una dificultad adicional para los defensores de la teoría de la verdad como correspondencia se deriva del hecho de que nuestras teorías son productos humanos sujetos a desarrollo y cambio, mientras que el modo de comportamiento del mundo físico, que es el objeto de estas teorías, no lo es. La versión intransigente de la tesis de que la finalidad de la ciencia es la verdad choca con la simple observación. Desde el punto de vista de la teoría de la verdad como correspondencia, la meta ideal de cualquier rama de la ciencia será la verdad absoluta u objetiva.

La aproximación a la verdad de Popper

Para Popper, las teorías del pasado que han sido reemplazadas son falsas a la luz de nuestras teorías actuales, mientras que por lo que respecta a las físicas modernas einsteniana o cuántica, no podemos saber si son verdaderas. De hecho, son muy probablemente falsas y susceptibles de ser reemplazadas en el futuro por teorías superiores. A pesar de esta falsedad, los falsacionistas como Popper gustan de decir que la ciencia progresa acercándose cada vez más a la verdad. Se ven obligados a decir que la teoría de Newton está más cerca de la verdad que la de Galileo, aún cuando ambas sean falsas.

Popper intentó dar un sentido a la aproximación a la verdad o verosimilitud, como la llamó, en términos de las consecuencias verdaderas y falsas de una teoría. Si llamamos al conjunto de todas las consecuencias verdaderas de una teoría su contenido de verdad y al conjunto de todas las consecuencias falsas de una teoría su contenido de falsedad, podremos decir, citando a Popper:

suponiendo que el contenido de verdad y el contenido de falsedad de dos teorías t1 y t2, sean comparables, podemos decir que t2 es mucho más parecida a la verdad o corresponde mejor a los hechos que t1 si:

a) el contenido de verdad de t2 es mayor que el de t1, pero no su contenido de falsedad, o

b) el contenido de falsedad de t1 es mayor que el de t2, pero no su contenido de verdad y sólo en ese caso

Si suponemos que el tamaño de los dos conjuntos es medible, podremos decir que la verosimilitud de una teoría es algo parecido a la medida de su contenido de verdad menos la medida de su contenido de falsedad.

A medida que progresa una ciencia, la verosimilitud de sus teorías aumentan ininterrumpidamente.

La concepción popperiana del progreso como aproximación sucesiva a la verdad tiene un carácter instrumentalista que no está de acuerdo con sus aspiraciones realistas.

Si consideramos los cambios revolucionarios en el desarrollo de la física, entonces la teoría reemplazada como resultado de la revolución no es sólo inadecuada a la luz de la teoría que la reemplaza, sino que atribuye rasgos al mundo que éste no posee. Por ejemplo, la teoría de Newton atribuye una propiedad de masa a todos los sistemas o partes de sistemas del mundo, mientras que, desde el punto de vista de la teoría de Einstein, no existe tal propiedad. La masa einsteniana es una relación entre un sistema físico y un marco de referencia.

Como hemos visto, tanto  Kuhn como Feyerabend  han subrayado hasta que punto el mundo mecánico descrito por la teoría de Newton es diferente del mundo descrito por la teoría de Einstein. Las concepciones anticuadas e inadecuadas de masa, fuerza, espacio y tiempo, que son utilizadas en la formulación de la teoría newtoniana, son transmitidas a todas sus consecuencias deductivas. Por consiguiente, si hablamos estrictamente de verdad y falsedad, todas esas consecuencias deductivas son falsas. El contenido de verdad de la teoría de Newton es nulo, como el contenido de verdad de todas las teorías mecánicas anteriores a Einstein. El contenido de verdad de la propia teoría de Einstein tal vez resulte ser nulo después de una futura revolución científica.

Visto de esta forma, el intento de Popper de comparar las teorías falsas comparando sus contenidos de verdad y falsedad, y concibiendo así la ciencia como una aproximación a la verdad se viene abajo.